miércoles, 17 de agosto de 2011

"La eternidad... es solo una opción"

Capítulo 3 – Invitaciones

-¿Por qué te llamó? –preguntó ansiosa mientras entrelazaba sus dedos.
-Quería hablar conmigo –dije.
-Eso ya lo sé –rió-. ¿Pero qué cosa?
Sarah no se distraería con facilidad, ella estaba dispuesta a escuchar toda la historia sin ninguna objeción o interrupción de su parte Sacaría sus conclusiones o algo particular de ella, quería saber todo, absolutamente todo, pero no debía de saberlo, no sé porque, quizás por privacidad de Thomas, por protegerlo de los rumores de los demás chicos del instituto, sabía que si Sarah se enteraba de algo, o sospechaba, todo el instituto lo sabría para el próximo día.
<<Protegerlo>>, quedé abrumada respecto a esa perspectiva del asunto, yo no lo había considerado así, pero me estaba viendo en un rollo del cual me era innecesario participar, pero por alguna razón estúpida de mí, quería hacerlo. No quería que Thomas se viera implicado en especulaciones adolescentes.
-¿Y bien? –me sostuvo la mirada por unos segundos, mientras trataba de recomponerme de mis pensamientos.
-Buenos, nos pusimos de acuerdo para hacer un trabajo de biología –mentí, lo bastante mal como para que entrecerrara los ojos desconfiada.
-Eso no te lo creo –hizo un gesto con la palma para que hablara nuevamente.
-¿Qué quieres saber? –pregunté secamente, casi fastidiada, ella se sonrojó mientras pensaba, yo miré hacia la puerta.
Unos estudiantes llegaban atrasados, se sentaron rápidamente en sus respectivas sillas y el Sr. Collins no les llamó la atención, estaba preocupado en organizar el temario del día de hoy.
-Está bien –dijo nuevamente-. ¿Qué tipo de interés tiene Thomas hacia ti?
Le miré a la espera, no estaba bromeando. Yo no sabía si él estaba realmente interesado en mí o solo le dio ganas de tener amigos.
Me desanimé ante aquello, bajé la vista y miré mis dedos. Estaba completamente segura de que algo tramaba, que no era solo un interés en hablar conmigo, sino, que también estaba segura de otra cosa… Estaba loca por él.
Me sonrojé, ella lo notó y rió en silencio, aún atenta a mi respuesta.
-No lo sé.
-¿Segura? –dudó.
-Lo acabo de conocer, Sarah.
Consideró un momento eso mientras cambiaba de estrategia, para sacarme al menos algo de información, aún no se rendía.
-¿Y tú que sientes por él? –sonrió maliciosamente.
¡Oh cielos! No se me daba muy bien mentir, pero sabía que me consideraría una loca si le contaba todo lo que pensaba, por ello no lo haría, además, eso no era propio de mí. Así que debía de improvisar alguna respuesta creíble.
-Eso ya te lo acabo de decir –me mordí el labio mientras examinaba su rostro, no había comprendido-. Lo acabo de conocer –aclaré.
-Pero debes de sentir un cierto interés hacia él, ¿no es así? Me refiero a que, ¿Te sientes atraída hacia el?
Supongo que le debería de bastar las monosílabas.
-Si.
-¿Si qué?
Al parecer no.
-Me siento atraída hacia él –bajé la vista avergonzada.
-¿Mucho? –sonrió.
-Si.
Transcurrieron unos segundos en los cuales estuvo pensando y murmurando en voz baja, iba a continuar con las preguntas, por lo que traté de disimular que colocaba atención al Sr. Collins. Sarah trataba de hablarme y este primero le interrumpía regañándola, ella roja de la vergüenza se quedaba en silencio y luego miraba su escritorio, sin moverse.
Permanecí rígida durante todo el tiempo, quería salir lo más rápido posible y evadirla, por lo que debería de correr cuando sonara el timbre
Y así fue, corrí lo más rápido que pude, sin que se diera cuenta. Con cuidado crucé los pasillos y llegué directo a la cafetería, ahí estaba Mark, John y Emily.
Busqué con la mirada a los Hardwicke, y a uno de ellos en especial, ahí estaban en sus sillas, como si nada les importara, como si estuvieran en una burbuja –de la cual nadie se atrevía a atravesar- y hablaban entre ellos, ¿podrían ellos gozar de tanta perfección?
Pero no estaba él, bajé decepcionada la cabeza y me dirigí a la mesa en la cual sabía que me esperaban.
-¿Qué tal tu clase, Alice? –Mark se dirigió a mí apenas me vio.
Le habría respondido algo como “Bien, aclaré algunas dudas” o quizás, “Tuve que responder un amplio cuestionario interior”, pero sabía que sería poco amable y sonaría malhumorada.
-Aproveché de ponerme al día –le sonreí para suavizar la tensión entre todos.
-¿Algo nuevo?
-Me senté junto a Sarah.
-Oh, genial –rió.
Me senté junto a Emily, en lo que ella observaba un boceto sobre sus horarios.
-¿Alice? –John estaba mirándome hace un buen rato, estaba ansioso.
-¿Si?
-Me preguntaba con Mark, bueno la verdad él debería de preguntarte –miró a este quien rió y se dirigió nuevamente a mí.
-¿Qué dices sobre organizar una salida? –me propuso.
-¿Salida?
-Si, una excursión… ¿Qué dices? –me animó.
-Eso sería genial –le alenté-. ¿Dónde?
-Podemos primero ir a la Push, dicen que habrá buen clima y luego podremos adentrarnos a un bosque, acamparemos.
-Yo no era una buena senderista e ir a una excursión, significarían piedras que estarían fuera de lugar, musgo, barro y raíces que me harían caer.
Me estremecí ante la idea.
-Irá Sarah, Emily, aunque Sarah invitará a unos amigos –puso los ojos en blanco-. Tú también puedes invitar a alguien –siguió, aunque lo último le desanimó por completo, lo demostró con gestos de mal gusto.
De todos modos no invitaría a nadie, no tenía a quien invitar.
-No lo creo –sonreí, había una chispa de esperanza en sus ojos-. No tengo a quien invitar.
-Oh, ya veo –se relajó.
Miré hacia mi derecha, Emily observaba sin comprender lo que decía el boceto.
-¿Ocurre algo? –le pregunté.
-No entiendo en que cambian mis horarios, parecen ser los mismos –sonrió.
-Oh, pero han de darte las clases con mayor nivel ¿no?
-Claro, por supuesto –rió cuando dejó el boceto.
Sarah cruzó la puerta de la cafetería junto a una chica y se le unió otra a su espalda, se sentaron a dos mesas de distancia, Mark y los demás notaron el cambio.
-No deberías de sorprenderte, siempre suele juntarse con amigas –dijo John mientras miraba hacia la mesa.
Observé a mi izquierda, hacia la mesa de los Hardwicke -la última de las esquina de la cafetería, la más apartada y a la cual nadie se acercaba- él seguía sin aparecer.
-¿Alice? –Emily trataba de identificar hacia donde miraba, quizás la expresión de mi rostro se notara diferente.
-¿Si, Emily?
-¿Buscas a Thomas? –preguntó en voz baja.
Mark estaba a la escucha y se giró a mirarme, dejó inconclusa la conversación con John, que instintivamente se detuvo y miró a Mark, esperándolo.
-¿Por qué?
-Es raro, no está junto a sus hermanos –parecía como si hablara consigo misma, entrecerré los ojos, captando ahora mucho más su atención.
¿Él estaba acá?
Traté de seguir el rumbo de su vista, dí en el blanco.
-Te esta mirando –dijo aparentemente nerviosa.
-¿En verdad? –sentí como la sangre se alejó de mi rostro.
-Si, mira, voltéate disimuladamente –apuntó con su dedo índice y me guió con cuidado.
Me volteé lentamente, escondida tras mi pelo y me topé con unos ojos –negros y provocadores- una sonrisa relampagueó junto a sus dientes –muy hermosa como para dejarme sin aliento-, levantó uno de sus dedos e hizo un gesto para que lo acompañara, me guiñó un ojo.
