viernes, 25 de noviembre de 2011

"Psychosis"

Capítulo 7 – ¿Castigo?

 Podía deslizar la suave y delgada sábana a un lado de la cama, sentía como me hervía la sangre del solo hecho de recordar las visiones, los dolores pulsantes se habían propagado durante toda la noche. No había podido dormir tranquila por los ruidos que escuchaba en el pasillo, eran extraños y misteriosos.
 Miré el despertador: seis y media de la mañana del sábado.
 Arg. Me giré en la cama, di un salto cuando resonó un grito en mi cabeza.
>> ¡Oh, vamos! ¿No la esperaremos todo el día, cierto? –dijo una voz ruda y poco amistosa.
 Me levanté de un golpe de la cama mientras miraba en todas direcciones. ¿Es que había escuchado eso tan claro en mi mente?, ¿estaba alucinando?, ¿era una clase de paranoia?
>>No comenzaremos hasta que ella se presente –escuché de otra.
 Corrí al baño a mojarme la cara y despertar de aquel momento. Debía ser un sueño, estaba segura.
>>Emily debe llegar al castigo si o si, o me veré obligada a mandar a alguien a buscarla –se volvió murmuro, reconocí el tono de la Sra. Anderson-. Imagino que esa chica estará buscando más problemas de los que tiene, ¿estará loca realmente?
 Di unos movimientos lentos e inseguros, ¿qué haría ahora? Podría ir abajo y cumplir mi castigo, ¿estaba leyendo mentes?, ¿o solo podía escuchar las voces?
 Los murmullos y gritos comenzaron a aumentar de volumen, como si mi cabeza fuera un equipo de música y alguien lo dejó al máximo. Presioné con ambas manos mis oídos y traté de ignorarlos.
>> ¿Qué le habrá pasado a Emily?
 Oh, esa voz la conocía. Traté de localizarla.
>> ¿Y si voy a buscarla o estará durmiendo aún? No quiero molestarla, pero la Sra. Anderson parece bastante molesta.
 ¿Dan?
>>Iré a preguntarle –se animó y alzó la voz-. Sra. Anderson… ¿puedo ir a buscar a Emily?
 No estaba acostumbrada a esto, en realidad, era bastante incómodo y molesto. Tampoco era experta, ¿qué se supone que debo hacer para callarlos?
>>Dan parece muy interesado por ella, ¿qué le verá? Se que tiene los ojos verdes y todo, pero su rostro es como de porcelana, su palidez resulta ser hasta molesta.
 ¿Alexa?, ¿qué estaba haciendo ahí?
 Intenté escuchar con atención a todos y cada uno, viendo sus perspectivas. Me salí de unos cuantos cuando escuché conversaciones ajenas a mis intereses o temas realmente estúpidos. No lo lograba, definitivamente estaba perdida, en el sentido literal de la palabra, mi cabeza estaba a punto de estallar.
 Se me vino una imagen a la cabeza, la observé con atención. Eran escaleras, las que dan con las habitaciones, alguien las estaba subiendo casi corriendo. Se fue hacia los pasillos, mirando los números de las habitaciones. Que raro, solo estaba pendiente hacia donde iba, ninguna mención de algo.
 Mis ojos se desenfocaron cuando pude notar que aquella persona se detuvo en una puerta con el número 86. Estaba parado afuera.
>> ¿Estará despierta?
 ¿Es que él estaba acá?, entonces la Sra. Anderson le había permitido venir hacia acá… pero yo aún no estaba vestida.
 Corrí al baño y saqué un suéter negro con unos jeans azules, me había puesto una polera gris, para variar algo. Sentí como golpeaba mi puerta.
-¿Emily? –dijo él.
 Abrí la puerta con algo de prisa.
-Hola –respondí con una media sonrisa.
>>Guau, esto…
-¿Te has retrasado en el castigo, sabes?
-Oh, si.
-¿Estás bien?, ¿te has quedado dormida?
 Cerré la puerta a mis espaldas y di unos pasos hacia la dirección del pasillo izquierdo.
<<Está hermosa. >>
 Cerré los ojos, supuse que no le gustaría que leyera sus pensamientos, pero me era inevitable, al parecer, entre más cerca estaban de mí, eran más nítidos. Golpeteé con mis dedos los jeans algo confundida. ¿Es que ahora se me daba por ser una lectora de mentes?
 ¿Qué pasaría si le contara de que podía leer su mente?, ¿se alejaría de mí?
 Reprimí el deseo en mi mente.
<<Está muy callada, parece preocupada… ¿le ocurrirá algo?>>
 Sus pensamientos eran algo inocentes, sonreí hacia mis adentros.
 Estuve pensando en invitarte a una actividad que haremos con Christie y Phillipe ¿te animas? –dijo.
-Claro –asentí mientras bajábamos las escaleras rápidamente.
 Me miró confundido.
