martes, 20 de septiembre de 2011

"La eternidad... es solo una opción"

Capítulo 5 – Dificultades

Tenía más que claro que había cosas por las cuales una persona era capaz de dar su vida, también entendía que las personas que dan la vida por algo, ese algo, debía ser muy importante... Yo sería capaz de dar mi vida por Thomas, y el haría lo mismo por mi.
Me giré nuevamente de la cama para mirar el despertador que daba las seis y media.
“Aún es muy temprano” pensé y miré hacia la ventana, afuera, ya había amanecido y la neblina comenzaba a desaparecer, el rocío matutino había dejado húmeda mi ventana, que estaba repentinamente abierta. Me paré de golpe y miré a mí alrededor. El corazón se me detuvo cuando me topé con unos ojos negros. Él estaba sentado en la silla junto a mi ordenador. Solté un gemido al tiempo que me desvanecía por el susto.
-Lo siento –susurró mientras se paraba a máxima velocidad y me sostenía entre sus brazos-. No era mi intención asustarte.
-¿Cómo entraste? –Miré hacia la ventana-. ¿Tyler sabe que estás acá?
-No, tu padre se ha ido hace un par de minutos. Fue interesante verte dormir plácidamente.
-¿Qué? –le miré sorprendida-. ¿Algo nuevo?
-Si, esta noche has estado más relajada… de hecho, sonreíste mientras pronunciaste mi nombre –sonrió.
-¿Has venido antes? –pestañeé sorprendida.
-Si, desde que te conocí –reconoció mientras me apartaba el pelo de la cara.
-¿Entraste por la puerta? –me senté en la cama.
-No, entre por la ventana –sonrió.
-¿Cómo? –Saqué mi cabeza hacia el aire húmedo y la volví a introducir a mi pieza cuando había sentido la brisa helada-. ¿Trepaste? –inquirí cuando no vi ninguna cuerda ni escalera.
-Si –sonrió con orgullo.
-¿Aún no puedo entender que haces acá?
-¿Quieres que me vaya? –se acercó a la ventana, curioso y sacó la mitad de su cuerpo mientras me observaba.
Lo miré con pánico.
-No, no, no –insistí-. Claro que no, por favor, no salgas –supliqué.
-Tranquila –relució sus dientes-. No me iré.
Miré hacia un calendario mientras me dirigía hacia él, deslicé los dedos hasta llegar al día de hoy, me acordé de la invitación de Alex, el me había llamado el día anterior ofreciéndome ir a su casa, allá estaría Carl, y podría oír nuevamente las historias de los vampiros.
-¿Tienes que salir?
-Si –saqué mis artículos de aseo de mi escritorio y me volteé a mirarlo, me acerqué a él. El me retiró las cosas de mis manos y las lanzó a la cama, luego me rodeó con sus brazos y me atrajo hacia él.
-¿Puedo saber con quién? –con la única mano desocupada extrajo una hoja donde tenía anotada la dirección de Alex.
-Un viejo amigo, se llama Alex Clearwater –respondí.
Se sorprendió cuando pronuncié su nombre.
-¿Sueles juntarte con los de la Reserva muy frecuentemente? –me soltó para poder observarme mejor.
¿Conocía a los de la Push?
-Si, bueno –empecé-, el padre de Alex, Carl Clearwater…
-Lo conozco –me interrumpió.
-Vale, Carl es un amigo de mi padre y solía venir con Alex cuando yo era… menor –continué hablando mientras me sentaba en la cama, pero él nuevamente me atrajo hacia él, sentándome en una pierna y observándome mientras hablaba-. Alex y yo jugábamos y solíamos pasar la mayoría del tiempo, juntos… Hasta que me iba a Jacksonville.
-Desde entonces no lo veías hasta este año –adivinó.
-Exacto.
Miró hacia la ventana y luego cerró los ojos, me invadió una curiosidad inmensa y me incliné para verlo, el sonrió despreocupado. Me enderecé a ver hacia la puerta, para comprobar que ni mi madre, ni Mathias estuvieran despiertos.
-¿Mathias está acá? –ladeó la cabeza para observarme con cuidado.
-Si –caminé hacia el pasillo-. Iré a confirmar que esté dormido…
-Está durmiendo –rió.