No lo podía creer, nuevamente. Me paralicé y no reaccioné por un buen lapso de tiempo.
-¿Te esta llamando? –me preguntó Emily, bastante sorprendida, su voz se quebró por la ansiedad.
-Si, me pregunto que querrá.
Me deslicé con cuidado por la silla, Mark no me quitaba la vista de encima y dirigió una fulminante mirada a Thomas. Me volteé con cuidado y examiné todo a mi paso, asegurándome esta vez, de no caerme o hacer algo vergonzoso.
Él me vio llegar.
-¿Cómo te ha ido en tu nueva clase? –preguntó cuando me indicó la silla que estaba enfrente, entre la mesa y yo.
-Hubiera sido mejor si Sarah no planease un interrogatorio para mí –dije repentinamente molesta.
-¿Interrogatorio? –rió entre dientes.
Miré mis manos que estaban apoyadas en la mesa, seguí las líneas irregulares de mi palma.
-Si, está empeñada en saber cosas, sobre mí.
-¿Qué cosas?
-Todo en realidad.
-Oh, ¿y respondiste con la verdad?
Levanté la vista y me topé con su mirada, enrojecí, el no se movió en ningún momento.
-Si.
Eso pareció agradarle, ya que sonría ampliamente.
-¿Por qué me has llamado? –pregunté confundida.
-Quería hablar contigo. ¿Esto te incomoda?
Parecía ansioso, como si deseara saber mi respuesta a pesar de todo, por lo que no comprendí esa innecesaria curiosidad.
-No –afirmé.
Frunció los labios.
-¿No tienes hambre? –dijo en voz aterciopelada.
Ahora que había vuelto a la realidad, me di cuenta de que sí tenía hambre.
-Algo –repuse en voz baja.
El me escuchó, luego asintió y se alejó a pasos sigilosos, a la fila de estudiantes. Le observé irse hasta cuando llegó.
¿Por qué esa innecesaria curiosidad? Lo que me trajo de vuelta a la conversación de Sarah, ella me habría preguntado sobre lo que sentía Thomas hacia mí, yo deseaba que se fijara en mí como yo lo había echo hacia él, pero no tenía claro sus sentimientos, ni sus gustos, ni nada parecido, eso me afligió como nunca antes creí que lo haría, me dolió la idea de que él no estuviera interesado en mí, que no fuera suficiente para él.
<<Al parecer ninguna parecer ser lo suficiente para él>> recordé, y la voz de Sarah al decir esa frase como sugerencia amenazadora, retumbó en mi cabeza, llegué a marearme con mis pensamientos, fruncí el ceño confundida, apoyándome con mis manos en la mesa, cerré los ojos, necesitaba pensar.
Thomas era alguien a quien no conocía en absoluto, pero había aprendido algo de él en estos entrecortados ratos, el era increíblemente perfecto –cabello revuelto, ojos intensos y una hermosura sobrehumana-, era como si no existiera, dudaba que en verdad hablara conmigo. Éramos completamente diferentes, por lo que imagino que debería de despertar esto la curiosidad de todos los ojos curiosos que me rodeaban. Hablaba cortésmente y siempre tenía atisbos de amabilidad y caballerosidad, algo que se había perdido con el tiempo hace más de un siglo atrás, era de otra época, aunque estuviera a la moda del siglo XXI. Era muy observador, tanto así que a pesar de estar pequeños momentos junto a mí, se daba cuando algo andaba mal o cuando me daba el tiempo para suponer algo.
-Hora de despertarse –susurró a mi oído.
Me aturdí por completo y de repente todo el esquema mental en mi cabeza se hizo pedazos, rompiendo mi concentración y dejando mi mente en blanco, sin poder reaccionar ante su llegada.
Él se rió al ver mi rostro y luego dejó una bandeja repleta de comida, levanté una ceja, entrecerrando los ojos, abrí la boca para protestar pero el sonrió y la cerré de golpe.
-No, no te comerás todo tu sola –miró hacia la ventana, sus pensamientos estaban ubicados en otro lugar al cual yo era ajena, y luego me entristeció no poder compartir un momento que no sea del instituto junto a él-. ¿Que es lo que pasa, Alice? –dijo con voz dulce, casi como un susurro, tiernamente preocupado, quizás notó mi expresión agobiada.
-No es nada –suspiré.
-¿Algo anda mal?
-Nada importante –negué con la cabeza, mirando lo que había para escoger de la bandeja.
El observó como yo decidía entre alimentos, uno a uno, hasta que me quedé con una manzana roja, que se veía tan apetecible e irresistibles que le di una mordida. Masqué con cuidado de no atragantarme, pero cuando el sostuvo me mirada, fue inevitable, tuve que tragar con rapidez para no ahogarme.
-¿Tienes algo planeado para este fin de semana? –me preguntó.
¿Qué? ¿Estaba bromeando mi mente? Si, eso debía de ser, mi pobre cerebro estaba imaginando toda esta situación y hacía que viera cosas que no eran ciertas, ahora esto era solo un espejismo más, que terriblemente se acabaría, para la agonía mía.
-¿Si o no? –prosiguió.
-No –respondí cuando me había asegurado de que no era mi mente la que me jugaba la mala pasada.
-El sábado por la mañana tengo pensado ir a Seattle, a arreglar unos asuntos ¿Me acompañarías? –me ofreció amablemente, aunque parecía divertido ante la invitación.
-¿Por qué haces esto? –pregunté aturdida.
-¿El qué?
-No lo sé –miré a la ventana sin prestar atención, luego lo miré a los ojos-, ni siquiera me conoces Thomas, me estás ofreciendo a que te acompañe a Seattle y aún así no entiendo el por qué de esto.
-¿Tienes algún inconveniente? –dijo.
-No.
-Entonces no hay problema –sonrió.
-¿Thomas? –fruncí el ceño.
-¿Si? –de repente se puso completamente serio, dudé en continuar.
-¿Por qué hablas conmigo? –pregunté, el no se sorprendió. Miró sus manos, sin mirarme cuando comenzó a hablar.
-Ni yo mismo lo sé, se que te han contado de que yo y mi familia no solíamos hablar con nadie, pero tu eres una excepción, una terrible diferencia te separa de las demás personas –dijo cuidado de lo que decía-. Si quiero invitarte a Seattle, es porque quiero que me acompañes, supongo. Me agrada la idea de estar un rato a solas en un lugar que no sea del instituto, ahora ¿Qué dices?
De repente el también estaba deseando lo mismo, y me abrumó la idea de que estaríamos a solas, en un auto, rumbo a Seattle.
Mi ser rebosaba de alegría, aunque no la demostrara.
-Bien, tendré que avisarle a Tyler –suspiré.
-Si quieres, yo mismo podría de hablar con él.
-No, eso no –palidecí-. Tyler es muy terco y no creo que le agrade la idea de irme a Seattle con un… chico desconocido.
-¿Soy un desconocido para ti?
-No, pero para él si.
-No lo creo –rió.
-¿Lo conoces? –le miré boquiabierta.
-Si, mi padre ha hablado con él, y un día tuve la oportunidad de hablar con él, al igual que Peter, es el jefe de la policía ¿no es así?
-Si, el mismo –bufé.
-¿Entonces iras? –me recordó.
-Si –murmuré roja de la vergüenza.
Él sonrió de oreja a oreja.
Le dí otro mordisco a mi manzana y noté que él no había comido absolutamente nada.
-¿No comerás?
-Este… no, no tengo hambre –vaciló.
-¿Por qué tanta comida, entonces? –fruncí el ceño.
-Para que pudiera de elegir lo que tu quisieras.
-Oh.
-¿Quieres que te acompañe a tu próxima clase? –se levantó de improviso y me puse de pie junto a él
-Debo ir a clase de Trigonometría –dije mientras revisaba el papel de los formularios.
-Se donde queda, ¿Te puedo acompañar? –sonrió.
-Oh, por supuesto –bajé la cabeza y me oculté tras mi pelo, el se fue a mi lado el resto del camino.



