sábado, 3 de diciembre de 2011

"Psychosis"

"Psychosis"

Capítulo 8 - ¿Esto es posible?

 Deslicé el trapeador por el piso aún no encerado, me daba la sensación de que debería continuar así durante un buen rato, pero después de todo, estaba con Dan y él parecía hacer el triple de mi trabajo. No era justo, yo debía de ayudarle, él me había elegido como compañera de trabajo y debía de cumplir como su pareja, no dejarle el trabajo a él mientras me limpiaba las manos tranquila.
-Así como vas, supongo que vendrán todos a sus clases respectivas del día lunes -bromeó con un repentino buen humor.
-Muy chistoso, Dan.
-¿Es que nunca has usado un trapeador?, ¿o te trauma el hecho de que esto sea un lugar gigante? -sonrió con malicia.
 Le fulminé con la mirada, si fuera una persona miedosa, de seguro habría colapsado su corazón.
-Si, claro que he usado un trapeador -sacudí la cabeza mientras lo pasaba por un costado a mayor rapidez.
-Lo dudo -me molestó.
 Me giré a mirarle irritada, me dedicó una mirada inocente.
-Bien, aprovechando de que Tom no está en estos momentos para escucharnos... tienes que contarme cosas.
 Alzó las cejas, esperando mi pregunta.
-¿Por qué querría que me alejara de ti? -pregunté dudando de su reacción.
 Pero apareció la sonrisa torcida que yo tanto amaba.
-Esa pregunta ha sido respondida hace bastante tiempo, supongo. A menos de que no te hayas dado cuenta de lo obvio.
-¿De lo obvio?
-Si, al parecer no -rió-. Tom... está interesado por ti.
 Ah, si. Eso. Asentí con una mala expresión en mi rostro.
-Ajá, losé... a mi tampoco me agrada la idea -refunfuñó.
 Le miré sorprendida.
-¿Estás celoso?
 El globo interno de mi esperanza se infló con fuerza, sentía como si estuviera llena de aire, hinchada de tanta felicidad. Prudencia -me ordené-. Sin ilusiones.
 Me dedicó una mirada seria, como si no quisiera responder.
-Oh, ya veo, estás celoso -sonreí.
 Cerró los ojos mientras se apoyaba en la gradería.
-Basta de burlarse de mí.
-No me estaba burlando -relucí mis dientes con una amplia sonrisa, el se rió.
-¿Te estás vengando por la broma del trapeador? -rió con más intensidad.
-La verdad, no. No lo había visto de ese modo.
-Pero lo haces.
-Inconscientemente -le dediqué una mirada inocente.
 Su rostro quedó en blanco, me pregunté que le habría pasado.
-¿Dan? -le llamé con curiosidad.
 Se estremeció.
-No ocurre nada -me tranquilizó al instante-. Solo me he concentrado demasiado.
-¿En qué?
-Acabas de deslumbrarme -sonrió.
-¿Yo? -hice un gesto de desapruebo mientras reía-. No, no sería capaz ni de deslumbrar a Phillipe.
-Es un gran chico -rió.
-Si, creo que más normal que cualquiera de acá.
-Exceptuando la habilidad con el fuego... -me recordó.
-Claro.

 Emily:

 Espero que no estés molesta porque no te hayamos escrito en un buen tiempo, sabes que tu padre ha estado muy ocupado con la empresa, le han ascendido, pero sigue pensando que deberían de aumentarle el salario... no es que esté poco conforme, sino que hace ya bastante tiempo que no se lo suben, creo que han sido desconsiderados, ahora él opina que será el momento perfecto para pedirlo.
 Las cosas en la casa no han variado desde que te fuiste, la verdad, seguimos yendo a las obra de teatro y funciones que comienzan los miércoles por la tarde y tu padre cree que será una buena idea, quizás, hablar con tu director... se acerca tu cumpleaños, queremos celebrarlo.
 No te ilusiones aún, Emily. No hay nada decidido. Tu padre puede trabajar ese día, o tu director puede no dejarnos planear nada, ya sabes.

Te amamos, papá y mamá.

 Tragué saliva ante el primer mensaje, tenía un nudo en la garganta y los ojos me rebalsaban de lágrimas. Me armé de valor e  hice clic en el siguiente.