-¿Cómo lo sabes? –regresé a la puerta.
-Porque habría sentido el ruido de sus pasos, si estuviera despierto –se volvió a sentar y caminó hacia la ventana.
-¿En qué piensas? –pregunté.
-¿Cómo supiste que era yo? –frunció el ceño.
-Oh, esto…
No quería delatar a Alex, de pronto me sentí culpable de haber sabido aquellas historias, y de que justamente esas historias provinieran de su boca.
-Alex me las contó cuando venía hacia Forks –golpeteé con mis dedos un mueble, el notó mi nerviosismo-, pero supongo que lo hacían para que no fuera hacia los bosques… el creía que yo no le creería, y no lo hacía. Pero ahora todo tuvo sentido.
-Oh, y me reconociste de inmediato –sonrió-. ¿Funcionó lo del bosque?
-Nunca iba hacia el bosque, soy una muy mala senderista. Pero ellos pensaban que iría, pues, lo tengo a mi lado –apunté hacia la ventana-. Tampoco es mucha diferencia con el resto de las casas, literalmente, Forks es una ciudad en medio de un bosque –hice una mueca.
Entonces el esperó a que continuara.
-No, no fue así –cerré los ojos para ordenar mis ideas, demoré en continuar-, al principio pensaba eras reservado, nada más. Luego comenzaste a hablarme y descubrí que algo en ti, no era de esta época, después aparecías de la nada… o podías luchar contra mí sin esforzarte.
Recordé la vez que me agarró de la mano para que me quedara con el en la cafetería. El pensó durante unos segundos.
-¿Alex Clearwater te habló de nosotros?
-Si –tartamudeé-. ¿No debería de haber hablado?
-No –sonrió-, acaba de romper una regla fundamental de su pueblo.
-¿Regla?
-Si –asintió-. ¿Por qué no tienes miedo de estar a mi lado? –dijo cada palabra con cierta lentitud, como si las analizara una y otra vez.
Negué con la cabeza.
-También me dijo que ustedes no bebían sangre humana.
Sus ojos relampaguearon, no debí haber dicho eso.
-¿El te dijo eso?
-¿Acaso es mentira? –mi tono había sonado enfadado, suspiré mientras me iba de la pieza.
-No, es cierto –dijo mientras me alcanzaba-. Pero es que no por eso dejo de ser peligroso ¿sabías?
-No me harás cambiar de opinión respecto a temerte –dije mientras bajaba por las escaleras.
-No quiero que lo hagas –dijo de repente, bajé el último escalón y me volteé a mirarlo.
Fui hacia la cocina y me serví cereales y le vertí un poco de leche, los miré por un rato antes de comerlos.

Dí unos golpecitos a la puerta, pero nada respondió. Golpeé más fuerte, algo frustrada, y esta vez una voz que yo reconocía habló tras ella.
-¿Quién es? –dijo esta a tiempo de que se acercaba y se sentía la manilla de la puerta.
-Soy yo, Alice –sonreí cuando le vi la sorpresa de su rostro.
-¡Alice! Me sorprende que estés aquí –abrió la puerta de golpe y apuntó a un sillón-. Siéntate y ponte cómoda, esta es tu casa… ¿Quieres que llame a Alex?
-Si, por favor –me senté mientras miraba hacia las cortinas delgadas y de las cuales se podía ver el exterior.
Carl se marchó a toda prisa y sentí como abría una puerta rápida y bruscamente. Luego las voces que me parecían susurros y los pasos torpes y fuertes que corrían y se aproximaban hacia mí.
En eso apareció Alex con aspecto de estar recién levantado, su respiración estaba agitada y una sonrisa apareció en su rostro, su pelo estaba desordenado y suelto, su polera estaba algo alborotada. Corrió hacia mí y me abrazó a tal intensidad que me levantó del suelo, reía a carcajadas sin soltarme del suelo y giró dándome vueltas, sus risas llenaron la habitación. Sentí como se me iba la respiración con la fuerza de su abrazo.
-Alex… no puedo respirar –dije con voz entrecortada.
El me soltó.
-¡No creí que vendrías! –dijo-. La verdad, creí que tendría que ir a buscarte con tal de que nos juntáramos a hablar un día de estos.
-Tampoco es que me hiciera de rogar –le dí un codazo mientras me unía a sus risas.
