martes, 20 de septiembre de 2011

"Equinoccio"

Prólogo

Entonces la mordedura introdujo consigo un ardor increíble y no podía dejar de estremecerme, él contemplaba atónito lo que había echo y cerró los ojos mientras trataba de controlarse. Una gota de sangre bajaba de sus labios y le limpió con su propia lengua. Sus ojos ardían feroces ante el control que parecía costarle mucho más de lo que él podía creer quizás.
Con el tiempo ya iba acostumbrándome de los tonos pálidos que había adoptado mi piel, y de los rápidos movimientos que era capaz de hacer, de lo que mi nueva fuerza provocaba, y de mi nueva alimentación.
Antes solía disfrutar de mis actividades de humana, también las extrañaba a medida que avanzaba el tiempo. Pero esto era mucho más increíble, todo era distinto, atrayente y fascinante. Algo de lo que nunca creí que viviría en mi existencia.
Todo había cambiado, ya no era humana, era algo completamente distinto. Sentí un ruido de pisadas rápidas y miré a mi espalda, él perfectamente podría haber pasado desapercibido, lo hacía para que supiera que estaba allí. Sus ojos escarlatas brillaban tranquilos y felices.
Le contemplé por un segundo eterno.


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~Javy' Pattz

Novedad:

Primero: 
Les aviso que publicaré una nueva novela... Su nombre será Equinoccio y trata sobre una historia de vampiros, pero es completamente diferente a la novela "La eternidad... es solo una opción"

 Bueno Chicas! Ahora mismo publico la nueva novela*-* Espero que les guste & comenten! :D 

Segundo:
¡Ahora estamos en Facebook! :D
Pueden ingresar con el siguiente link:
"Stolen Hearts-Stories" Ahí podrán encontrar las novelas que voy publicando en álbumes y fotos, estoy recién comenzando, por una parte será más fácil acceder (:
 "Foto de perfil actual"

Javy'Pattz 

"La eternidad... es solo una opción"

Capítulo 5 – Dificultades

Tenía más que claro que había cosas por las cuales una persona era capaz de dar su vida, también entendía que las personas que dan la vida por algo, ese algo, debía ser muy importante... Yo sería capaz de dar mi vida por Thomas, y el haría lo mismo por mi.
Me giré nuevamente de la cama para mirar el despertador que daba las seis y media.
“Aún es muy temprano” pensé y miré hacia la ventana, afuera, ya había amanecido y la neblina comenzaba a desaparecer, el rocío matutino había dejado húmeda mi ventana, que estaba repentinamente abierta. Me paré de golpe y miré a mí alrededor. El corazón se me detuvo cuando me topé con unos ojos negros. Él estaba sentado en la silla junto a mi ordenador. Solté un gemido al tiempo que me desvanecía por el susto.
-Lo siento –susurró mientras se paraba a máxima velocidad y me sostenía entre sus brazos-. No era mi intención asustarte.
-¿Cómo entraste? –Miré hacia la ventana-. ¿Tyler sabe que estás acá?
-No, tu padre se ha ido hace un par de minutos. Fue interesante verte dormir plácidamente.
-¿Qué? –le miré sorprendida-. ¿Algo nuevo?
-Si, esta noche has estado más relajada… de hecho, sonreíste mientras pronunciaste mi nombre –sonrió.
-¿Has venido antes? –pestañeé sorprendida.
-Si, desde que te conocí –reconoció mientras me apartaba el pelo de la cara.
-¿Entraste por la puerta? –me senté en la cama.
-No, entre por la ventana –sonrió.
-¿Cómo? –Saqué mi cabeza hacia el aire húmedo y la volví a introducir a mi pieza cuando había sentido la brisa helada-. ¿Trepaste? –inquirí cuando no vi ninguna cuerda ni escalera.
-Si –sonrió con orgullo.
-¿Aún no puedo entender que haces acá?
-¿Quieres que me vaya? –se acercó a la ventana, curioso y sacó la mitad de su cuerpo mientras me observaba.
Lo miré con pánico.
-No, no, no –insistí-. Claro que no, por favor, no salgas –supliqué.
-Tranquila –relució sus dientes-. No me iré.
Miré hacia un calendario mientras me dirigía hacia él, deslicé los dedos hasta llegar al día de hoy, me acordé de la invitación de Alex, el me había llamado el día anterior ofreciéndome ir a su casa, allá estaría Carl, y podría oír nuevamente las historias de los vampiros.
-¿Tienes que salir?
-Si –saqué mis artículos de aseo de mi escritorio y me volteé a mirarlo, me acerqué a él. El me retiró las cosas de mis manos y las lanzó a la cama, luego me rodeó con sus brazos y me atrajo hacia él.
-¿Puedo saber con quién? –con la única mano desocupada extrajo una hoja donde tenía anotada la dirección de Alex.
-Un viejo amigo, se llama Alex Clearwater –respondí.
Se sorprendió cuando pronuncié su nombre.
-¿Sueles juntarte con los de la Reserva muy frecuentemente? –me soltó para poder observarme mejor.
¿Conocía a los de la Push?
-Si, bueno –empecé-, el padre de Alex, Carl Clearwater…
-Lo conozco –me interrumpió.
-Vale, Carl es un amigo de mi padre y solía venir con Alex cuando yo era… menor –continué hablando mientras me sentaba en la cama, pero él nuevamente me atrajo hacia él, sentándome en una pierna y observándome mientras hablaba-. Alex y yo jugábamos y solíamos pasar la mayoría del tiempo, juntos… Hasta que me iba a Jacksonville.
-Desde entonces no lo veías hasta este año –adivinó.
-Exacto.
Miró hacia la ventana y luego cerró los ojos, me invadió una curiosidad inmensa y me incliné para verlo, el sonrió despreocupado. Me enderecé a ver hacia la puerta, para comprobar que ni mi madre, ni Mathias estuvieran despiertos.
-¿Mathias está acá? –ladeó la cabeza para observarme con cuidado.
-Si –caminé hacia el pasillo-. Iré a confirmar que esté dormido…
-Está durmiendo –rió.
-¿Cómo lo sabes? –regresé a la puerta.
-Porque habría sentido el ruido de sus pasos, si estuviera despierto –se volvió a sentar y caminó hacia la ventana.
-¿En qué piensas? –pregunté.
-¿Cómo supiste que era yo? –frunció el ceño.
-Oh, esto…
No quería delatar a Alex, de pronto me sentí culpable de haber sabido aquellas historias, y de que justamente esas historias provinieran de su boca.
-Alex me las contó cuando venía hacia Forks –golpeteé con mis dedos un mueble, el notó mi nerviosismo-, pero supongo que lo hacían para que no fuera hacia los bosques… el creía que yo no le creería, y no lo hacía. Pero ahora todo tuvo sentido.
-Oh, y me reconociste de inmediato –sonrió-. ¿Funcionó lo del bosque?
-Nunca iba hacia el bosque, soy una muy mala senderista. Pero ellos pensaban que iría, pues, lo tengo a mi lado –apunté hacia la ventana-. Tampoco es mucha diferencia con el resto de las casas, literalmente, Forks es una ciudad en medio de un bosque –hice una mueca.
Entonces el esperó a que continuara.
-No, no fue así –cerré los ojos para ordenar mis ideas, demoré en continuar-, al principio pensaba eras reservado, nada más. Luego comenzaste a hablarme y descubrí que algo en ti, no era de esta época, después aparecías de la nada… o podías luchar contra mí sin esforzarte.
Recordé la vez que me agarró de la mano para que me quedara con el en la cafetería. El pensó durante unos segundos.
-¿Alex Clearwater te habló de nosotros?
-Si –tartamudeé-. ¿No debería de haber hablado?
-No –sonrió-, acaba de romper una regla fundamental de su pueblo.
-¿Regla?
-Si –asintió-. ¿Por qué no tienes miedo de estar a mi lado? –dijo cada palabra con cierta lentitud, como si las analizara una y otra vez.
Negué con la cabeza.
-También me dijo que ustedes no bebían sangre humana.
Sus ojos relampaguearon, no debí haber dicho eso.
-¿El te dijo eso?
-¿Acaso es mentira? –mi tono había sonado enfadado, suspiré mientras me iba de la pieza.
-No, es cierto –dijo mientras me alcanzaba-. Pero es que no por eso dejo de ser peligroso ¿sabías?
-No me harás cambiar de opinión respecto a temerte –dije mientras bajaba por las escaleras.
-No quiero que lo hagas –dijo de repente, bajé el último escalón y me volteé a mirarlo.
Fui hacia la cocina y me serví cereales y le vertí un poco de leche, los miré por un rato antes de comerlos.