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Javy' Pattz

lunes, 15 de agosto de 2011

"La eternidad... es solo una opción"

Rumores – Capítulo 2

-Alice estuvo hablando con Hardwicke –dijo Mark queriendo impresionarlos.
De repente todos los ojos me miraron en aquella mesa.
-¿Eso es cierto? –dijo Sarah mirándome sorprendida.
-Si –miré mis manos que estaban sobre la mesa mientras los demás comenzaban a mirar a Mark, quien continuaba contándoles de aquel suceso.
Sarah Welch era una chica rubia, tenía una piel blanca, no muy bronceada, ojos azules claros, era más o menos de mi mismo tamaño. Ella era amiga de Mark, pero algo en ella notaba que estaba interesada en él, todos lo notaban menos él.
-Guau, eso es nuevo –se dirigió a los demás quienes rieron ante el comentario.
¿Así que todos sabían de Thomas?
-¿Por qué? –pregunté tratando de sacar información.
-Bueno... El no habla con nadie.
-¿Nadie? –demandé saber.
-Nadie, excepto sus hermanos –dijo John quien estaba sentado al lado de Emily.
John Davis era un chico de cabello oscuro, grasoso y su cara estaba llena de acné, tenía una piel normal, un poco morena, y estaba sentado junto a Emily Richardson, una chica tímida, se cabello negro, tímida y reservada, genial, al menos había alguien como yo.
-¿Quiénes son sus hermanos?
-Iremos a comprar una gaseosa, Alice… ¿Quieres venir? –me indicó Sarah apuntando hacia la fila de estudiantes que compraban alimentos-. Podremos hablar de ello allá ¿Te parece?
Emily se le unió mientras yo me ponía de pie y caminaba junto a ellas.
-¿Cómo es eso de que solo habla con sus hermanos?
Ella me miró con una sonrisa, luego miró hacia la fila.
-Bueno… -comenzó-, los Hardwicke no socializan con nadie, suelen ser reservados, solo hablan entre ellos.
-¿Siempre han sido así? –inquirí con curiosidad.
-Si, son como modelos de pasarela, estrellas, que se yo… -pensó durante un rato-. De hecho no debería de ilusionarte mucho, Alice, Thomas no se ha fijado en ninguna chica del instituto, nunca lo ha hecho, al parecer… No somos lo suficientes para él, puedes creer que es un ególatra o algo similar, pero no se interesa por nadie –me previno con una voz amenazante.
Por supuesto yo estaba haciendo totalmente lo contrario.
-Vale, gracias por el consejo –le agradecí mientras miraba hacia los ventanales.
-¿Quieres algo? –dijo una vez que era nuestro turno.
-Una gaseosa –dije.
-¿No tienes hambre? Deberías de comer algo…
-No, gracias, Sarah.
Parecen modelos de pasarela recordé sumida en mis pensamientos, miré hacia afuera como la lluvia mojaba los cristales, los árboles se movían a ritmo lento por el viento y unas siluetas que llamaron rápidamente mi atención, me enfoqué en ellos, todos tan pálidos como el mármol, eran tan sorprendentes que hasta creí que era una ilusión, producto de mi imaginación.
Habría estado mirándolos boquiabierta de no ser por Emily, quien me habló para decirme que debíamos de ir a nuestra mesa ubicada en un extremo de la pared, el extremo opuesto de donde se estaban sentando aquellos chicos.
-Son los hermanos de Thomas –me informó Sarah, adivinando mi concentración.
Oh, por eso el parecido.
-¿Cómo se llaman? –le pregunté mirándola, ella los miró y luego bajó la cabeza mientras cerraba los ojos y pensaba.
-Bueno, la rubia de allá junto al de pelo oscuro, son Annie Rosenberg y Jake Hardwicke los apuntó disimuladamente con el dedo-. La de pelo corto y negro, es Kristen Hardwicke… y el chico rubio es hermano de Annie, su nombre es Jeydon Rosenberg…
Me miró esperando que hubiese entendido, asentí, ella continuó.
-Son hijos del doctor Peter Hardwicke, no sé que interés tendrá en adoptarlos, imagino que debiera de tener problemas con su esposa –rió maliciosamente-. Si lo vieras, Alice, entenderías, él es como una especie, de… ¿Eterno adolescente?, si, se conserva perfectamente, como si no envejeciera… supongo que todas las enfermeras deben estar locas por él.
Emily la había escuchado y comenzó a reír mientras nos sentábamos nuevamente.
-¿Thomas es adoptado? –pregunté sorprendida.
-Si, todos.
¿Podría Thomas tener una vida más interesante? No lo creo…
En lo que miré hacia la mesa de los Hardwicke, me dí cuenta de que faltaba algo, el más importante de todos ellos, el que me había inducido a esa especie de curiosidad interminable… faltaba él.
-¿Qué miras? –preguntó con curiosidad Sarah.
-No es nada, Sarah –mi voz se quebró dos veces mientras trataba de recobrarme de aquello.
Miré hacia John y Mark, quienes estaban hablando de los equipos de baloncesto, los campeonatos que debían de hacer. Sarah me habló mientras una sonrisa aparecía nuevamente en su rostro, luego miró hacia la puerta queriendo que yo hiciera lo mismo, por lo cual me volteé y me encontré con unos ojos oscuros, que a la vez también me estaban mirando, el se rió y yo bajé la vista, avergonzada, una vez más.
-¿Ocurre algo? –preguntó confundida Sarah.
-No –negué con la cabeza cuando la miré.
-¿Segura que no tienes apetito? –insistió.
-Segura –sonreí tratando de convencerla.
-¿De donde vienes? –preguntó con curiosidad.
-De Jacksonville.
-¿Por qué te mudaste a Forks?
-Humm, mis padres son divorciados, por lo que vine a vivir con mi padre, estuvo solo por mucho tiempo…
-¿Cuándo llegaste? –continuó con el cuestionario.
-Hoy mismo –dije rápidamente.
Ella me miró sonriendo, contenta de haber sabido eso.
-¿Te quedarás acá?
-Si.
-¿Es muy soleado en Jacksonville?
-La mayoría de los días son soleados, las ciudades de florida son mucho más cálidas.
-Oh –asintió-. No me lo imagino.
Ambas reímos entre dientes.
-¿Qué dices Alice? –preguntó Mark alzando la voz.
-¿Sobre qué?
El sonrió y se miró con John.
-John dice que luego le toca Trigonometría, que podría de estar contigo en esa clase, ayudándote, también estará Emily…
-Oh, claro, eso es… genial –le animé a ambos.
-Ves te lo dije –se dirigió a John y ambos comenzaron a hablar.
Destapé la gaseosa y bebí un poco de ella, con mis manos jugueteé con la tapa hasta que alguien habló.
-¿Me harías el favor de acompañarme un momento? –dijo alguien a mis espaldas.
¡Dios que no sea él, que no sea ese adolescente perfectamente hermoso! Grité hacia mis adentros en lo que inhalaba todo el aire que podía sin hacer notar mis nervios.
Todos miraron hasta mi espalda y boquiabiertos dirigieron sus curiosas y sigilosas vistas hacia mi, inmediatamente me sonrojé.
-¿Alice? –dijo Sarah sin quitarle la vista a Thomas que estaba detrás de mí.
-Lo sé –dije en un susurro.
Me volteé lentamente a mirarlo, el estaba sonriendo, sentí como se aceleraba mi corazón.
-¿Qué dices? –me animó.
¿Sería el momento perfecto para saber más de él? Si, podría servirme de algo ahora que sabía muchas más cosas, él no se movió de ahí, al contrario estaba quieto como una perfecta estatua de un dios, o al menos eso parecía, demoré en reaccionar.