-¿Qué haces acá? –se sentó en el sofá de al frente.
-Oh, supuse que podríamos juntarnos para hablar… de algo –vacilé-. Hace días que no hablamos… ¿No te molesta verdad?
-¿Cómo lo crees? Claro que no, es solo que me tomaste por sorpresa.
-¿Estabas durmiendo? –volví a mirar su aspecto.
-Decidí darme un descanso, anoche estuve arreglando el Volkswagen –dejó de hablar, se mordió el labio incómodo.
-¿Es un buen auto? –le animé.
-Oh si, claro, de hecho, creo que lo dejaré mucho mejor de lo que pensaba –sonrió y se puso de pie, me alcanzó una mano al tiempo que me levantaba y me llevaba hacia la puerta-. Puedes acompañarme mientras le reparo, así podremos aprovechar de hablar.
Le seguí mientras nos encaminábamos a la parte trasera del jardín de Carl. Había una especie de garaje, Alex me guió y entramos mientras él recogía miles de herramientas y la dejaba sobre una banca que había a un costado de la pared. Estaba desordenado y había paños manchados con aceite de auto.
De alguna forma u otra me sentía cómoda en ese lugar.
-Bueno –suspiró-. Perdona el desorden.
-¿Qué? ¿Es una broma? –Fruncí el ceño-. No soy una chica con comodidades, Alex, no te preocupes, de hecho, es bastante agradable.
Había una gran manta cubriendo el coche de Alex, el la removió y luego abrió con cuidado la puerta. Relució entonces el Volkswagen con un tono oscuro y en su interior ya estaban colocados los asientos, tapizados con cuero.
Me sugirió que me sentara ahí mientras él reparaba el motor, también habíamos comenzado a hablar de nuestros horarios y de como nos iba en el instituto.
-Carl dice que no debo dejar mis estudios –Alex seguía reparando el auto y asomaba sus ojos para comprobar que aún seguía ahí de vez en cuando.
-Y no lo debes dejar.
-No los dejaré, te lo aseguro, pero el creé que mientras siga reparando autos, me olvidaré de mis deberes.
-¿Qué opinas sobre eso?
-Que no tiene sentido, no los dejaré por ningún motivo, además, el sabe que yo soy responsable en ese aspecto
-Vamos, tu eres responsable en todo –me eché a reír.
-Bueno, supongo que soy un buen chico –dijo con sarcasmo-. Supongo que a Tyler le agrada la idea de que me junte contigo.
Asentí mientras observaba mis manos con aspecto ausente.
-¿Recuerdas las leyendas de los Hardwicke? -traté de cambiar de tema e ir directo al grano.
-Si, la de los vampiros –se levantó mientras iba a buscar una herramienta-. ¿Por qué?
-No, es que me interesó de repente, saber más sobre ello.
-¿Conoces a algún Hardwicke? –dijo su apellido como si fuera algo al cual no le gustaría relacionarse, no por malas influencias ni nada por el estilo, sino como algo lejano a su naturaleza, algo suficiente como para guardarle un cierto rencor.
-Si –admití, aguardando el momento perfecto para decidir cuando decir su nombre.
-¿Quién? –bramó mientras dejaba lo que estaba haciendo.
-Thomas Hardwicke –dije lentamente, cerré los ojos para no verle la cara, que comenzaba a endurecerse.
-¿Qué quieres saber? –suspiró.
-¿Qué hacen en realidad? –los abrí de golpe para darme cuenta de que no tomaba muy en cuenta las historias.
-¿Quieres saber si matan gente? –rió-. No lo hacen, solo cazan animales… No sé por qué, ni me interesa. Se supone que no debo hablarte de esto.
-No se lo diré a nadie –intenté sonar algo atrayente para que continuara hablando.
-Se que no, pero estoy faltando a una regla, que no quiero romper.
-¿Qué regla? –volví a escuchar ese termino por segunda vez en el día, ahora Alex podría decírmelo, y esta vez con más detalles.
-No debemos decir quienes son ellos –terminó de arreglar el motor y comenzó a limpiar el auto-, y ellos no deben tocar a nadie del pueblo.
-Pero si ellos no se alimentan de humanos –le recordé.