Dí unos golpecitos a la puerta, pero nada respondió. Golpeé más fuerte, algo frustrada, y esta vez una voz que yo reconocía habló tras ella.
-¿Quién es? –dijo esta a tiempo de que se acercaba y se sentía la manilla de la puerta.
-Soy yo, Alice –sonreí cuando le vi la sorpresa de su rostro.
-¡Alice! Me sorprende que estés aquí –abrió la puerta de golpe y apuntó a un sillón-. Siéntate y ponte cómoda, esta es tu casa… ¿Quieres que llame a Alex?
-Si, por favor –me senté mientras miraba hacia las cortinas delgadas y de las cuales se podía ver el exterior.
Carl se marchó a toda prisa y sentí como abría una puerta rápida y bruscamente. Luego las voces que me parecían susurros y los pasos torpes y fuertes que corrían y se aproximaban hacia mí.
En eso apareció Alex con aspecto de estar recién levantado, su respiración estaba agitada y una sonrisa apareció en su rostro, su pelo estaba desordenado y suelto, su polera estaba algo alborotada. Corrió hacia mí y me abrazó a tal intensidad que me levantó del suelo, reía a carcajadas sin soltarme del suelo y giró dándome vueltas, sus risas llenaron la habitación. Sentí como se me iba la respiración con la fuerza de su abrazo.
-Alex… no puedo respirar –dije con voz entrecortada.
El me soltó.
-¡No creí que vendrías! –dijo-. La verdad, creí que tendría que ir a buscarte con tal de que nos juntáramos a hablar un día de estos.
-Tampoco es que me hiciera de rogar –le dí un codazo mientras me unía a sus risas.
-¿Qué haces acá? –se sentó en el sofá de al frente.
-Oh, supuse que podríamos juntarnos para hablar… de algo –vacilé-. Hace días que no hablamos… ¿No te molesta verdad?
-¿Cómo lo crees? Claro que no, es solo que me tomaste por sorpresa.
-¿Estabas durmiendo? –volví a mirar su aspecto.
-Decidí darme un descanso, anoche estuve arreglando el Volkswagen –dejó de hablar, se mordió el labio incómodo.
-¿Es un buen auto? –le animé.
-Oh si, claro, de hecho, creo que lo dejaré mucho mejor de lo que pensaba –sonrió y se puso de pie, me alcanzó una mano al tiempo que me levantaba y me llevaba hacia la puerta-. Puedes acompañarme mientras le reparo, así podremos aprovechar de hablar.
Le seguí mientras nos encaminábamos a la parte trasera del jardín de Carl. Había una especie de garaje, Alex me guió y entramos mientras él recogía miles de herramientas y la dejaba sobre una banca que había a un costado de la pared. Estaba desordenado y había paños manchados con aceite de auto.
De alguna forma u otra me sentía cómoda en ese lugar.
-Bueno –suspiró-. Perdona el desorden.
-¿Qué? ¿Es una broma? –Fruncí el ceño-. No soy una chica con comodidades, Alex, no te preocupes, de hecho, es bastante agradable.
Había una gran manta cubriendo el coche de Alex, el la removió y luego abrió con cuidado la puerta. Relució entonces el Volkswagen con un tono oscuro y en su interior ya estaban colocados los asientos, tapizados con cuero.
Me sugirió que me sentara ahí mientras él reparaba el motor, también habíamos comenzado a hablar de nuestros horarios y de como nos iba en el instituto.
-Carl dice que no debo dejar mis estudios –Alex seguía reparando el auto y asomaba sus ojos para comprobar que aún seguía ahí de vez en cuando.
-Y no lo debes dejar.
-No los dejaré, te lo aseguro, pero el creé que mientras siga reparando autos, me olvidaré de mis deberes.
-¿Qué opinas sobre eso?
-Que no tiene sentido, no los dejaré por ningún motivo, además, el sabe que yo soy responsable en ese aspecto
-Vamos, tu eres responsable en todo –me eché a reír.
-Bueno, supongo que soy un buen chico –dijo con sarcasmo-. Supongo que a Tyler le agrada la idea de que me junte contigo.
Asentí mientras observaba mis manos con aspecto ausente.
-¿Recuerdas las leyendas de los Hardwicke? -traté de cambiar de tema e ir directo al grano.
-Si, la de los vampiros –se levantó mientras iba a buscar una herramienta-. ¿Por qué?
-No, es que me interesó de repente, saber más sobre ello.
-¿Conoces a algún Hardwicke? –dijo su apellido como si fuera algo al cual no le gustaría relacionarse, no por malas influencias ni nada por el estilo, sino como algo lejano a su naturaleza, algo suficiente como para guardarle un cierto rencor.
-Si –admití, aguardando el momento perfecto para decidir cuando decir su nombre.
-¿Quién? –bramó mientras dejaba lo que estaba haciendo.
-Thomas Hardwicke –dije lentamente, cerré los ojos para no verle la cara, que comenzaba a endurecerse.
-¿Qué quieres saber? –suspiró.
-¿Qué hacen en realidad? –los abrí de golpe para darme cuenta de que no tomaba muy en cuenta las historias.
-¿Quieres saber si matan gente? –rió-. No lo hacen, solo cazan animales… No sé por qué, ni me interesa. Se supone que no debo hablarte de esto.
-No se lo diré a nadie –intenté sonar algo atrayente para que continuara hablando.
-Se que no, pero estoy faltando a una regla, que no quiero romper.
-¿Qué regla? –volví a escuchar ese termino por segunda vez en el día, ahora Alex podría decírmelo, y esta vez con más detalles.
-No debemos decir quienes son ellos –terminó de arreglar el motor y comenzó a limpiar el auto-, y ellos no deben tocar a nadie del pueblo.
-Pero si ellos no se alimentan de humanos –le recordé.
-Siempre hay que tomar precauciones, Alice –sonrió-. Independientemente si lo hayan prometido o no, no confío en ellos.
Me levanté del auto mientras miraba hacia el bosque.
-¿Cómo sabes de eso? –parecía alarmado.
-Son historias de tu pueblo ¿no? –traté de sonar indiferente.