-Está bien –dije al fin.
Me levanté cuidadosamente de la silla para no tropezarme con algo que estuviera en el suelo para hacerme caer, miré hacia todos lados asegurándome de que nadie estuviera planeando mi asesinato y caminé dos pasos hacia adelante, todos los ojos se enfocaron en mi, yo, roja como un tomate, traté de ignorarlos, pero me era imposible, lo miré a él quien reía y luego se puso serio, cuando me siguió y me indicó una mesa que estaba vacía, en un extremo de la cafetería.
-¿A qué se debe esto? –le pregunté cuando me estaba ofreciendo un asiento mientras corría la silla, esperando a que me sentara en ella.
-¿Qué me dirías si te digo que es para hablar algo contigo? –dijo él.
-¿Algo como qué?
-No lo sé, ¿De qué quieres hablar? –me preguntó amablemente.
No respondí, dejé la botella de gaseosa en la mesa y nuevamente comencé a jugar con la tapa de esta.
-¿En qué piensas? –preguntó ansioso.
-En lo raro que es todo esto –dije casi instintivamente, era cierto.
-¿Por qué?
-Bueno, me han dicho que tú y tus hermanos, prácticamente no hablaban con nadie…
-¿Te hablaron de mí? –rió como si esto le divirtiera.
-Si.
-¿Que otra cosa hablaron de nosotros? –sonrió.
-Humm, ¿Eres adoptado? –pregunté queriendo no incomodarlo, por lo que utilicé la voz más suave y amable que pude, el rió y luego me habló con tranquilidad.
-Si, mis hermanos y yo… fuimos recibidos por Peter, pero de todos modos él realmente es nuestro padre, por así decirlo. Me refiero a que ha sido nuestra imagen protectora y nos ha apoyado en todo.
Quedé impresionada en la forma en que hablaba de él, tenía razón respecto a lo que había supuesto, Peter, su padre, era lo más cercano a lo que quería llegar a ser.
-¿Qué ocurrió con tus padres? –pregunté tratando no sonar entrometida, pero la curiosidad de mi voz se hizo evidente.
El rió en silencio.
-Murieron hace un tiempo.
-Oh, de veras lo siento –me disculpé.
-No te preocupes –sonrió.
Ahora que había finalizado el tema, recordé la mirada de Sarah, que no podía creer que Thomas estuviera llevándome a otra mesa de la cafetería.
-¿Me dirás por qué me has traído hasta acá? –insistí.
-Creí que ya te lo había dicho.
Le fulminé con la mirada, él sonreía sin hacerme caso.
-¿Te molesta que te haya traído?
-No –dije rápidamente, era cierto.
Hubo unos minutos de silencio, miré hacia la ventana húmeda por el frío y la lluvia que continuaba cayendo, como no se decidía a hablar, decidí en levantarme, para marcharme a hablar con los demás.
El me agarró de la mano -increíblemente helada, tan fría como la nieve… o el hielo- atrayéndome hacia él, sentí como me ponía rígida sin moverme del puesto.
-Por favor, no te vayas –susurró.
De repente hizo trizas mi pensamiento, miré hacia la mesa sin reaccionar, no me atreví a mirarlo hasta unos segundos después, mientras él soltaba nuevamente mi mano, muy rápido como para haberme dado cuenta.
-Pero no estamos hablando absolutamente nada –repliqué.
Asintió, de repente el negro de sus ojos me perturbó y el bajó la vista.
-Es solo que me complica todo esto –murmuró triste, me senté nuevamente rendida ante sus palabras.
-¿El qué?
-No sabes cuanto me cuesta hacer todo esto…
Me quedé en silencio observándolo, esperando a que continuara.
-Annie y Jeydon creen que me estoy comportando de manera estúpida –sonrió.
-¿Por qué habrías de hacerlo?
Me miró y arqueó una ceja perfecta, comprendí rápidamente. Sus hermanos creían que el estar conmigo, era hacer algo estúpido.
-Pero aun no comprendo, me refiero, a que tienes derecho a tener una vida social.
Hizo una mueca de disgusto.
-No es tan simple.
-¿No?
-No.
Fruncí el ceño confundida, ¿Es que acaso el era antisocial junto a sus hermanos?
-De todos modos tu eres la primera persona con la cual me comporto de esta manera –embozó una gran sonrisa, sonrisa que me aturdió.
-¿Es que acaso puedo correr una especie de peligro si me justo contigo? –le sonreí.
Miré su rostro, parecía alarmado, se había vuelto rígido, como una estatua –muy perfecta por así decirlo-, sus ojos se habían endurecido y su mandíbula estaba tensa. Creí haber dicho algo malo, pero ¿Cómo podría de haber reaccionado así?
-¿Dije algo malo? –quise saber.
-No, es solo que… -suspiró con el ceño fruncido-. Por un momento tus palabras fueron ciertas.
-¿Corro peligro al estar a tu lado?
No podía creer lo que estaba diciendo, ¿era él peligroso?, ahora entendí la especie de adrenalina que me causó el querer saber quién era él.
-Alice –me gustó en la forma en la que sonaba mi nombre de su voz-, el estar incluso cerca de mí, hace que estés en peligro.
Su voz se volvió dura, pero seguía siendo igual de aterciopelada.
-No lo entiendo.
Puso los ojos en blanco.
-Me refiero a que corres riego al estar cerca de mí, esto es un error que no debes correr.
El significado de sus palabras me hirió tanto como si tuviera cuchillos enterrados en mi corazón, lo increíble fue que acababa de conocerlo.
-Oh, ¿no quieres que esté cerca de ti?
-Eso es lo que temo –sus ojos demostraban una tristeza y agonía que yo no podía comprender-. Me ha costado tanto todo esto, pero aún así quiero permanecer cerca.
Ahora una chispa de esperanza renacía dentro de mí, no podía sonreír, pero por dentro estaba estúpidamente feliz.
-Debes irte –susurró con voz tranquila.
Entrecerré los ojos mirándolo fijamente, luego me volteé a mirar a mí alrededor, quedaban solo unos pocos alumnos. Sonó el timbre, avisándonos que debíamos de entrar a nuestras respectivas clases, y ya no tenía tiempo, quise correr, pero no quería dejarlo, ni tampoco separarme de él.
-¿No irás a clase? –le pregunté sorprendida.
El rió entre dientes.
-No –sonrió.
-¿Faltarás? –abrí los ojos como platos.
-No creo preocupar a nadie, además, Español es una de las clases a las cuales no es necesario que ponga atención, me refiero, a que me va muy bien.
-Oh –asentí.
Me dí media vuelta, dejando la botella de gaseosa y corrí hacia la puerta, era demasiado cobarde como para llegar tarde.
Por suerte cuando entré al aula el profesor de Literatura aún no había llegado, identifiqué su nombre como el Sr. Collins, me dirigí al primer puesto desocupado, cuando alcé la vista para mirar quien sería mi compañero de banco, me sorprendí al ver los ojos entrecerrados y sospechosos de Sarah, ella se habría extrañado de que Thomas me llevase a un banco apartado de los demás, prácticamente secuestrándome, y yo no habría querido pedir mi rescate.
Supuse que habría preparado para entonces todo un cuestionario.
-Hola –le saludé mientras me sentaba.
Ella asintió sonriendo.
-Cuéntamelo todo –me ordenó.
Suspiré ideando como empezar.