-Estoy hablando conmigo misma –dije rápidamente.
 Dejó pasarlo luego de unos segundos.
 Sentía los zumbidos cada vez más bajos, como si todas las puertas se cerraran con los estudiantes hablando en su interior. Me costaba un triunfo concentrarme.
-¡Mierda! –grité de repente cuando alguien golpeó una puerta a nuestro lado.
 Dan estaba a mi lado izquierdo y me sujetó del brazo corriéndome instantáneamente, quedándose más cerca de la puerta, rígido, sin miedo.
-¿Qué fue eso?
 Me empujó por detrás de su espalda.
-Será mejor que ambos se dediquen a caminar hacia el patio –gruñó Christie al otro extremo del pasillo.
 Dan la miró de reojo, yo inhalé una bocanada de aire.
-¿Qué ocurre? –preguntó cuando nos vio rígidos frente a la puerta.
-Se escuchó un ruido a través de la puerta –murmuré en voz baja.
 Ella la miró durante unos segundos y suspiró con una sonrisa.
-Es Felix –me jaló de la mano mientras avanzábamos nuevamente.
-Espera… ¿cómo lo sabes?
 Ella se volteó a mirarme mientras arqueaba una ceja.
-Christie es como una lectora de almas –apuntó Dan con un dedo, semi-inclinado hacia mí, ella sonrió-. No es como una lectora de mentes, ella puede ver como, tú sabes –sacudió la cabeza frustrado-. Sus intenciones, algo así como deseos.
>>También puede verte a través de cualquier cosa, una pared, quizás –continuó.
 Miré a Christie con asombro.
-Lectora de almas –sonreí fascinada.
-Ajá –rió.
-¿Cómo es eso? –me acerqué de puntillas hacia ella.
 Me dirigió una amplia sonrisa por mi curiosidad.
-¿Tiene complicaciones?, ¿o alguna intervención?
-¿Complicaciones?, creo que ninguna. Pero si intervenciones.
 Esperé.
-Tú alma es externa, está aparte de tu cuerpo, puedo mirar a tu interior y reconocerla al instante.
 Exhalé impresionada.
-¿Reconocerla?, ¿es decir que ves almas?
-Increíblemente brillantes por así decirlo.
 Dan rió.
-Terminarás por confundirla –nos hizo avanzar hacia el pasillo siguiente, ya se veían los demás alumnos en el patio junto a la Sra. Anderson.
 Se me revolvió el estómago por los nervios.
-Mira, cada alma es única, y cada una tiene un brillo diferente… mayor intensidad –explicó Christie ahora más concentrada-. Es como si pudieras ver una ampolleta al interior de cada persona, claro está… que no todos son así, puedes ver a una persona con intensiones malas, entonces su alma será oscura y densa. En cambio, entre más humana sea la persona, más clara y brillante será su alma.
-¿Cómo es la mía? –le pregunté con un hilo de voz.
-Radiante –rió.
-¿Y la de Dan? –le apunté algo absorbida por su don.
-Es algo transparente –le miró con indiferencia-. Ya que, la Sra. Anderson está furiosa.
 Ugh.
-¿Crees que nos reten?
-Claro, siempre lo hace –se encogió de hombros.
-Bueno, no estoy acostumbrada.
-Lo estarás, no es la gran cosa –bufó.
Caminamos el resto del tramo hacia el medio del patio en silencio, la Sra. Anderson estaba ceñuda con los brazos bruzados en el regazo, tenía el pelo amarrado en una coleta desigualada y se le escapaban varios mechones de pelo. Llevaba un vestido negro hasta las rodillas, era algo lindo pero ella estaba demasiado seria como para relucirlo. Estaba más vestida como para un evento que para el castigo de unos simples adolescentes.
 Di unos pasos cortos cuando dirigió su fulminante mirada hacia mi, no quería llegar, entre más lejos posible de ella, mejor.
-Espero que tengáis una buena excusa, no los dejaré pasar así como así –dijo ella con un tono firme y autoritario.
-De hecho, la tenemos –dijo Dan tranquilamente-. Emily estaba algo enferma… creo que se le pasó en el trayecto.
 Sentía su fuerte mirada en mí, exhalé con fuerza.
<<Finge un dolor de estómago, no digas nada, solo hace como si te doliera demasiado>>
-Ugh –gemí poniendo un brazo en mi estómago, resultó un fracaso cuando Christie se echó a reír, me mordí el labio para ocultar una sonrisa.
 Miré a la Sra. Anderson con el rabillo del ojo, me miró y lució un destello de ira, miró a Dan.
<<Apuesto de que luego de un rato se verá perfectamente, este par de problemáticos no hacen más que hacerme líos con el rector>>
 Dan me rodeó con un brazo detrás de la cintura, como si me estuviera afirmando para no caerme.