-Si, pero pareces conocer algo más, y creo que estás bastante segura de conocer algo referente a ello.
-No se nada, excepto de lo que me has contado tú –mentí, le apunté con el dedo.
-De todos modos, no averigües, son solo historias de terror, Alice, no pierdas tu tiempo, no tiene importancia –se giró.
-Está bien.
-¿Piensas que el tal Hardwicke tiene algo que ver? –salió y caminó hacia un árbol, le seguí.
-Se llama Thomas –le corregí.
-Bueno, Thomas.
-Bien, es solo… que su apellido me sonó familiar.
-Entonces recordaste las historias –se rió entre dientes.
-Si –me senté en un tronco que había en el suelo, tirado, pero firme.
El hizo lo mismo.
-¿Puedo preguntarte algo? –su voz parecía triste, estaba reservado y miraba hacia el horizonte, parecía deprimido.
Contemplé su rostro con una agonía inminente, no quería que estuviera mal, sea cual fuese la razón.
-Claro –le dije, el sonrió al suelo.
-¿Estás saliendo con alguien? –frunció los labios mientras esperaba.
Quedé completamente petrificada, traté de que mi respiración volviera sin que se diese cuenta.
-¿Por qué lo preguntas? –dije a la defensiva.
-Curiosidad –sonrió.
-Húm –cerré los ojos.
-¿Si? –le escuché decir, no le miré.
-¿Quieres sabes si estoy con alguien en este momento? –desvié la mirada de el frente, observé a mi costado el bosque que se adentraba, amenazadoramente tentador.
-¿Tiene algo de malo? –preguntó con voz inocente.
-Depende de porque lo preguntes.
-No es que con esas palabras me des mucha confianza.
-¿De qué hablas?
-Que tu actitud demuestra que me estás ocultando algo.
-Oh, vamos, lo que ocurre con mi vida, no te incumbe –mi voz sonó furiosa, me mordí el labio-. Me refiero a que no siempre puedo contarte lo que me pasa –traté de sonreír cuando vi su rostro espantado.
-Solo quiero asegurarme de que tengo oportunidades –frunció el ceño.
-¿Oportunidades? –Me eché para atrás para poder mirarle el resto de la cara-. Habla claro, Alex.
-¿No te das cuenta? –bufó.
-No, si no me dices de qué –me levanté y caminé hacia el frente.
-Estoy enamorado de ti, Alice –me tomó de la mano, yo traté de soltarla, pero me fue imposible.
En ese momento, quería correr e irme y hacer como si eso nunca hubiese pasado. Pero no quería hacerle sufrir, aunque definitivamente, eso es lo que provocaría de todos modos. Se me vino la imagen de Thomas a la mente. Me estremecí.
-Alex –murmuré incómoda.
-No quiero que estés con otro, Alice –se puso enfrente de mí y no podía ver ninguna otra cosa que no fuera su amplia estatura-.
-Oh, vamos, Alex –aparté mi mano y traté de retroceder sin parecer como si quisiera escaparme, no quería hacerlo.
-¿Qué? –me agarró nuevamente-. Se que sientes algo por mí, Alice… Aunque no lo reconozcas. Y no me digas que soy solo tu amigo, porque no es así.
-Alex, no lo hagas difícil –caminé hacia mi camioneta.
-¿Difícil? –suspiró-. ¿Estás con el tal Hardwicke?
Me volteé a mirarlo como lo hace alguien que quiere que el otro entienda, con una impotencia increíble y haciéndome trizas por dentro al verle su rostro desarmado, abrí la puerta de mi coche.
-Es eso –se sentó en el tronco.
-Alex –susurré mientras iba hacia él-. Te quiero mucho, eres mi amigo.
-No lo digas –cerró los ojos.
-Pero quiero que entiendas –suspiré-, de hecho, no quiero que hagas nada… Porque tú eres genial, como lo dijiste, un gran chico. Pero lo siento, no quiero hacerte daño.
-Alice –me miró con tristeza.
-Alex, por favor, no seré capaz de vivir si estás así por mi culpa.
No respondió.
-Cualquiera que te vea se dará cuenta de la gran persona que eres.
-Pero no soy lo suficiente para ti.
Me congelé ante lo irónico del asunto, el creía que yo no era lo suficiente para él, como yo no creía que era lo suficiente para Thomas.
-Al contrario, eres mucho para mí.
-Oh si, eso es un gran consuelo –dijo con ironía.
Se puso de pie y golpeó el tronco furioso. Retrocedí un paso.
-¿Qué tiene él? –bramó como un perro furioso.
-Alex, contrólate –le supliqué mientras lo observaba como se pasaba las manos por el pelo.
-¿Es más guapo? ¿Tiene más dinero? –me miró con ira.
-Me alegra que pienses eso de mí –me encaminé a mi camioneta-. Esto llegó hasta acá.
-¡Eh! Alice, espera.
-No, Alex, es suficiente.
-Perdóname, he sido un idiota –se apoyó en la puerta de mi coche.
-Alex, solo olvídalo –arranqué el motor, este dio un enorme rugido.
-Que bah –quitó las llaves de mi camioneta, le fulminé con la mirada-. Al menos no quiero que te vayas enojada conmigo.
-No lo estoy –le aseguré, el pareció poco convencido.
-No te creo.
Me entregó la llave y se dio unos pasos en dirección al bosque.
-¿Vienes? –apuntó a su espalda cuando se volteó a mirarme.
-Tengo cosas que hacer, será en otro momento –dije y volví a encender el motor.
No quería que esto siguiera, ya que sabía lo que podía suceder. No quería que Alex se ilusionara ni mucho menos, pero tampoco quería hacerle trizas sus sentimientos, era mi amigo y se lo quería aclarar todo de una vez: nada de lo que él hiciera me haría cambiar de opinión.
-¿Estás enojada conmigo? –buscó algo en el bolsillo de su pantalón, hasta que dio con algo-. Ten, al menos quiero que tengas algo de mí.
Observé un collar tallado en madera, tenía la figura de un lobo, y vez signos que
No entendía.
-Esto…
-Oh, vamos, es un regalo de bienvenida –sonrió.
-¿Qué hay de lo que acabas de decir en un rato? –le miré tratando de entenderle.
-Prometo…
-No prometas nada –le interrumpí.
-Está bien –frunció los labios-. Te aseguro, que no me daré por vencido.