 Emily

 ¿Por qué no me has contestado?, ¿estás aún enojada con nosotros? Espero que puedas entendernos, la verdad... es por tu bien. No podemos hacerte visitas porque no nos lo permiten, estaremos así de distantes hasta nuevo aviso.
 ¿Que tal van las cosas por allá?, ¿has echo amigos? ¿Tus profesores son buenos contigo?, ¿no has tenido problemas con ellos?

Esperando aún tu respuesta
Mamá.

 Me limpié las lágrimas de las mejillas con el reverso de la palma de mi mano. El último correo era de hace solo unas horas, lo abrí antes de responderle.

 Emily

 Estoy comenzando a preocuparme ¿todo anda bien? Te he llamado como mil veces a tu celular, al parecer lo has olvidado por alguna parte. Espero que me devuelvas el mensaje, o me veré obligada a hablar con el director para preguntar si todo anda bien.

Mamá.

 Suspiré mientras inhalaba con fuerza y abría la bandeja de entrada y hacía clic nuevamente para escribir uno nuevo.

 Mamá

 No te preocupes, no estoy enojada con ninguno de los dos. No he podido contestarte mamá, porque no podemos estar comunicados desde ningún medio, me refiero, a que estamos sin celulares y los ordenadores solo están permitidos cuando tenemos que hacer un trabajo. Este es el caso y estoy en la sala junto a la biblioteca. El equipo no es nada de nuevo, de hecho, me parece que rugiera en vez de zumbar como lo haría uno normal.
 Mándale saludos a papá de mi parte, dile que le echo de menos, pero que no se preocupe por mí. También que no se aflija por el trabajo, ya verá como saldrá todo bien.
 Si he hecho amigos, mamá. Son realmente muy simpáticos y me han recibido de una manera muy amable, no parece que fuera un reformatorio de locos, perdón, escuela reformatoria. 
 No he tenido líos con los profesores pero la Sra. Anderson, parezco no agrádale del todo.
 Me descubrirán si sigo escribiendo este mensaje, pero debo decir que me alegra de que aún salgan a los teatros, eso es muy bueno.
 Espero que no te desesperes, me comunico contigo cuando pueda...
Emily.

 Apreté el botón de <<Enviar>> mientras bajaba la cabeza derrotada y la apoyaba sobre el duro teclado que hizo un "tac". 
-¿Emily? -llamó la Sra. Robinson-. Espero que tengas una buena excusa si no estás continuando con tu trabajo.
 Su voz fue amenazante desde un comienzo, cerré rápidamente mi correo y me metí a <<Google>> para al menos fingir que buscaba información. La Sra. Robinson era mi profesora de Historia y Geografía, por lo que la convertía en una mujer "no muy divertida" por los estudiantes del reformatorio –además de que la detestara por castigarme sin pruebas-. Nos había echo escuchar una clase latera durante unas dos horas y durante la otra mitad, no había traído a la sala que estaba junto a la biblioteca para hacer un trabajo con una línea de tiempo. Donde teníamos que ordenar en orden cronológico la época de la prehistoria hasta la actualidad.
 Sentí como aterrizaba un papel en mi cabeza. Lo abrí tratando de que no sonaran los crujidos de la arrugada hoja de papel.
 ¿Te encuentras bien? La Sra. Robinson no parecía muy contenta… ¿Qué estabas haciendo?
Christie
 Cerré la hoja de papel y me adentré nuevamente en la página que pestañeaba en silencio. Christie me había hablado.

 Christie: ¿Qué ocurre?

 Sonreí para mis adentros, ella siempre andaba pendiente de mí.

 Emily: Estaba enviando un correo a mis padres, me han llenado mi mail.

 Decidida al fin de continuar en clases, suspiré y comencé a navegar por Internet. Si estaba buscando por Google, me felicitaría en buscar un par de fuentes y luego escribirlas en la carpeta que tenía en el escritorio.
 Estábamos repartidos en desorden por la sala pequeña y sobre poblada de nuestra clase. Pero ninguno tenía las ganas de dedicarse a hacer la tarea, esta oportunidad no se daba nunca. No teníamos computadores y cuando puedes estar navegando por Internet, tampoco es que te permitan meterte a todas las páginas que desees, la mayoría estaban bloqueadas.
 Así que teníamos un chat cada uno, la idea puesta por los profesores, eran para que nos preguntásemos sobre la materia y así ambos nos ayudaríamos. Dan me había dicho que el rector estaba en contra de esto y que luego tendría la oportunidad de quitarlos de los ordenadores.
 La conversación de Christie volvió a parpadear.