-Siempre hay que tomar precauciones, Alice –sonrió-. Independientemente si lo hayan prometido o no, no confío en ellos.
Me levanté del auto mientras miraba hacia el bosque.
-¿Cómo sabes de eso? –parecía alarmado.
-Son historias de tu pueblo ¿no? –traté de sonar indiferente.
-Si, pero pareces conocer algo más, y creo que estás bastante segura de conocer algo referente a ello.
-No se nada, excepto de lo que me has contado tú –mentí, le apunté con el dedo.
-De todos modos, no averigües, son solo historias de terror, Alice, no pierdas tu tiempo, no tiene importancia –se giró.
-Está bien.
-¿Piensas que el tal Hardwicke tiene algo que ver? –salió y caminó hacia un árbol, le seguí.
-Se llama Thomas –le corregí.
-Bueno, Thomas.
-Bien, es solo… que su apellido me sonó familiar.
-Entonces recordaste las historias –se rió entre dientes.
-Si –me senté en un tronco que había en el suelo, tirado, pero firme.
El hizo lo mismo.
-¿Puedo preguntarte algo? –su voz parecía triste, estaba reservado y miraba hacia el horizonte, parecía deprimido.
Contemplé su rostro con una agonía inminente, no quería que estuviera mal, sea cual fuese la razón.
-Claro –le dije, el sonrió al suelo.
-¿Estás saliendo con alguien? –frunció los labios mientras esperaba.
Quedé completamente petrificada, traté de que mi respiración volviera sin que se diese cuenta.
-¿Por qué lo preguntas? –dije a la defensiva.
-Curiosidad –sonrió.
-Húm –cerré los ojos.
-¿Si? –le escuché decir, no le miré.
-¿Quieres sabes si estoy con alguien en este momento? –desvié la mirada de el frente, observé a mi costado el bosque que se adentraba, amenazadoramente tentador.
-¿Tiene algo de malo? –preguntó con voz inocente.
-Depende de porque lo preguntes.
-No es que con esas palabras me des mucha confianza.
-¿De qué hablas?
-Que tu actitud demuestra que me estás ocultando algo.
-Oh, vamos, lo que ocurre con mi vida, no te incumbe –mi voz sonó furiosa, me mordí el labio-. Me refiero a que no siempre puedo contarte lo que me pasa –traté de sonreír cuando vi su rostro espantado.
-Solo quiero asegurarme de que tengo oportunidades –frunció el ceño.
-¿Oportunidades? –Me eché para atrás para poder mirarle el resto de la cara-. Habla claro, Alex.
-¿No te das cuenta? –bufó.
-No, si no me dices de qué –me levanté y caminé hacia el frente.
-Estoy enamorado de ti, Alice –me tomó de la mano, yo traté de soltarla, pero me fue imposible.
En ese momento, quería correr e irme y hacer como si eso nunca hubiese pasado. Pero no quería hacerle sufrir, aunque definitivamente, eso es lo que provocaría de todos modos. Se me vino la imagen de Thomas a la mente. Me estremecí.
-Alex –murmuré incómoda.
-No quiero que estés con otro, Alice –se puso enfrente de mí y no podía ver ninguna otra cosa que no fuera su amplia estatura-.
-Oh, vamos, Alex –aparté mi mano y traté de retroceder sin parecer como si quisiera escaparme, no quería hacerlo.
-¿Qué? –me agarró nuevamente-. Se que sientes algo por mí, Alice… Aunque no lo reconozcas. Y no me digas que soy solo tu amigo, porque no es así.
-Alex, no lo hagas difícil –caminé hacia mi camioneta.
-¿Difícil? –suspiró-. ¿Estás con el tal Hardwicke?
Me volteé a mirarlo como lo hace alguien que quiere que el otro entienda, con una impotencia increíble y haciéndome trizas por dentro al verle su rostro desarmado, abrí la puerta de mi coche.
-Es eso –se sentó en el tronco.
-Alex –susurré mientras iba hacia él-. Te quiero mucho, eres mi amigo.
-No lo digas –cerró los ojos.
-Pero quiero que entiendas –suspiré-, de hecho, no quiero que hagas nada… Porque tú eres genial, como lo dijiste, un gran chico. Pero lo siento, no quiero hacerte daño.
-Alice –me miró con tristeza.