-No quiero que lo hagas –apoyé mi cabeza en el volante-, porque no quiero que te vayas.
-Supongo que eso me da esperanzas.
-Estoy con Thomas, Alex.
Me contempló mientras un atisbo de ira recorría su mirada.
-De todos modos no me rendiré –cerró la puerta e hizo un gesto con la mano para que partiera.
-Bien, buena suerte con eso –mi sarcasmo lo hizo estremecerse.
-Lo dices de esa manera para que me desilusione –colocó sus manos en la cabeza con aspecto enfadado.
-Eso es exactamente lo que quiero –dije con brusquedad.
-No lo haré –sonrió-. Cuenta con eso.
-Adiós, Alex –di marcha atrás mientras.
Él dijo con un susurro que apenas alcancé a escuchar:
-Por favor, Alice, piénsalo.
Avancé rápidamente por la carretera, observé el color verde de los árboles mientras pasaban y dejaban atrás las casas de la Reserva, suspiré. Quería tener un momento a solas, para pensar con claridad. Todo había sido tan rápido.
Por un lado, estaba completamente segura de que amaba a Thomas con todo mí ser, a pesar de que lo acababa de conocer, una parte de mí, había estado esperando por él, mientras que la otra, aún alerta, pienso que irá a desaparecer y es una de las cosas que más me tortura. No creo como alguien tan perfecto como él, fuera a existir.
El otro, era completamente diferente, no era un amor de necesidades ni nada comparado con el Thomas, Alex era un gran amigo, pero tampoco es que siempre lo fuera, él siempre había sido, tan… hermoso, por así decirlo, pero no le veía con otros ojos que como a un hermano. Y también sabía que él me quería de otra forma completamente diferente a la mía.
Aparqué en un costado de la carretera, donde estaba segura de que nadie más se estacionaría ahí, salí del coche para darme un respiro.
El aire era tan helado y reconfortante a la vez que me permitía ordenar mis pensamientos y aclarar las cosas que no podía hacer mientras el resto de la gente ocupara gran parte en mi mente. El viento azotaba frío mi rostro y me hacía recordar una de las cuantas cosas que extrañaba de Jacksonville. Cerré los ojos mientras me quedaba ahí, ausente a la realidad, como cualquier persona que disfruta de la soledad, yo era una de ellas, claro está, pero no por una regla de antisocialismo, lo veía más, como un relajo, mí tiempo a solas, era preciado. Una de las tantas cosas que había heredado de Tyler.
-¿Qué haces acá? –dijo alguien a mis espaldas.
Abrí mis ojos de golpe mientras trataba de respirar nuevamente, el corazón se me detuvo.
Me volteé a mirarlo, el estaba mirándome curioso, a la vez que algo asustado.
-Quería darme un respiro –murmuré en voz baja, sabía que él me escucharía.
-¿Algo anda mal? –su voz era mucho más reconfortante que el aire, sentía como rodeaba esa sensación extraña y agradable de alegría en mi cuerpo, me sentía a gusto de oírle pronunciar tan solo unas simples palabras, que sentía que bastarían para siempre.
-Fui a hablar con Alex –me apoyé en su pecho de hierro, el me rodeó en sus brazos de forma protectora.
-Leí su mente –susurró mientras suspiraba.
No podía oír los latidos de su corazón, pero en mi oído escuchaba con claridad su respiración, esta era acompasada, como si estuviese esperando estar ahí hace mucho tiempo y ahora estaba completamente satisfecho.
-Lo siento –dije con completa sinceridad, no debería de haber ido hacia Alex, debería de haberme quedado con Thomas.
-No tienes que disculparte por nada, Alice –trazó unos dibujos sobre mi piel con la yema de sus dedos-. Tú no has hecho nada, ni tampoco él.
Le miré sorprendida.
-¿No estás molesto?
-Claro que no –sonrió-. Él solo está enamorado de ti.
-Si, pero creí que te molestaría el echo de que… no lo sé, se sobrepasara.
-¿Quieres dar un paseo? –me tomó de la mano y me dirigió a mi camioneta.
-Claro… ¿Dónde?
-Oh, mis padres quieren verte.
Parecía divertirle ver mi rostro, ya que cuando me miró, rió entre dientes.
-No te morderán –rió-. Si es lo que te preocupa.
-No temía eso –dije con firmeza.
-¿No? –alzó las cejas.
-No. Pero… ¿Qué pasaría si Annie se enfadara?
-Así que ese es el problema. No importa lo que diga, Alice, no debería de prestarle atención –me miró y una sonrisa traviesa apareció en su rostro-. Ignórala, es lo mejor que puedes hacer. Yo lo hago.
-Oh, esa es una muy buena solución –reí.
-Por supuesto –se detuvo y miró el coche con aspecto pensativo-. Yo conduzco, señorita.
Caminé hacia este y me tomó por sorpresa cuando noté que el suelo parecía alejarse de mis pies, me tomaba con tanta seguridad y sin esfuerzo algunos, que perecía como si estuviera alzando una pluma.
Rió ante mi expresión, que no sabía si era de pánico o de asombro.
-Ahora, iremos a mi casa –me apoyó en el asiento del copiloto y me abrochó el cinturón.
-¿Qué he de esperarme? –dije antes de que cerrara la puerta, rió mientras se dirigía a la puerta del conductor.
-No habrán cadáveres ni tumbas –cerró la puerta y encendió el motor, que soltó un gran rugido, arqueó una ceja-. ¿No crees que debería de conseguirte un mejor coche?
-Que te pasa, un poco más de respeto, este perfectamente podría ser catalogado como una de las reliquias de los años sesenta.
-De eso no me cae la menor duda –sonrió-. Kristen estará feliz –dijo como si le desagradara la idea.
-¿Quería verme? –pregunté con curiosidad mientras avanzábamos.
-No sabes hace cuanto tiempo me ha estado insistiendo –rió.
-¿Si? No creo que mi compañía sea interesante.
-Lo es, créeme –sonrió.