 Christie: ¿Qué te han dicho?

 Me encogí de hombros y miré a mí alrededor, Christie estaba delante de dos personas. Yo estaba en la esquina más alejada de la clase, que daba con una ventana con barrotes y mostraba la lluvia que comenzaba a caer poco a poco. Lo bueno, es que nadie podría ver mi conversación.

 Emily: Que han estado saliendo a teatros y mi padre está preocupado por su trabajo. Les dije que no se preocuparan por ello y que pronto mejoraría la situación, pero mi padre no está muy confiado de ello. Hum, también han dicho que me extrañan, no estoy segura… me ocultan algo, lo sé. Creo que aún no pueden asumir que tengan a una hija chiflada.

 Adelante, escuché sus carcajadas.

 Christie: Tú no estás loca, me sorprende que ellos sean tan… reservados. La verdad, no te preocupes, no eres la única persona en este lugar al cual sus padres no le hablan del todo. Creo que ellos no quieren decirte algo sobre este lugar porque temen hacerte sentir mal… pero ¿te sientes mejor acá o te gustaría volver a casa?

 Me estremecí, no era una pregunta fácil.

 Emily: Eso es muy distinto, bueno, claro que me gustaría volver a casa, la comodidad de un living mientras vez la televisión, o quizás salir al bosque que tanto me agradaba. Dormir en mi agradable pieza o mi madre cocinando algo exquisito. Pero siempre vivía con miedo y acá supongo que estoy mejor, puedo dejar a un lado todas las comodidades, estoy algo… contenta, no del todo, porque los extraño, pero, ustedes han hecho de este lugar algo mucho más impresionante. No me lo esperaba.

 Una conversación distinta pestañeó. La abrí al instante.

 Dan: Apuesto a que no estás haciendo el trabajo ¿eh?

 Traté de ubicarlo con la mirada, estaba a dos mesas a mi derecha. Él miraba en mi dirección con una sonrisa amable.

 Emily: Has acertado.

 Asintió con una sonrisa de suficiencia. Christie miró en mi dirección y puso los ojos en blanco.

 Christie: No exageres, te estamos haciendo tu estadía un tormento, no te dejamos en paz ¿a que si?

 Negué con la cabeza.

 Emily: Puede que no tenga un momento para respirar, no lo necesito. Me dan tiempo para distraerme, si estuviera sola la mayor parte del tiempo, dudo que estuviera mejor de la cabeza, me pondría a pensar y creo que no sería un situación deseable.