Comentarios & Sugerencias :3 Gracias por leer :D!  
Javy' Pattz

domingo, 14 de agosto de 2011

The Twilight Saga: New Moon!


The Twilight Saga: Eclipse!


"La eternidad... es solo una opción"

La Intrusa - Capítulo 1


La casa estaba intacta, todo era igual a como lo había visto la última vez que vine, caminé lentamente viendo cada cuadro, cada mueble, cada detalle. Cuando era pequeña, Tyler solía ir de caza todos los fines de semana, cuando no tenía trabajo… Ahora al parecer era igual, noté las cosas que utilizaba cuando solía ir de caza con sus amigos de toda la vida.
Me adentré al salón y observé los muebles, cuando me aseguré de que todo estaba en orden, fui hacia la cocina, ahí los muebles que mi madre había escogido, los colores vivos no resaltaban ahora, pero lo hacían cuando en ella el sol entraba, el aspecto veraniego que le daba era lo que le fascinaba a mamá, ella amaba el sol, el calor… Vivir en Forks, supuse que sería algo complicado para ella.
-Quiero que vayas a ver tu cuarto –rompió mi concentración de repente Tyler, me volteé a mirarlo-. Te he comprado la ropa de cama, le pedí ayuda a la vendedora, para que eligiera una que estuviera adecuada para ti.
-Eso es… genial –asentí, al igual que él, era de pocas palabras y esto le incomodaba tanto a él como a mí.
Sonrió mientras se dio la vuelta para alejarse, sentí sus pasos en la escaleras por lo que decidí seguirle, hasta llegar a mi pieza.
Mi cuarto estaba en el sector de la derecha, teniendo dos ventanas en las cuales entraba la luz en el día, una de ellas apuntaba hacia la carretera y a la parte delantera del patio de Tyler, mientras que la otra, hacia el costado, con vista al bosque. La cama remplazaba a la cuna que estaba en el mismo lugar, de la misma forma, esta había sido mi pieza desde que nací, todas mis cosas estaban en su lugar, mi padre las había limpiado pero no había removido nada, eso me preocupó, me sentí culpable por haberlo dejado solo tanto tiempo.
Me fijé en la ropa de cama, color violeta, en la lámpara nueva de escritorio, mi padre habría remodelado algunas cosas, estuvo bien, me agradó el cambio, sonreí mientras caminé hasta sentarme en un lado de la cama, en lo que llegué ahí, mi padre apareció.
-¿Qué dices? –dijo en un tono bajo, incómodo-. ¿Te gusta?
-Oh... si –sonreí-. Está linda.
-Cambié la lámpara… para que pudieras estudiar y escribir, ya sabes…
-Si Ty… –hice una pausa, antes de que se diera cuenta-. Papá, está linda.
-Que bueno que te haya gustado –asintió-… Bueno dejo que deshagas tus maletas.
Miró el cuarto durante unos segundos, sin saber que decir, miró hacia la ventana y se marchó… Una de las cosas que me agradaba de el, era que me daba la oportunidad de tener libertad, mi espacio, mi momento a solas.
Abrí los muebles y comencé a desempacar, guardando todas las prendas en orden y dejando para el final, ordenar lo que cambiaría de lugar en mi pieza.
Sentí el ruido de un motor afuera de la casa, por lo que me asomé a mirar, la neblina era escasa, por lo que me permitió ver al coche, que en realidad era una camioneta rojiza y las dos personas que descendieron de esta.
¿Visitas?... no me lo esperaba, observé con más atención a los dos hombres, uno era alto y de pelo largo, era joven y su tez era morena, mientras que el otro, era mayor, como padre e hijo, y tenía una silla de ruedas… me pregunto que le habrá pasado.
“Carl” oí gritar alegre a Tyler que acababa de salir de la casa, eso demostraba que los conocía, entonces yo debería de conocerlos, pero no recordaba sus rostros, quizás sería por la ausencia de estos años. No recordaba ningún Carl, ni tampoco un nombre similar, quizás recordaba el nombre del chico, pero no sabía ni como se llamaba, tampoco si nos habíamos visto antes.
Tyler entro en la casa después de hablar unos minutos con ellos, y a los segundos apareció en mi pieza, le miré confundida.
-¿Recuerdas a Carl Clearwater? –preguntó sonriendo.
Nuevamente ese nombre, recorrí mi memoria durante unos segundos, nada.
-No –dije en un tono bajo.
-Hmm, solía ir de caza con él.
Con razón no recordaba su nombre, había borrado todos los recuerdos dolorosos e innecesarios.
-Bueno, el si te recuerda –pensó durante unos segundos-… y quieren verte.
-¿Les dijiste que vendría?
Asintió sin decir nada.
-¿Y quien es el que está a su lado? –dije asomándome por la ventana nuevamente.
-Su hijo, Alex Clearwater –sonrió-. Es un buen muchacho, solías juntarte con él cuando venías acá.
¿Alex? Recordaba a un Alex, no muy bien, pero tenía vagos presentimientos de que al chico que estaba parado afuera, lo había visto antes, aunque fuera mas alto y hubiera crecido mientras yo no estaba.
-¿Irás? –Enarcó una ceja-. Te están esperando.
-Claro que iré… -suspiré mientras le seguía hacia las escaleras.
-Humm… -se volteó antes de bajar-. Me preguntaba, como tú no tienes auto…
¿Un coche? Sentí un leve presentimiento de que lo que me iba a decir, no me iba a agradar. ¿El acaso me había comprado un auto sin decírmelo? Eso me preocupó, pero por una parte, iba a ser bueno
Yo estaba ahorrando para comprarme un coche, pero Tyler al parecer se podría de haber anticipado, yo quería uno obviamente, ya que me desagradaba la idea de tener que ir en el reconocido coche patrulla de Tyler.
-¿Un coche? –demandé saber.
-Si, quiero que tengas uno para que puedas ir al instituto, sin que necesites de mí para llevarte… -continuó.
¿Instituto? Bien, me acababa de inscribir a mitad de año, ahora debía de acostumbrarme a ser la nueva.
-¿Me inscribiste en un instituto? –pregunté mientras me apoyaba en la escalera.
-Si, irás ahora mismo… -miró hacia abajo-. Bueno, dejemos de hacer esperar a Carl y Alex, vamos.
-Vale
Bajé con cuidado de no caerme y al salir de la casa, vi a los dos rostros nuevamente, ambos me miraban mientras me acercaba y sonrieron a la vez.
-Que gusto me da de verte… Alice –dijo Carl Clearwater-. ¿Te acuerdas de mí?
Le sonreí incómoda mientras miraba hacia Tyler, el se rió, luego Carl asintió comprendiendo.
-Solía ir de caza con tu padre… ¿Lo recuerdas?
Estiró su mano y yo hice lo mismo mientras él la estrechó.
-Si –asentí, eso lo recordaba.
El chico sonrió mientras yo miré hacia la carretera, observando como la neblina desaparecía, y las nubes parecían demostrar que hoy día llovería, arrugué la nariz.
-Hola –dijo acercándose-. Soy Alex Clearwater…
Le miré a los ojos, eran marrones y su rostro de la misma tez morena que le había visto desde la ventana y pegada en él una agradable sonrisa, era alto y tenía buena forma, pelo largo y negro, se veía que era unos años menor que yo, recordaba la diferencia de años que teníamos, entonces debía tener como unos quince o dieciséis.
-Hola –me mordí el labio-. ¿Solíamos jugar cuando éramos pequeños? ¿Verdad?
El se rió, me uní a sus risas.
-Si –asintió.
Me fijé nuevamente en lo alto que era.
-Me sorprende lo mucho que has crecido... –levanté las cejas.
-No es nada –miró la camioneta durante unos segundos-. Sería menos notorio si vinieras más…
-Bueno, he venido para quedarme –fruncí el ceño.
Me miró sorprendido.
-¿En verdad?
-Creo que ya es hora de que alguien acompañe a Tyler…
-Tienes razón –sonrió-. ¿Por cuánto tiempo?
-Para siempre… -evadí su mirada.
-Guau… -exclamó en voz baja.
Tyler y Carl se acercaron nuevamente.
-Le acabo de contar a Carl, que irás al instituto de Forks –dijo Tyler-. Supuso que debía de decírtelo ahora mismo, espero que te guste…
-¿Qué cosa? –me sorprendí.
Todos los ojos se centraron en mí, me fijé en Tyler, que me miraba fijamente.
-Pues, la camioneta –la apuntó, me volteé a verla.
Era grande y espaciosa, tenía un buen color y partes redondeadas, se veía fuerte, como las camionetas que salen intactas después de un accidente automovilístico, si, esta era una de las resistentes camionetas. Sin darme cuenta de lo mucho que me había gustado, comencé a reír, me giré nuevamente para responderle a Tyler.
-Es… Perfecta –dije aún sorprendida.
-Me alegra de que te haya gustado –dijo.
El rostro de Alex parecía contento, de su cara apareció la misma amplia sonrisa desde que lo vi, y luego caminó hacia la puerta del copiloto.
Me subí al auto instintivamente.