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Javy' Pattz*-*

lunes, 12 de septiembre de 2011

"La eternidad... es solo una opción"

Capítulo 4 – Declaraciones

El resto de la semana fue realmente agotadora. Aproveché para ponerme al día con las tareas y trabajos que tendría que hacer para las próximas semanas y meses. Mi padre no sabía nada respecto a mí salida a Seattle con Thomas, mas bien, no sabía que iría con Thomas, y ya comenzaba a arrepentirme. Me dediqué a meditar a solas mientras estaba en mi pieza, había sacado unas cuantas ideas de lo que podría suceder si salía con él.
Sabía que Tyler estaría aquí este sábado, así que no dudaría en preguntarme que planes tenía y conocía muy bien cual sería su reacción si le contaba con quién saldría, sobre todo si esa persona era un chico del instituto.
Por lo que tendríamos que salir en mi camioneta… ¿Pero como llegaría hasta ella? No sabía donde vivía.
Ahora si estaba segura en inventar un tipo de enfermedad, o un accidente. Me reí a mis adentros.
-¿Srta. Lutz? -llamó mi atención el Sr. Morgan malhumorado-. ¿Podría resumirme lo que acabo de explicar?
Enrojecí de inmediato, algunos ojos se voltearon a mirarme, esperando en todo momento, que ocurriera algo embarazoso.
-Lo lamento, Sr.…
-Permítame disculparme, Sr. Morgan. Fue mi culpa haberla distraído, no volverá a ocurrir, se lo aseguro –me interrumpió.
Entrecerré los ojos producto de la sorpresa, deslicé mis dedos por una hoja de mi cuaderno y la giré delicadamente, y continué trazando líneas abstractas, levanté la vista para examinar el rostro del Sr. Morgan, de aspecto enfadado.
-Espero que no, Hardwicke –frunció el ceño-. Y usted, señorita Lutz, espero que atienda a las clases de ahora en adelante, es suficiente con ser nueva como para atrasarse en los temarios de mi clase.
Asentí en silencio, volví a bajar la cabeza y tracé otra línea.
-¿Me dirás en qué estabas pensando? –se dirigió a mí en voz baja.
-No.
-¿Por qué? –su tono se volvió curioso-. No me reiré –afirmó.
-¿Importa? –me dirigí hacia el, repentinamente molesta, no quería contarle sobre mis planes de rechazar nuestra salida a Seattle.
-Si, estoy interesado –sonrió.
Me volteé a mirarlo, dirigí un dedo hacia el frente y cerré los ojos.
-Déjame pensarlo.
Rió entre dientes, el comprendió. Me enderecé en la silla y luego me fui ladeando hasta poder mirarlo fijamente a los ojos, el estaba expectante y relucía sus dientes, repentinamente centelleantes, quedé en blanco.
Cerró la boca de golpe.
-¿Qué ocurre? –tensó su mandíbula.
-Lo de Seattle, sabes, me estoy arrepintiendo… -arqueó una de sus cejas-, no es que no quiera ir contigo, si quiero. Pero Tyler no está enterado y ya me he hecho una idea de como se lo tomaría, al parecer, nada de bien.
-¿No quieres decírselo?
-Creí que lo entenderías.
-De hecho, no. Yo podría hablar con tu padre.
-No –traté de ocultar el pánico de mi voz-. Eso complicaría mucho las cosas.
-No lo creo, puedo ser amable –se acercó hacia mi con una mirada acosadoramente coqueta, levantó las cejas y yo quedé sin habla.
Me dí cuenta de lo mucho más próximo que estaba cuando levanté la vista, se me había ido la respiración, por lo que traté de controlarla lo más disimuladamente posible.
Su cara se crispó como si hubiese tomado jugo de limón y se alejó rápidamente. Luego me dirigió una mirada sigilosa, yo estaba desconcertada.
-¿De qué hablábamos? –dijo con una rudeza aterciopelada.
No contesté, los segundos comenzaron a transcurrir mientras el se reía.
No, Alice, no puedes olvidarlo. Por favor recuerda, ¡no seas estúpida!, reacciona, solo es un chico, si, un apuesto y encantador, extremadamente reservado, misterioso y perfecto chico.
Inhalé aire y contesté pausadamente:
-No lo recuerdo.
Él se rió con una naturalidad sorprendente.
-Creo que estábamos discutiendo… Que no querías que le hablara a tu padre.
-Exactamente.
-¿Temes a que te castigue de por vida, o que, te encierre en una torre? –preguntó con sarcasmo.
-Nada de eso –dirigí un dedo hacia un extremo de mi labio-. Aunque es lo más probable.
-Estás exagerando –bufó.
-Quizás.
El timbre me sobresaltó de repente, miré hacia la puerta repentinamente abierta y me giré hacia un lado, para escapar de la mirada de Thomas, tomé mis libros y cuadernos rápidamente y en mi plan de fuga, un escritorio mal ubicado me sorprendió de repente, haciéndome tropezar. Me sujeté rápidamente contra la puerta y en lo que frenaba mi caída, lo que llevaba conmigo se estampó contra el suelo.
Observé llena de pánico y con resentimiento las cosas en el suelo, no me atrevía a recogerlas, a pesar de que no había nadie detrás de mí, que hubiese notado mi accidente.
Me agaché de a poco y estiré mi mano para recoger el libro de biología, este se esfumó por arte de magia y busqué la causa de su desaparición.
Unos cálidos ojos dorados se posaron sobre los míos.
-Debes tener cuidado –hizo una mueca extraña, tratando de contener una risita-. Los escritorios son muy peligrosos.