 Las páginas se cerraron y abrí los ojos desorientada, los demás suspiraron y miraron a su alrededor. Uf, había pensado que la Sra. Robinson nos habría pillado en la conversación, la clase había terminado.
 Nos hizo salir con su voz estricta a tiempo de decirnos que teníamos que entregarle el trabajo apenas la viéramos en la próxima clase. Arg, ahora tenía una tarea pendiente.
 Salimos por el pasillo continuo, estábamos al lado de la biblioteca, por lo que tendríamos que tomar los pasillos laterales y salir a los que daban al patio, luego, estaríamos en la cafetería y podríamos disfrutar de nuestro tiempo libre.
 Era día lunes y todos caminamos a paso lento y mirando los pasillos. Mi mirada era ausente, esperaba que ahora volviera a darme un flash-back como las típicas películas o libros que tienen escenas retrospectivas que dejan a los protagonistas confundidos y a veces, dependiendo de las visiones, en shock.
 Me giré al mismo tiempo que algunos, pero otros caminaron al patio y se sentaron al instante, los restantes subieron a las habitaciones, de seguro podrían juntarse a hablar o dormir lo poco y nada de horas que les quedaban antes de la próxima clase. Christie evadió a unas cuantas personas y se acercó a Axel, que estaba con su grupo de amigos. Ya no le veía como los “punkis”, los chicos con los que no debería liarme.
 Sonreí mientras comentaba esa opción en mi mente, recordando la conversación de Dan, cuando recién nos conocimos. El tenía razón, no eran tan malos como parecían y las apariencias engañaban, ahora lo tenía más que claro.
 Sentí que alguien me daba unos golpecitos delicados pero molestos, rompiendo mi bloque de concentración, que explotó en millones de escarchas de cristal.
-Hola –sonrió.
 Sus ojos azules parecían mostrar una transparencia única, una alegría incomparable. Ella y Christie no se llevaban del todo bien, quizás porque sus personalidades chocaban, o por que ninguna se soportaba. Que se yo, lo único que se, es que no se dan el tiempo para hablar, deberían, serían grandes amigas, un par de hiperactivas.
 Su sonrisa reveló sus dientes centelleantes por lo blancos que se encontraban.
-Hola, Kate –le devolví  la sonrisa.
 Ella se colocó a mi lado mientras caminaba, parecía que daba saltitos en vez de zancadas largas y sin gracia. Era lo contrario a toda la caminata, miré a Christie de reojo, que caminaba casi con la misma gracia, pero más animada.
 Eran como un par de bailarinas, que daban sus pasitos para hacer el siguiente baile. Christie era de las que podrían ponerlas adelante para representar toda la elegancia de su caminar y Kate podría ser su acompañante.
-¿Cómo estás? –continuó-. No hablamos hace dos semanas, del sábado anterior.
 Medité su frase, “dos semanas”. Guau, ¿tan rápido habían pasado los días?
-Que rápido pasa el tiempo.
 Soltó una risita y sonreí agradecida, me sentía confundida, como si necesitara un nuevo recuerdo para poder encajar algunas piezas de mi vida, pero podrían distraerme con facilidad y no sabían cuanto me ayudaba.
-¿Qué harás ahora? –le pregunté, caminando con normalidad.
-Ir a la cafetería a desayunar algo… ¿me acompañas?
 Dio unos saltitos mientras me miraba.
-Claro, iba a hacer lo mismo.
 Asintió mientras miraba al frente, la mitad de los estudiantes habían desaparecido y los demás habían entrado a la cafetería, ya estábamos en ella y yo me había acostumbrado al laberinto de la escuela.
 Estábamos Kate, Christie, Axel, sus amigos y yo en el pasillo, mientras nos quedábamos atrás, ellos cerraron la puerta.
 Pero se abrió sin que necesitara aferrarme a la manilla, mientras me encaminaba a ella, esta se movió sin esfuerzo alguno, como si una persona invisible la estuviera abriendo para nosotras. Kate.
-Creo que no me acostumbraré a vivir con personas como tú –sonreí.
 Rió entre dientes.
-Yo ya me acostumbré –entró después que yo y la cerró con su mente.
-¿Pero todos lo saben?
-Claro que no, no puedo andar divulgando esto por todos lados… prefiero reservarlos a personas con confianza, que se que tienen un don en común y no lo dirán con un altavoz por todo este lugar.
-Espera, ¿a que te refieres con un don en común?
-Que si se lo hubiera dicho a cualquiera de estos –miró con curiosidad a los que estaban sentados en las mesas-. Probablemente lo contarían, se que tu no.
 ¿Sabía acaso que tenía un don?
 Hablando de dones, yo ya me había acostumbrado a ignorar los pensamientos para enfocarme en los míos. Claro que me podía distraer con facilidad, pero de vez en cuando echaba una ojeada.