-Supuse que debería de recordarte como funciona esto.
-No es necesario –dije-. Creo recordarlo, Alex.
Las comisuras de sus labios se curvaron cuando pronuncié su nombre.
-En tal caso, que tengas un buen día en el instituto… -se despidió.
-Oh, si –salí de la camioneta junto a él.
Me encaminé hacia la casa, en busca de mis cuadernos y los libros que llevaría, debía de arreglar las cosas para estar lista para irme. No demoré absolutamente nada, en lo que en cosa de segundos llegué hacia donde los demás y me despedí, Tyler se acercó a la ventana del coche mientras me daba algunas indicaciones de como llegar y a donde ir. Luego de haberlo escuchado y memorizar todo, me entregó una nota con la dirección del instituto, y se alejó luego de despedirse de mí.
Le agradecí mientras retrocedía y avanzaba por la carretera.
No podía hacerme la idea de como iba a ser el instituto, a medida que avanzaba, era más complicado. Tampoco podía creer que un instituto estuviera rodeado de tantos árboles, como si estuviera en el centro de un bosque, bueno, a pesar de todo, lo estaba. Tampoco creía que se viera muy soleado, sobre todo ahora, que las gotas caían una y mil veces en el parabrisas.
La calefacción estaba encendida, y me habría colocado un impermeable antes de salir, para no empaparme con la lluvia. La carretera seguía igual de vacía, uno que otros autos se aproximaban y se alejaban como llegaron. Las casas ahora eran más seguidas y se veían las calles, giré hacia la derecha, recorriendo a una velocidad moderada mientras conducía, miré por la ventana las formas indefinidas de las nubes, y luego hacia el frente, para continuar con el camino, no se veían los estudiantes, ni tampoco autos en aquel vacío estacionamiento. En ese momento lancé dos teorías, la primera, podrían haber estado ahora en una zona prohibida, que podría ser lo más probable o, habría llegado muy temprano, aunque era dudable, mejor, muy tarde, si eso era lo más aceptable.
Me estacioné frente a una puerta en la cual decía en letras llamativas en una puerta color marrón “Dirección”.
Me bajé de la camioneta con el propósito de entrar lo más rápido que podía, para estar bajo techo y mojarme lo menos posible. Mientras corría y me colocaba la capucha para cruzar la poca distancia entre la camioneta y la puerta, caminé despacio con cuidado de caerme, no quería que ocurriera una desgracia el primer día de clases, pero conociéndome, debía de tener cuidado.
Lo logré, me sacudí las gotas del impermeable cuando entré a una sala poco espaciosa, con sillones que abarcaban la mayoría del espacio y un escritorio, en él, una señora que con sus cabellos canosos, dejaba atrás lo pelirroja que pudo haber sido, en aquellos tiempos. Ella estaba atareada con unos papeles, llenaba unos formularios y aún no había notado mi presencia, aproveché el tiempo para ver el nombre de su escritorio… Sra. Manson.
La llamé así, ella se sobresaltó de inmediato y yo procuré no mostrarme muy apresurada para no tener que molestarla demasiado, ella me miró de pies a cabeza con una media sonrisa en su rostro.
-Soy Alice Lutz –comencé mientras me aproximaba al escritorio-. Mi padre me inscribió en este instituto…
Ella asintió comprendiendo.
-Te estábamos esperando, querida –sonrió-. Tengo que pasarte estos formularios en cuanto te los entregue tienes que ir a tu clase, todo está indicado y encontrarás todo tal cual el plano –me entregó un papel con un gráfico de la escuela junto al horario y unas fichas de mis profesores.
Claro todos debía de conocer a la hija del jefe de policía y a si extraña madre, eso me incomodó, ¿Quién más sabría de mi? ¿Muchos?... Ojala que no fuese así, pero… En este pueblo no hay secretos.
-Alguna duda –me miró a la espera-… Cuando hayas finalizado todas tus clases, debes entregarme el formulario, para asegurarme que no te saltaste ninguna.
-Está bien –fruncí mis labios mientras le agradecía y me daba la vuelta para marcharme.
Ella me miró hasta cuando salí de la puerta, y luego mientras movió la cabeza con gesto de impaciencia, continuó con su trabajo, yo entré enseguida en la camioneta, procurando no caerme, y encendí el motor, el estruendo de este llamó la atención de la Sra. Manson, que saltó nuevamente frunciendo el ceño.
Retrocedí y me alejé rápidamente en cosa de segundos. Los alumnos estaban en la parte posterior a la cual me encontraba, ahí varios autos estacionados y estudiantes caminando por el aparcamiento estaban junto a mis ojos, avancé tratando de no llamar la atención de los ojos desconocidos, pero el rugido del motor no ayudaba del todo.
No me preocupó el viejo modelo de mi camioneta, ya que todos tenían autos un poco más modernos que el mío, o incluso del mismo tipo, recorrí con la vista al salir de la camioneta, el único que relucía de entre todos ellos, era un flamante Volvo plateado.
Caminé como todos los otros hacia la entrada y busqué según el plano el lugar al cual debía de dirigirme primero “Sala número 2”, me convencí que no sería tan difícil que debía de proponérmelo ahora mismo y encontrarla en el menor tiempo posible, ahora debía encontrar la cafetería, la cual no fue difícil de distinguir, con grandes ventanales un cartel pronunciando su nombre. Ahora debía de ir a la derecha en busca de la sala nuevamente, y lo logré.
Frente a una puerta con un gran número “3”, estaba el número “2”, En una puerta blanca, el linóleo relucía y hacía la diferencia entre las paredes.
Dos estudiantes iban delante de mí, por lo que decidí imitarles y entré junto a ellos, dejando el impermeable en un perchero sin llamar la atención. Algunos rostros curiosos me miraron enseguida, otros disimulaban ignorarme mientras miraban sus libros y luego alzaban precavidamente sus ojos.
En ellos unos hermosos ojos dorados se encontraron junto a los míos, la fuerza y el odio de su mirada hizo que me sonrojara y oculté mi rostro con mis cabellos. Luego de unos segundos, volví a mirarlo, supuse que mis ojos no estaban acostumbrados a tal perfección, me sorprendí de inmediato, su piel era pálida como el mármol, mucho más pálida que la mía, lo cual me impresionó… Una fuerte mandíbula, nariz recta, labios redondeado, sus ojos oscuros, bajo un cabello color cobrizo. Me estaba mirando nuevamente, por lo que tratando de disimular, seguí caminando hacia el profesor.
“Mr. Morgan” se leí en voz alta, el iba a ser mi profesor de Biología. Él me miró sonriendo, le entregué los papeles que firmó de inmediato, luego observó el pequeño salón y buscó con la vista algún banco.
-Ahí tenemos un pupitre vacío, espero que te puedas poner al día… Alice Lutz –leyó mi nombre en el formulario, traté de localizar aquel escritorio lo más rápido que podía.
Genial… Me tocaba sentarme al lado del misterioso chico, no se qué tenia contra mí, quizás habría roto su concentración o algo similar, así que no creí que estuviera de ese modo por el resto de la hora… Eso espero.
-Bueno, como ya todos están presentes… -alzó la voz Sr. Morgan, comenzando la clase-. He de informarles que hoy veremos el comportamiento de las células raíz de cebolla...
Lo demás de la clase yo ya me lo sabía, así que no era de un gran esfuerzo poner atención, caminé hacia el banco que me esperaba, vacío junto a él. Me armé de valor, roja como un tomate, en caminar hacia mi destino, me tropecé en varios movimientos torpes, con las sillas y mesas, también cuando caminaba en una superficie lisa, en uno de todos ellos, caí sentada en el lugar correcto, me senté bien y miré hacia la pizarra, mientras el Sr. Morgan escribía.
-Hola… -pronunció él-. Mi nombre es Thomas Hardwicke
¿Es que él podía ser más perfecto de lo que era?, su voz me dejó impactada tanto como sus ojos, demoré en reaccionar ante sus palabras, lo miré confundida, el odio de su rostro estaba borrado, siendo reemplazado por una hermosa sonrisa.
¿Era acaso bipolar? ¿Sufría de personalidades múltiples? Cerré los ojos mientras ordenaba mis ideas y miraba hacia el frente. El se quedó mirándome mientras se reía entre dientes.
-¿Tú eres Alice Lutz? –dijo tranquilamente, me giré sorprendida.
Se puso serio en lo que no le respondía, fruncí el ceño confundida.