Sonrió divertido, tomé mis cosas sin hablarle y salí por la puerta, aparentemente apurada y sonrojada.
-¡Espera! –gritó a mis espaldas.
Frené en seco y me giré lentamente, le miré tensa, el estaba justo a un metro de distancia.
-¿Qué?
Suspiró.
-¿Estás molesta conmigo? –dijo con tono entristecido.
Porque puede él, poder romper toda mi concentración. Grité hacia mis adentros.
-No lo estoy –le sonreí tratando de alegrarlo-. Pero debo apurarme. Emily puede estar complicada con sus nuevos horarios, y supongo… que querrá mi ayuda –dije nerviosa.
-O estás tratando de escapar de mí, e inventar una excusa rápida para irte con facilidad –sonrió.
-No –dije rápidamente.
Me giré y comencé a caminar con cuidado, tratando de verme lo más relajada posible, el sensible tacto helado que recorría mi muñeca hizo que me estremeciera y me volteara a ver.
Su mirada se endureció.
-¿Me acompañarás? –espetó con el ceño fruncido.
-Eso depende –aparté el cabello de mi cara y lo coloqué detrás de mi oreja.
Rió con suavidad.
-¿De qué?
-De muchas cosas –me giré y comencé a caminar.
Él se colocó enfrente de mí evitándome la pasada.
-Dímelo –sonrió.
-Tyler podría castigarme –sonreí con malicia.
-¿Lo haría?
-No lo sé.
-¿Qué piensas hacer? –entrecerró los ojos.
Traté de no reír para que todo funcionara bien, pero no lo logré, liberé un suspiro mientras intentaba ocultar una risita.
-Hasta el momento nada –sonreí con ganas-. Pero un resfriado puede cambiarlo todo.
Arqueó una ceja.
-¿Estuviste ideando excusas para faltar?
-Si.
Retrocedió unos pasos mientras vacilaba en lo que iba a decir.
-¿Por qué?
Miré hacia el suelo, moví de forma nerviosa mis zapatillas Converse en el suelo y luego alcé la vista, el no se había movido.
-¿No quieres ir? –inquirió.
-No, no es eso –insistí.
-¿Entonces?
-No es nada, si iré Thomas –dije casi fastidiada, el sonrió fascinado.
-Eso era todo lo que quería oír –rió entre dientes.
Le fulminé con la mirada, dí unos pasos hacia adelante y le esquivé cuando se proponía a cruzarse nuevamente.
-Lo de Emily, ¿Podrías postergarlo para otro día? –Me miró de reojo mientras me evitaba por milésima vez la pasada-. ¿O es tanta la urgencia de tu presencia para que pueda resolver sus… horarios? –finalizó.
-Puede sobrevivir sin mí.
-¿Te parece acompañarme un momento? –me tomó de la mano y me guió hasta la salida del instituto.
-¿Qué hay de las clases?
Sabía que no era lo suficientemente fuerte como para atreverme a soltarme de su mano, pero tampoco era lo bastante valiente como para no ir a clases, miré desesperada hacia el interior del instituto y el notó mi nerviosismo.
-No te preocupes, hablé hace un rato con la Sra. Manson. Y le dije que no asistirías, no tuvo ningún inconveniente y aceptó de todos modos.
-¿Qué excusa le dijiste? –tartamudeé.
-Que te sentías mal como para asistir en ese horario, que te llevaría a casa para que te mejoraras.
-Al menos era creíble –reí-. ¿Hacia donde me llevas?
-Es una sorpresa –sonrió.
Me tomó nuevamente de la mano, esta fría como el hielo me trasmitió una descarga eléctrica que me hizo estremecerme, él la apartó rápidamente, y vaciló durante unos segundos.
Se la agarré con fuerza, el se sorprendió, escondí mi vista, estaba avergonzada por mi atrevimiento.
Se rió entre dientes y las levantó mientras las observaba, luego cuando estuviese convencido de que sí estaban entrelazadas las bajó nuevamente, sin soltarlas.
-No te preocupes –me susurró al oído.
Me llevó hacia su Volvo y avanzó saliendo del aparcamiento y dirigiéndose hacia la carretera.
Antes de que desapareciera el instituto tras nosotros, observé mi camioneta estacionada en la esquina que siempre solía frecuentar.
-¿Qué ocurrirá con mi camioneta? –le miré sorprendida.
-Kristen la llevará a tu casa luego de las clases. Si te preocupa Tyler, ella la llevará cuanto antes.
-No, está bien.
Estuvo mirando fijamente hacia el frente, sin apartar en ningún momento la vista hacia la carretera, durante todo el trayecto no hizo más que suspirar y negar con la cabeza. Me miró mientras jugaba con un mechón de pelo y sonrió.
-¿Tu madre aún está en Forks? –dijo de repente.
-Si. Aunque se irá dentro de poco –suspiré, yo no quería que mi madre se fuera, pero, por otro lado, yo quería que estuviera más tranquila, que fuera feliz.
-¿Qué opina ella sobre… tus pretendientes? –frunció el ceño.
¿Me estaba preguntando sobre la opinión de mi madre? No, no podía ser eso, él quería llegar a otro punto, unos suaves tonos rosados comenzaron a reaparecer en mi rostro.
-¿Por qué lo preguntas?
-Quizás ella no te permitiera estar con, alguien peligroso –vaciló.
-¿Peligroso? –Arqueé una ceja-. ¿Un delincuente o asesino en serie? ¿Un psicópata o anarquista?
Soltó una carcajada mientras negaba con la cabeza.
-Podría ser una opción, pero no es a donde quiero llegar. Me refiero, a alguien que, no sea bueno para ti, que te haga daño inconscientemente –suspiró nuevamente.
-La idea es que yo escoja con quien quiero estar ¿no? –Fruncí mis labios-. Lo demás es solo una apariencia.