-Alex, por favor, no seré capaz de vivir si estás así por mi culpa.
No respondió.
-Cualquiera que te vea se dará cuenta de la gran persona que eres.
-Pero no soy lo suficiente para ti.
Me congelé ante lo irónico del asunto, el creía que yo no era lo suficiente para él, como yo no creía que era lo suficiente para Thomas.
-Al contrario, eres mucho para mí.
-Oh si, eso es un gran consuelo –dijo con ironía.
Se puso de pie y golpeó el tronco furioso. Retrocedí un paso.
-¿Qué tiene él? –bramó como un perro furioso.
-Alex, contrólate –le supliqué mientras lo observaba como se pasaba las manos por el pelo.
-¿Es más guapo? ¿Tiene más dinero? –me miró con ira.
-Me alegra que pienses eso de mí –me encaminé a mi camioneta-. Esto llegó hasta acá.
-¡Eh! Alice, espera.
-No, Alex, es suficiente.
-Perdóname, he sido un idiota –se apoyó en la puerta de mi coche.
-Alex, solo olvídalo –arranqué el motor, este dio un enorme rugido.
-Que bah –quitó las llaves de mi camioneta, le fulminé con la mirada-. Al menos no quiero que te vayas enojada conmigo.
-No lo estoy –le aseguré, el pareció poco convencido.
-No te creo.
Me entregó la llave y se dio unos pasos en dirección al bosque.
-¿Vienes? –apuntó a su espalda cuando se volteó a mirarme.
-Tengo cosas que hacer, será en otro momento –dije y volví a encender el motor.
No quería que esto siguiera, ya que sabía lo que podía suceder. No quería que Alex se ilusionara ni mucho menos, pero tampoco quería hacerle trizas sus sentimientos, era mi amigo y se lo quería aclarar todo de una vez: nada de lo que él hiciera me haría cambiar de opinión.
-¿Estás enojada conmigo? –buscó algo en el bolsillo de su pantalón, hasta que dio con algo-. Ten, al menos quiero que tengas algo de mí.
Observé un collar tallado en madera, tenía la figura de un lobo, y vez signos que
No entendía.
-Esto…
-Oh, vamos, es un regalo de bienvenida –sonrió.
-¿Qué hay de lo que acabas de decir en un rato? –le miré tratando de entenderle.
-Prometo…
-No prometas nada –le interrumpí.
-Está bien –frunció los labios-. Te aseguro, que no me daré por vencido.
-No quiero que lo hagas –apoyé mi cabeza en el volante-, porque no quiero que te vayas.
-Supongo que eso me da esperanzas.
-Estoy con Thomas, Alex.
Me contempló mientras un atisbo de ira recorría su mirada.
-De todos modos no me rendiré –cerró la puerta e hizo un gesto con la mano para que partiera.
-Bien, buena suerte con eso –mi sarcasmo lo hizo estremecerse.
-Lo dices de esa manera para que me desilusione –colocó sus manos en la cabeza con aspecto enfadado.
-Eso es exactamente lo que quiero –dije con brusquedad.
-No lo haré –sonrió-. Cuenta con eso.
-Adiós, Alex –di marcha atrás mientras.
Él dijo con un susurro que apenas alcancé a escuchar:
-Por favor, Alice, piénsalo.
Avancé rápidamente por la carretera, observé el color verde de los árboles mientras pasaban y dejaban atrás las casas de la Reserva, suspiré. Quería tener un momento a solas, para pensar con claridad. Todo había sido tan rápido.
Por un lado, estaba completamente segura de que amaba a Thomas con todo mí ser, a pesar de que lo acababa de conocer, una parte de mí, había estado esperando por él, mientras que la otra, aún alerta, pienso que irá a desaparecer y es una de las cosas que más me tortura. No creo como alguien tan perfecto como él, fuera a existir.
El otro, era completamente diferente, no era un amor de necesidades ni nada comparado con el Thomas, Alex era un gran amigo, pero tampoco es que siempre lo fuera, él siempre había sido, tan… hermoso, por así decirlo, pero no le veía con otros ojos que como a un hermano. Y también sabía que él me quería de otra forma completamente diferente a la mía.
Aparqué en un costado de la carretera, donde estaba segura de que nadie más se estacionaría ahí, salí del coche para darme un respiro.