-¿Por qué sabes mi nombre? –dije, el rió.
-Bueno, supongo que el Sr. Morgan lo acaba de decir… -esperó mi reacción.
Esa podría ser una razón.
-Si, ese es mi nombre –repliqué frustrada, supuse que tendría que presentarme más de una vez, seguramente, hoy sería un día agotador.
-¿Qué ocurre?
-¿Por qué? –pregunté sin comprender.
-¿Desde cuando que te mudaste a Forks? –prosiguió sin responder a mi pregunta.
Ideé una forma de decirle que me acababa de mudar de Jacksonville, porque no quería complicar a mi madre y había dejado mucho tiempo solo a mi soltero padre, me mordí el labio.
-Bueno, mis padres se divorciaron hace tiempo… -empecé, quizás eso no fuera importante por lo que decidí continuar-… Vivía en Jacksonville con mi madre, pero mi padre estaba solo, por lo que decidí hacerle compañía.
Recordé el pequeño detalle de que no tenía ganas de quedarme acá, de que quería estar en Jacksonville, en un lugar donde no lloviera tanto, donde hubiese sol, suspiré mirando hacia la pizarra.
-¿Y eso no te agrada? –pronunció lentamente como si quisiera no molestarme con su pregunta.
¿Y eso le importaba? ¿Qué le importaba a él sobre mi felicidad? Yo quería que mi madre siguiera con su vida, dejarla tranquila. Pero por otro lado no quería que mi padre estuviera más tiempo solo, podría empezar con un tipo de depresión, sobre todo para alguien reservado como Tyler.
Hubo un momento de silencio incómodo, el me sostenía la mirada, sin rendirse ante su curiosidad.
-La verdad, quería que mi madre tuviera la oportunidad de vivir su vida tranquila, también temía que a mi padre le hubiese dado depresión, supongo que la soledad le ha de haber afectado demasiado.
-Eso es muy generoso de tu parte… ¿Lo sabías? –replicó con voz dulce.
-¿Eso importa? –dije finalizando el tema, no quería continuar con esto.
-Siento haberte incomodado.
-¿Qué? –el miró sus manos blancas, mientras movía lentamente sus dedos-. No es cierto.
-¿No fue así? –sonrió.
-No.
-Pareces molesta.
-No lo estoy –resoplé-. Es solo que no me gusta Forks…
Y era cierto.
-¿Por qué? –ahí nuevamente con su curiosidad.
-Hubiese preferido un lugar con más sol, donde no lloviera todos los días, donde al menos pudiese haber calor –suspiré.
El se rió. Me molestó tanto como su perfección, fruncí el ceño sin comprender la gracia del asunto.
-¿Qué? –demandé saber.
-No es nada… -trató de ocultar su sonrisa-. Es solo, lo irónico de todo esto.
El resto de la clase traté de poner atención, pero mientra la clase se volvía cada vez más aburrida, comencé a garabatear con el lápiz unos formas indefinidas, me sentí observada a mi lado, el continuaba mirándome, traté de disimular que no me había dado cuenta.
-¿Tu madre se quedará sola? –rompió el silencio, volviendo al tema.
-No –dije con tranquilidad-. Con mi hermano, Mathias.
-¿Mathias Lutz? –adivinó.
-Si –nuestras miradas se encontraron, sus misteriosos ojos negros, increíblemente oscuros, se cerraron.
No sé que parte de él me fascinaba más, la oscuridad atrayente de sus ojos; lo increíblemente pálido que era; su atractivo físico o su pelo color cobre desordenado.
-¿Tu siempre has vivido en Forks? –pregunté, queriendo haber adivinado.
-No –contestó, reservado, mientras trataba de formar una sonrisa, que después de todo salió forzosa-. Nos mudamos hace un tiempo.
-¿Cuánto tiempo?
-Unos cuantos años –me miró sin comprender-. ¿Por qué?
Su tono defensivo aumentó mi curiosidad.
-Solo curiosidad –murmuré.
-Mi familia y yo nos mudamos de Alaska –dijo él.
-¿Alaska? –repetí.
-Si.
-¿Por qué se vinieron a Forks?
Me miró como deseando no haberme dicho nada, frunció el ceño mientras respiraba como si se estuviera controlando, creí que habría dicho algo malo. El sostuvo mi mirada por más de un minuto, inmediatamente me puse roja y traté de ocultarme entre mi pelo.
-Bueno, Peter había recibido una oferta de trabajo, y decidimos vivir en Forks –le miré sorprendida ante ese detalle.
-¿Peter?
-Mi padre –dijo como si esto le alegrara, como si su padre fuera la imagen de orgullo de él.
-¿En que trabaja tu padre? –pregunté.
-Es doctor, trabaja en el hospital de Forks.
-Oh –asentí comprendiendo.
La hora pasó rápida, traté de concentrarme en la charla del Sr. Morgan, pero me era imposible, no podía dejar de pensar en aquella persona sentada a mi lado, que no paraba de observarme.
Luego la rabia volvió a sus ojos, ni siquiera sabía la razón, negó con la cabeza, le miré de reojo y él hizo lo mismo, el momento se puso tenso, pero gracias a un desconocido que emitió un sonido con su silla al voltearse hacia mí, rompió lo incómodo que me resultaba tener que ser prisionera de su mirada.
-Hola –dijo, aparentemente nervioso-. Me llamo Mark Richardson.
-Hola –sonreí-. Yo soy Alice Lutz
Mi voz sonó débil, se me quebró varias veces, me era imposible concentrarme, Thomas no me quitaba la vista de encima.
-¿La hija del jefe de la policía? –adivinó, Thomas miró hacia él como si se hubiese enterado de algo nuevo.
-Si –claro, todos debían de saber quien era yo.
-¿Siempre has vivido en Forks? –continuó con su cuestionario.
-No –negué con la cabeza, el sonrió-… vengo de Jacksonville.
Mark miró a Thomas como si este fuera un bicho raro, luego aturdido volvió la vista hacia mí.
-¿Hay mucho sol en Jacksonville?
-Si, es mucho más soleado que acá –respondí.
-¿Por qué te mudaste?
-Bueno, vine a acompañar a mi padre… el estaba solo.
-Oh, entiendo –asintió.
Mark era de pelo rubio pálido cuidadosamente arreglado con gel, tenía los ojos color azul claro, su rostro era similar al de un niño, o un bebé.
-¿Te quedarás en Forks?
¿Acaso había alegría en su voz? ¿Era demasiado importante si seguía acá?
-Si –respondí.
Sentí como Thomas miraba hacia Mark, como si lo odiara o algo parecido.
El Sr. Morgan interrumpió en el momento preciso un nuevo interrogatorio de él, que apenas lo escuchó llamándole la atención, se giró rojo de la vergüenza, sonreí aliviada.
Sentí suspirar a Thomas y lo miré a hurtadillas, él se dio cuenta de aquello, y me volvió a observar, esta vez no estaba furioso.
-¿Cuál es tu próxima clase? –preguntó con voz amable, como si nada hubiese pasado.
Miré en el folleto que tenía en la mesa, buscando el horario, una vez encontrado lo leí en voz alta.
-Literatura –dije rápidamente.
-¿Sabes como llegar? –dijo como si no creyera que fuera capaz de llegar a esa aula sin perderme.
-Si, eso creo… Pues, tengo un mapa.
El se rió por primera vez, su risa era atrayente, increíblemente seductora.
-¿Quieres que te?… -hizo una pausa, negando con la cabeza-. No esto no debe ocurrir.
La ira brotó de sus labios casi como un gruñido, lo miré sorprendida.
-¿Él qué?
-No es nada –dijo levantándose precipitadamente de su silla y en lo que sonó el timbre cruzó la puerta sin emitir palabra.
-Es raro –Mark se había dado cuenta de aquello.
-¿Quién? –fingí no saber nada.
-Hardwicke.
En la forma de su tono, noté que si tenía algo en contra de él.
-¿Tienes algo en contra de él?
-No, bueno nadie tiene nada en contra de ellos, claro que no, nadie tiene nada en contra de los perfectos Hardwicke.
-¿Los perfectos? –repetí.
-Si, son hermanos y todos están en el mismo liceo, son como… no lo sé. No se juntan con nadie, no hablan con nadie… –dijo casi molesto.
La curiosidad en mi abundo, ¿ahora todos lo consideraban a él perfecto? ¿tenía hermanos? ¿Cuántos? ¿Eran todos tan pálidos como él?
Sentí como si me estuviera adentrando en una especie de mundo anormal, del cual no debía, pero estaba demasiado interesada en ello, como si fuera… peligroso, ¿Qué tanto?, bueno, iba a correr el riesgo, no se porqué, pero quería saber que ocultaba detrás de su personalidad reservada y los pensamientos de Mark, que tenían los Hardwicke.
-¿Vamos? –propuso Mark mientras salíamos de la sala.
-¿Dónde?
-Hacia la cafetería –propuso con orgullo.
-Está bien.
Miré hacia el pasillo, además del resto de los estudiantes divisé una silueta que al verme se volteó hacia la dirección contraria, y se alejó de entre todos ellos.
Estaba haciendo algo que no debía, o al menos eso parecía, pero quiero saber que es lo que no debo hacer, porque razón el es tan interesante de los demás, ¿Por qué llamó tanto mi atención? 