-¿Apariencia? –inquirió.
-Si, me refiero, a que algunas personas no son peligrosas en verdad, pero… sin embargo, crean una figura, una personalidad que ahuyenta a los demás instantáneamente –dirigí mi mano hacia la radio, pero él ya la había alcanzado cuando vio mis intenciones, sacó un CD y lo colocó rápidamente, a una velocidad increíble, como si lo hubiera hecho miles de veces, sin parar. Luego bajó el volumen preciso para dejarlo como música de fondo.
-Te equivocas –me sostuvo la mirada por unos segundos.
-¿En qué?
-En este caso, si es peligroso –concluyó con voz sombría.
-No lo entiendo –pestañeé confundida.
-Eso es lo que más me aterra –suspiró-. No te das cuenta, pero tampoco quiero que lo hagas.
-¿Darme cuenta de qué? –le miré a la espera, el contestó a mi mirada, y me observó quieto mientras manejaba.
-De lo peligroso que es todo esto, pero sin embargo, acá estás y lo peor de todo… es que aquí estoy contigo –hizo una mueca de dolor.
-¿No quieres estar conmigo? –Comenzó a hacerse un nudo en mi garganta, y necesitaba hablarle, tenía que armarme de valor para continuar, inspiré hondo-. Vale, solo tienes que decirlo.
-No, claro que si quiero estar contigo –apretó las manos contra el volante-. Es solo que no quiero hacerte daño.
-Tú no me haces daño, Thomas.
-No de la forma en la que crees –bufó.
-Frena –le ordené mientras sujetaba la puerta para abrirla apenas se detuviera.
-¿Qué? –dijo con voz alarmada, disminuyó la velocidad, y bajé rápidamente.
Necesitaba pensar, me sentía horrible, no sabía a qué se refería con que era peligroso y que me hacía daño, no lo era. Pero tampoco comprendía del todo, porque sin siquiera conocerlo, me afectaba de tal modo como si estuviéramos juntos toda la vida. Supongo que era una desilusión, debí de hacerle caso a Sarah, al parecer, ella tenía razón. Una lágrima se me escapó y recorrió suavemente mi mejilla, me la sequé con rapidez, pero no era de pena, sino que de rabia. Una de las cosas que siempre había detestado, era que cada vez que me enojaba a tal intensidad, se me escapaban lágrimas.
Me detuve sin mirar atrás, observé los árboles que parecían cincelados de algún paisaje artístico digno de todo un museo, atrás los cerros y montañas repletas de nieve habían hecho de este lugar un magnífico panorama. Suspiré, todo era tan verde, y había tan poco sol, de todas maneras, extrañaba Jacksonville… Aunque allá el aire era mucho más húmedo y era una de las cuantas cosas desagradables a la cuales nunca me acostumbraría.
Me senté en una roca que estaba próxima, sin darme cuenta de que Thomas había estado a mi lado todo este tiempo, estaba horrorizado, era incapaz de saber que significaban ahora sus expresiones, entonces recordé, que me había llevado a salir precipitadamente del coche.
-No llores –musitó dulcemente, tomándome de las manos y atrayéndome hacia él.
Cerré los ojos mientras me presionaba tiernamente contra su pecho, era como si fuéramos diseñados perfectamente el uno con el otro, era un lugar perfecto por el cual estar toda la eternidad, uno en el que no importaba luchar o morirse, si, ese era el precio justo que cualquier chica daría.
-Lo siento, fui muy estúpido al decir eso… Pero esto se me va de las manos –tuve que alcanzarle la mirada para poder ver con claridad cuales eran sus expresiones, estaba triste, tenía unos ojos desconsolados, parecía destruido-. Ya ni siquiera se que hacer.
-Deberías explicármelo de una sola vez ¿sabes? –me aparté lentamente y me solté de sus brazos.
-Es muy complicado –su voz parecía aterrada.
-¿Por qué? –insistí-. Solo dímelo, lo entenderé.
-Es porque temo a que te vayas, Alice –suspiró-. No quiero perderte, he estado esperándote por tanto tiempo, y soy lo suficientemente egoísta como para no dejarte ir, y he estado luchando con esto, una y otra vez. Pero es tan complicado, ahí estás tú, buscándome con la mirada y no me resisto a hablarte.
No podía dejar de mirarlo, ni siquiera me había atrevido a respirar, memoricé sus palabras cuantas veces podía, pero nuevamente no calzaban, él no podía fijarse en mí, cualquiera que lo viera en tercera persona se daría cuenta de que seríamos una pareja dispareja. Él completamente hermoso, una estrella de cine en persona, y yo, una chica común y corriente, no, menos que eso.
-¿Por qué habría de irme? –bajé la cabeza, pero él me levantó delicadamente con los dedos y me observó fijamente, sus ojos intensamente dorados, que comenzaban a oscurecerse, me traspasaron cuantas veces me miraba, sentía como nadaba en ese mar de miel, no podía ni pestañear.
-Alice –musitó tiernamente-. No soy normal, ni siquiera lo que parezco ser.
-Algo así como… ¿Persona? –fruncí el ceño confundida.
-Creo que humano, sería una buena definición de lo que trato de decirte… si, esa sería la palabra perfectamente contraria a mí –sonrió frustrado.
-¿No eres humano? –le miré perpleja.
Yo sabía que no era normal, pero ¿no era humano? No sabía ni por qué no me sorprendía.
-No –observó mi reacción por unos segundos, luego sacudió la cabeza.