<<Oh, ahí está la tal Emily… ¿Qué tal si le hablo?>>
 Me giré como acto reflejo al oír mi nombre. Enfoqué con la mirada a Charlotte que estaba en la fila de la comida. Ella miraba en mi dirección y la localicé gracias a que conocía su voz.
<< ¡Emily!>>
-¿Qué?
-¡Ja! ¡Lo sabía! –chilló Kate.
 Mi rostro se volvió pálido como la cal.
-No te preocupes, no le diré a nadie.
 Me dedicó una mirada de complicidad. Entrecerré los ojos.
-¿Quién te lo contó?
 Se encogió de hombros.
-También se lo de las sombras.
 Me quedé rígida en el lugar, mientras ella frenó su caminata.
-¿Qué?
-Emily… no solo Dan, Christie, Tom, Axel, Phillipe, Alexa y Harlot pueden ver las sombras, yo… también puedo y muchos alumnos más –frunció los labios-. No es la gran cosa… ¡a quien engaño! –sacudió la cabeza mientras reía-. ¡Claro que lo es!
-¿Muchos alumnos más?
-Mira, creo que esta escuela reformatoria es el lugar al cual acudimos todos, yo era de Londres... es como si el destino estuviera predestinado para nosotros, para que todos vengamos a un lugar de Canadá –parpadeó-. ¿No crees que Dan, que nació en Toronto, tendría que venir a Vancouver solo porque estaba loco?
 Ella tenía razón.
-Es una buena suposición.
-Si, una muy buena –reconoció-. He estado pensando en muchas cosas, todos nosotros tenemos dones –su voz se volvió un susurro antes de comenzar con el tema, lo noté cuando estábamos en una pose que facilitaba a que solo nosotras escucháramos, nadie más.
-¿Es decir que Harlot tiene un don? –me quedé boquiabierta-. ¿Cuál es? ¿Súperordinariez?
 Se echó a reír.
-No la subestimes, se que es impresionante pero… ella, ejerce la electroquinesis –alzó las cejas a la espera de mi reacción.
 La miré sorprendida.
-¿Es algo con electricidad?
 Asintió.
-Ella puede... sacar, la electricidad de las cosas, como cables y cosas por el estilo, electrodomésticos, que se yo. Y eso lo puede manejar por el cuerpo ¡sin electrocutarse! –Su voz fue ganando emoción-. Es impresionante, creo que uno de los dones más poderosos, aunque cualquiera puede combatirla… la cosa es que es algo peligroso, además… como ella –rió en voz alta.
-¿Manejar la electricidad? ¿Pero eso no daña a las personas?
 Se estremeció.
-Claro que si las daña, por algo pertenece al lado oscuro… las sombras, puede acumular la energía y manejarla como rayos y manejarla de la misma manera.
-Guau –musité.
 Avanzamos en la fila con rapidez y nos fuimos a sentar en una mesa vacía, ella se notaba contenta. Y yo, al igual que ella, estaba de la misma manera por poder disfrutar un momento con una amiga hablando cosas interesantes.
-¿Algún otro don? –dije mientras llevaba una manzana a mi boca.
 Bebió un refresco que tenía entre sus manos.
-Si, hum, ¿por quién te cuestionas esta vez? –me miró con curiosidad.
-¿Dan? –vacilé.
-¡Ja! –Se echó a reír a carcajadas-. Lo sabía.
 Me ruboricé.
-¿Por qué crees que él puede alejar las sombras? –preguntó de repente.
 No contesté durante unos segundos, la voz no salía.
-¿Puede? –Dije al fin-. Bueno, lo he visto… pero no sabía que eso era un don.
-Fotoquinesis –dijo sumida en sus pensamientos.
-¿Y eso es…?
 Miró hacia los lados y se inclinó para susurrar:
-Él puede crear luces con la mente… hace como destellos y puede iluminar el entorno.
 Sonrió mientras yo fruncía el sueño.
-¿Entonces es una linterna móvil?
 Explotó a carcajadas.
-Veo que no le das importancia a lo que en realidad es.
 Me mordí el labio.
-Es que… comparado con lo de Harlot, parece mucho menor en… intensidad ¿me entiendes?
 Asintió.
-No es solo que pueda iluminar, Emily.
-¿Entonces?
-¿Cuántas veces no te han atravesado las sombras?
 Me estremecí.
-¿Lo has visto?
-Si.
 Kate apuntó hacia donde estaba Dan, a unas mesas más allá de nosotras, casi en el rincón. Estaba junto a Axel, Phillipe y un grupo de amigos.
-Bien, pero… mira, como sabrás –se detuvo en un momento-. ¿Sabías que Alexa puede hacer aparecer sombras?
-¿En verdad? –le miré boquiabierta.
-Si, Dan hace lo contrario… lo bueno es que puede hacer que las sombras desaparezcan, huyan… sería más o menos luchar con la mente de Alexa, o quizás ahuyentarlas cuando los del lado “oscuro” las hacen aparecer.
 Guau.
-No pienses que eres débil, Emily –me miró a modo de disculpa-. Eres la chica más sensible a ellas, no sé porqué, pero es así. Dan… es como tu salvación personal.
 ¿Dan era mi salvación personal?
-Tampoco sé porqué soy sensible a ellas –suspiré.
-No es malo. Quizás seas capaz de hacer más cosas que los demás.
-Claro, como desmayarse cuando una me traspase –puse los ojos en blanco.