El aire era tan helado y reconfortante a la vez que me permitía ordenar mis pensamientos y aclarar las cosas que no podía hacer mientras el resto de la gente ocupara gran parte en mi mente. El viento azotaba frío mi rostro y me hacía recordar una de las cuantas cosas que extrañaba de Jacksonville. Cerré los ojos mientras me quedaba ahí, ausente a la realidad, como cualquier persona que disfruta de la soledad, yo era una de ellas, claro está, pero no por una regla de antisocialismo, lo veía más, como un relajo, mí tiempo a solas, era preciado. Una de las tantas cosas que había heredado de Tyler.
-¿Qué haces acá? –dijo alguien a mis espaldas.
Abrí mis ojos de golpe mientras trataba de respirar nuevamente, el corazón se me detuvo.
Me volteé a mirarlo, el estaba mirándome curioso, a la vez que algo asustado.
-Quería darme un respiro –murmuré en voz baja, sabía que él me escucharía.
-¿Algo anda mal? –su voz era mucho más reconfortante que el aire, sentía como rodeaba esa sensación extraña y agradable de alegría en mi cuerpo, me sentía a gusto de oírle pronunciar tan solo unas simples palabras, que sentía que bastarían para siempre.
-Fui a hablar con Alex –me apoyé en su pecho de hierro, el me rodeó en sus brazos de forma protectora.
-Leí su mente –susurró mientras suspiraba.
No podía oír los latidos de su corazón, pero en mi oído escuchaba con claridad su respiración, esta era acompasada, como si estuviese esperando estar ahí hace mucho tiempo y ahora estaba completamente satisfecho.
-Lo siento –dije con completa sinceridad, no debería de haber ido hacia Alex, debería de haberme quedado con Thomas.
-No tienes que disculparte por nada, Alice –trazó unos dibujos sobre mi piel con la yema de sus dedos-. Tú no has hecho nada, ni tampoco él.
Le miré sorprendida.
-¿No estás molesto?
-Claro que no –sonrió-. Él solo está enamorado de ti.
-Si, pero creí que te molestaría el echo de que… no lo sé, se sobrepasara.
-¿Quieres dar un paseo? –me tomó de la mano y me dirigió a mi camioneta.
-Claro… ¿Dónde?
-Oh, mis padres quieren verte.
Parecía divertirle ver mi rostro, ya que cuando me miró, rió entre dientes.
-No te morderán –rió-. Si es lo que te preocupa.
-No temía eso –dije con firmeza.
-¿No? –alzó las cejas.
-No. Pero… ¿Qué pasaría si Annie se enfadara?
-Así que ese es el problema. No importa lo que diga, Alice, no debería de prestarle atención –me miró y una sonrisa traviesa apareció en su rostro-. Ignórala, es lo mejor que puedes hacer. Yo lo hago.
-Oh, esa es una muy buena solución –reí.
-Por supuesto –se detuvo y miró el coche con aspecto pensativo-. Yo conduzco, señorita.
Caminé hacia este y me tomó por sorpresa cuando noté que el suelo parecía alejarse de mis pies, me tomaba con tanta seguridad y sin esfuerzo algunos, que perecía como si estuviera alzando una pluma.
Rió ante mi expresión, que no sabía si era de pánico o de asombro.
-Ahora, iremos a mi casa –me apoyó en el asiento del copiloto y me abrochó el cinturón.
-¿Qué he de esperarme? –dije antes de que cerrara la puerta, rió mientras se dirigía a la puerta del conductor.
-No habrán cadáveres ni tumbas –cerró la puerta y encendió el motor, que soltó un gran rugido, arqueó una ceja-. ¿No crees que debería de conseguirte un mejor coche?
-Que te pasa, un poco más de respeto, este perfectamente podría ser catalogado como una de las reliquias de los años sesenta.
-De eso no me cae la menor duda –sonrió-. Kristen estará feliz –dijo como si le desagradara la idea.
-¿Quería verme? –pregunté con curiosidad mientras avanzábamos.
-No sabes hace cuanto tiempo me ha estado insistiendo –rió.
-¿Si? No creo que mi compañía sea interesante.
-Lo es, créeme –sonrió.


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Javy' Pattz*-*

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