-¿Qué ocurre?
-Ni siquiera te sorprendes, Alice –me miró de reojo mientras caminaba-. A estas alturas deberías estar corriendo aterrorizada como todo el mundo lo suele hacer.
-Vale, pero yo no soy todo el mundo –le corregí.
-Si, eso lo tuve claro desde que te conocí –sonrió.
-¿Por qué? –inquirí con curiosidad.
-Por que hasta este momento, ni siquiera en mi vida –dudó-, en mi existencia… Alguien me habría atraído y fascinado tanto como tú lo haces hacia mí. Si pudiera describir con una palabra como me haces sentir, Alice. Ni siquiera una palabra podría representarlo.
Me agarró de la mano nuevamente mientras se acercaba.
-Y ahora creo que ya llegamos, mira, ven –me guió hacia un sendero oculto tras los árboles.
Le seguí mientras trataba de caminar estable, temiendo en cada momento, tropezarme y caerme contra la tierra húmeda o musgo bajo los árboles y rocas. También temía que se riera de mí, aunque no era muy probable, pero no era atlética, ni siquiera podía pensar en correr sin caerme siquiera.
-¿Me dirás ahora? –miré a nuestro alrededor, las oscuras sombras, debido a la espesa vegetación que cada vez más se acrecentaba, ahora, unas líneas en el horizonte verdoso comenzaba a ser amarillo y cada vez más claro, al parecer, aquí en Forks, si existía un lugar donde hubiese sol.
-Es un lugar que suelo frecuentar cuando quiero estar solo, es donde puedo alejarme del bullicio mental que me provoca la gente, en verdad, cuando quiero concentrarme en algo, aquí es el lugar indicado –vaciló-. También he venido bastante cuando te conocí.
-Aún no me has dicho lo que eres –recordé.
-Se detuvo en un lugar donde el sol apuntaba directamente, y todos los colores, entre los blancos, amarillos y violetas de aquellas flores silvestres lo hacían aún más mágico, el se detuvo apoyado en un árbol y me indicó a que avanzara. Embocé una sonrisa mientras miraba de un lado a otro el circulo de árboles que lo conformaba, el pasto alto y el perfecto sonido de un arrollo cercano, no habían palabras para compararlo.
Entonces me dí vuelta, el no se había movido del árbol.
-¿Qué ocurre? –me senté entres las flores-. ¿Por qué no vienes?
Negó con la cabeza.
-¿Qué crees que soy? –dijo en voz alta, mientras suspiraba ruidosamente.
-Bueno, he pensado en varias opciones –fruncí el ceño.
-¿Varias?
-Si –admití-. De todos modos eres demasiado perfecto como para ser un chico de diecisiete años.
-No es que tú representes esa edad –rió.
-Bien, lo admito, siempre me han dicho eso –sonreí-. ¿Qué edad tienes?
-Diecisiete –dijo seriamente.
Entonces todo calzó de repente, me acordé de las historias que me contaba de pequeña Alex y su padre, unos recuerdos completamente desechados, no creía hasta ese entonces, y ahora todo tenía sentido.
Los fríos, seres que no salen a la luz del sol mientras haya humanos cerca, no comen nada, beben sangre humana, son increíblemente rápidos y tienen una fuerza sobrehumana. Recordé como se esfumaba mi libro de Biología, como apartaba sus manos rápidamente y como deducía mis intenciones y las realizaba antes que yo. Como era capaz de luchar contra mis fuerzas y atraerme hacia él sin esfuerzo alguno, como aparecía de la nada. Y cuando se había alegrado de que este fin de semana, no hubiese sol.
-¿Hace cuanto tiempo? –fruncí el ceño, completamente nerviosa.
-Bastante.
-Oh –susurré en voz baja-. Se lo que eres, Thomas –levanté la voz.
El se aproximó unos pasos, deteniéndose precisamente en el lugar donde terminaban las sombras. Esperó a que hablara.
-Un… vampiro –le miré fijamente, el alzó las cejas sorprendido y luego avanzó un paso más, interesado.
-¿No tienes miedo?
-No… bueno, tú no me harías daño –suspiré.
-No puedo creerlo –frunció el ceño-. Lo tranquila que estas.
-¿Entonces es cierto? –le miré a la espera.
-Si, eres la única humana que está al tanto de esto ¿sabes? –Frunció los labios-. Sin embargo no me sorprende.
-¿Te quemas a la luz del sol? –me arrodillé para verle un poco más de cerca.
-No –rió-. Es algo completamente diferente, pero sin embargo, no puedo estar en él, con alguien cerca.
-¿Entonces no te quema?
-No, es solo un mito –sonrió.
-¿Por qué no puedes mostrarte, entonces?
-Prométeme que si me muestro, no te irás –suspiró.
-Lo prometo.
Se aproximó unos pasos más y cruzó la línea oscurecida poniéndose ante el sol, entonces todos mis sentidos y mis pensamientos se bloquearon y la increíble figura de Thomas se vio sumida en un resplandor indescriptible, no podía alejar la vista de él, tampoco podía creerlo, todo había pasado tan rápido, pero sin embargo sentía como si todo este tiempo, desde que lo conocí, fueran años, toda una eternidad.
El sonrió expectante y con su mano reluciente tomó la mía y se sentó a mi lado sin soltármela. Su cuerpo centelleaba como miles de diamantes incrustados a través de todos los lados expuestos al sol y el me observaba sin dejar de contemplar mis reacciones.
Estaba segura de que nunca me cansaría de verlo

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