~&~

 Caminé casi a trompicones por el pasillo, tenía la cabeza llena de murmullos pero aún así me sentía tranquila.
 No quería encontrarme con nadie para hablar, quería estar sola por un rato, ya que eso había comenzado a ser un problema desde que llegué.
 Un rato a solas, nada más –me convencí.
 Al llegar al patio, miré hacia el cielo nublado, su color gris sobre el lugar no le favorecía, se veía como si estuviera abandonado y no era acogedor en absoluto, cuando llovía debería de tener la misma apariencia.
 Me senté con cuidado de no caerme mientras dejaba mi bolso a un lado, lo necesitaría para la siguiente clase, era día jueves y venía la última hora, donde nos tocaría Biología con el Sr. Smith –su nombre era Michael Smith-. Tenía el pelo cubierto de unas pocas canas y arrugas que daban a conocer que estaba entrando en edad. Debería tener sus cincuenta y algo años.
 Sentí un ruido a unos metros de donde yo estaba, era como si la tierra se desintegrara, como si alguien estuviera lanzando piedras y escarbando con fuerza. Chasquidos y golpes, pero no era demasiado fuerte, lo suficiente para que yo lo escuchara. Estaba segura de que no lo alcanzaría a oír si estuviera en la cafetería e incluso en el pasillo.
 Me giré con curiosidad y alcancé a ver la figura solitaria de un chico, tenía una chaqueta negra bajo sus jeans, estaba de pie dándome la espalda mientras miraba el suelo. Tenía una postura encorvada y luego alzó una mano.
 Lo siguiente pasó rápido: el chico retrocedió dos pasos, estaba casi a veinte metros de distancia y la tierra se elevó levemente. Luego avanzó y bajó la mano que tenía en el aire –sobre su cabeza-, y la tierra volvió a caer sin dejar ningún rastro de haberse movido.
 Exhalé todo el aire de mis pulmones mientras trataba de recobrar mi mente.
<<Bien, ahora podría hacerlo de nuevo… pero con más intensidad ¿qué ocurriría?>> pensó él.
 Su voz me parecía completamente similar, pero no era alguien con que habituara hablar. Fue el día en el que me castigaron, claro. ¿Nicholas?
<<Bien, uno… dos… ¡tres!>>
 La tierra se alzó sobre su cabeza con un gran estruendo que tampoco se oiría a la distancia, era como si un pequeño cerro se elevara frente a él, pero no más allá de la cerca y tampoco abarcaba todo el patio, solo al lugar al que él había mirado.
 Luego bajó la mano nuevamente y la tierra volvió a bajar.
-Impresionante –musité entre dientes.
<< ¿Ah?>>
 Se volteó hacia mi lado y la tierra comenzó a estremecerse hasta que fijó su vista en mí. Todo lo que se elevó, bajó con rapidez.
-¿Emily? –Dijo alzando la voz, sonó una octava más alta, que sus pensamientos por la sorpresa-. ¿Qué haces acá?
 Me levanté con cuidado, tambaleándome aún por el impacto de la sorpresa. Él caminó hacia mí con cautela.
-Había venido para… estar sola, un momento –reconocí.
 Me estremecí mientras él se acercó otros dos pasos.
-¿Has visto algo?
 Los matices de su voz sonaron profundas, extrañas. Como si no quisiera que lo hubiera visto, como si desconfiara de lo que yo haría.
-Si.
-Esto… puedo explicarlo –se apresuró a decir.
 Parpadeé sorprendida.
-No tienes que explicar nada, Nicholas –dije antes de que protestara-. ¿Tienes un don?
 Se quedó helado, a unos metros de mí y luego entrecerró los ojos.
-¿Qué sabes sobre esto?
-No mucho –admití.
-Pero… ¿cómo sabes sobre eso?
-No sabría decírtelo –dudé.
 Él se acercó ahora con confianza y me indicó que me sentara.
-¿Alguien te contó? –dijo mientras se lanzaba al suelo y me esperaba.
 Después de quedarme parada unos segundos, me senté con lentitud y él se rió.
-Me han nombrado los dones.
-¿Cuántos?
 Le miré, él estaba arqueando una ceja, esperando mi respuesta.
-El de Christie, Harlot, Dan y Kate… -enumeré con los dedos-. Ah, y Alexa.
-No sabes nada –rió-. ¿Quieres escuchar una buena historia?
 Me miró con una de esas miradas atractivas y de las cuales uno no puede escapar. Intentando convencerme.
-¿Hay más?
-Oh, no sabes muchas cosas, Emily –volvió a reír.
-Guau, siento como si me perdiera demasiadas cosas.
-No tienes ni idea… ¿te animas?
 Enarqué una ceja cuando puso un dedo, pensativo.
-Claro.

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