Gracias por leer :D Sugerencias & Comentarios *-*
Javy' Pattz

sábado, 13 de agosto de 2011

“La eternidad… es solo una opción”

Prólogo


Miré por ultima vez mi pieza al cerrar la maleta, mi madre estaba preocupada por mi futuro, pero no quería hacerla pasar por todo esto. Yo me iría a vivir con Tyler, mi padre, eso no importaba mucho, ella se quedaría con Mathias, así que no se quedaría sola.
Mi madre iría por el mes, después volvería a Jacksonville. Me preguntó si estaba tomando una decisión correcta, pero nunca se negó, siempre pensó que yo era muy madura para mi edad, incluso más que ella. Quizás tenía razón, su espíritu de adolescente era completamente diferente al mío… quizás vine para cuidarla.
Me reí sola mientras bajaba las escaleras, mi hermano Mathias me miró extrañado y abrió la puerta con una mochila en la espalda.
-Supongo que no me debería de extrañar –sonrió con el ceño fruncido-, que te rías sola, en estos momentos.
-No –asentí-, supongo que no.
-Hmm… -pensó durante unos segundos, miró hacia el auto que estaba estacionado afuera de nuestra casa y luego me observó durante unos segundos-. ¿Por qué quieres quedarte?
Las comisuras de sus labios bajaron, suspiré y bajé el ultimó escalón.
-No lo sé –me mordí el labio-. Supongo que ya es hora de irme con Tyler…
-Eso es lo que me preocupa –frunció el ceño-. ¿Tuviste problemas con mamá?
-No, claro que no –hice un movimiento con mi mano para guiarlo hacia la puerta-. Solo que siento que ya no me necesita, ella tiene que rehacer su vida… y conmigo no sirve de mucha ayuda.
-¿Ý tú crees que conmigo si?
-La verdad, no lo creo –sonreí-. Pero Tyler ha estado solo mucho tiempo, creo que eso le hará mal.
-¿Solo te vas por él? –preguntó confundido.
-No, también para que mamá esté libre de mis preocupaciones.
Mathias rió entre dientes.
Coloqué las maletas en el auto y me subí con impaciencia, subió a mi lado y mi madre estuvo en el asiento del copiloto.
Miré el paisaje soleado mientras avanzábamos a gran velocidad, atrás habría quedado mi casa, mi vida, todo se quedaría acá desde que yo habría decidido abandonarlas y comenzar un nuevo rumbo, junto a mi padre.
Él y mi madre se separaron cuando Mathias y yo solo éramos unos niños. Mi madre siempre hablaba de él como una persona a la cual le gustaba estar sola y era preocupado por su trabajo, y tenía razón. Iba todos los veranos desde que era pequeña, pero este ultimo año no le he visto, y supongo que la soledad le puede estar afectando, me preguntaba si, un hombre como Tyler, pudo haber sobrevivido tanto tiempo solo, sin la compañía de alguien que pueda manejar una casa.
-Ya llegamos al aeropuerto, señora –le oí decir al chofer del coche, ella sonrió y luego nos miró indicandonos a que bajaramos, fui la primera en salir del auto.
Miré de vuelta a la carretera, el sol iluminando con cada detalle cada roca, cada auto, parecía como si este mismo se estuviera despidiendo de mi, hize una mueca, debía de acostumbrarme a estar en Forks, allá no sería lo mismo, sería como estar en un lugar en el que el sol, sería el ultimo en llegar.
-¿Te estas arrepintiendo? –Mathias me susurró a mis espaldas, me voltié, ví su cara sonriente y miré hacia mamá, que estaba caminando hacia nosotros.
-No sucederá –negué con la cabeza.
-Avísame si ocurre.
-Vale.
La gente al alrededor comía, se hablaban entre ellos, algunos corrían a tomar sus vuelos y otros esperaban casi dormidos en los asientos, los observé como si esto fuera una especie de sueño, del cual ya nunca iba a despertar, Forks, me esperaba, el frío me rodearía, la nieve, la lluvia.
Me estremecí, mis ojos se enfocaron en el pelo claro de Mathias mientras se sentaba en uno de los asientos.
Me senté junto a él, mi madre iba a pagar los pasajes.
-Estas rara –se quejó-. Te noto extraña…¿Estás bien?
-Perfectamente.
-Húm –suspiro-. Creo que tendre que acostumbrarme a verte así.
-Por favor –reí-. Estoy bien.
-Supongo.
Mi madre volvió luego de unos minutos, Mathias me observaba ya hace un buen rato, no me inquietó, le ignoré mientras miraba hacia la ventana, como los autos del exterior avanzaban y se alejaban a la distancia, escuché mi nombre y me volteé, los ojos claros de mi madre se encontraron junto a los míos.
-¿Ocurre algo Alice? –mi madre me miró curiosa, noté en su mirada la tristeza que le daba que me fuera de casa.
-Hmm, no ocurre nada –sonreí.
-¿Estás segura de quedarte allá?
-Si, mamá.
Suspiró mientras se sentó en el asiento de enfrente, volví a mirar hacia las ventanas, nada interesante.
Escuchamos anunciar nuestro vuelo, recorrí con la vista a todas las personas y me detuve en la mirada sigilosa de Mathias, sonreí, parándome de mi asiento y me dirigí hacia nuestro avión, mi madre iba más adelante caminando, Mathias me fue siguiendo y yo iba mirando cada detalle, de lo que sería, mi último día de sol.



Espero que les haya gustado (: Acepto comentarios, críticas y sugerencias :D 
Javy' Pattz

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¡Hola! Este el es comienzo de lo que sería... StolenHearts*-*!, mi propósito es publicar mis historias y hacer una comunidad de lectores. ¡Oh cielos! como deseo que les guste esto (:
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Javy' Pattz 
Creadora de StolenHearts*-*!