-Bueno, supongo que le aumentaré el doble, ella podría haber bajado perfectamente, o tu, Baker, tendrías que haberla llevado a la enfermería –sacudió la cabeza con desapruebo-. Antes de notificármelo, por supuesto.
 Dan rió entre dientes.
-¿Entonces cree que debería haberla llevado a la enfermería? Luce bastante bien –sonrió.
 Christie comenzó a golpear sus piernas con las manos mientras reía a carcajadas. Ella la fulminó con la mirada.
-Será mejor que se formen para que decida cual será su castigo.
-A sus órdenes, mi generala –dijo Christie poniendo una mano en la frente y caminando como militar.
 Me topé con los ojos de Phillipe, que no paraba de reír.
<<Gran espectáculo de imbéciles>> Los pensamientos de Alexa eran bastante ruidosos, fruncí el ceño.
 La Sra. Anderson comenzó a hablar con voz estricta, mirándonos a los ojos con una seria advertencia, como si todos pensábamos que lo más conveniente fuera escaparnos.
<<Ojala que no me manden a los camarines, la ultima vez que estuve ahí los trajes de baño estaban horribles. Arg, como si fuera agradable>> Abandoné la idea de sus pensamientos, poco agradables. El chico desconocido estaba parado junto a Tom.
-Baker –miró en dirección a Dan-. Escoge tu pareja.
 Dan me dirigió una mirada fugaz.
-Emily Wright, Sra. Anderson –dijo con respeto, como si estuviera orgulloso de su elección.
 Una de las peores por cierto, no me agradaba la idea de castigo, ni ordenar, imaginé una serie de accidentes que pudiesen ocurrir en distintos lugares. Palidecí.
-¡No! –Chilló Christie-. Ella es mía ¿vale? Será mejor que escojas a otra de tus babosas seguidoras, querido, ella está reservada para mi.
-Quizás sería más aceptable que no la trates como algo material, Christie –rió Dan.
-¿Material? Somos mejores amigas, para tu información –le arqueó una ceja-. Además, ella será mi pareja de castigo.
 Le sacó la lengua como una niña de cinco años.
 ¿Pareja de castigo?, ¿en que consistía eso?
-¿Baker, Christie? –llamó nuevamente ella.
 Dan se echó a reír.
-Será mejor que decidas con quien estarás, querida hermanita.
 Christie le fulminó con la mirada.
-Phillipe Harris –exhaló ruidosamente.
Phillipe alzó la mirada, sus ojos centelleantes se posaron en Christie.
-¿Brooks?
 Axel suspiró con desánimo mientras miraba desinteresado. La Sra. Anderson le miró impaciente.
 Apuntó a Harlot.
-Ni se te ocurra mencionar mi nombre –le amenazó ella.
 Axel se rió a carcajadas.
-Con ella, Sra. Anderson –relució sus dientes-. Como si fuera la cosa más entretenida estar en parejas, ¿qué haremos esta vez?, ¿lustrar pisos?
 Ella le ignoró.
-¿Jenkins?
<< ¡Maldición! Si ese imbécil no la hubiese escogido… luego me las pagará>> pensó él.
 Me mordí el labio, mi estómago sufría por el pánico y nervios.-
-Alexa Brown –musitó entre dientes.
 Ella le miró con algo de desinterés.
 La Sra. Anderson miró una carpeta que tenía en sus manos y con su dedo comenzó a avanzar algo que no podía ver.
-Baker y Wright… hacia el gimnasio y camarines –dijo ella.
 ¿Qué? Como si necesitara que mil pelotas me llegaran en la cabeza, para rematar, los pensamientos del chico desconocido eran reales ahora para mí.
-Baker y Harris, comedor y cocina –dijo ella con el ceño fruncido.
-¡La mierda viviente! No lavaré platos –gruñó Christie.
-¡Baker! Será mejor que cierres la boca si no quieres que luego te agregue de limpia mesas.
 Christie fulminó a Dan.
-Gracias, chico maravilla.
-Brooks y Hughes, patio y piscina.
 Pude ver como le subía la sangre a la cara de Harlot, ella estaba realmente avergonzada, pero fácilmente se volvió pálida como su piel natural cuando comenzó a patear el suelo mientras caminaba, las piedras y pasto no salían volando más allá de unos metros.
<<Ella me odia, de seguro luego hará que saque los malditos bichos del agua. >> rió Axel.
-Te odio –susurró Harlot que estaba a unos metros de mí, lo suficiente como para escucharla, bueno, la verdad no, podía gracias a mi mente-. ¿Por qué no habrías asentido o algo similar?
-Hazlo tu misma, déjame a mí en paz –dijo él sin que arruinara su humor.
 Dan me jaló de la mano suavemente mientras me llevaba a algunos pasillos.
-Creo que tendré que presentarte el gimnasio, no es más agradable que esto –apuntó el techo y las puertas-. No puedes esperar algo más de una escuela reformatoria, no tienen un gran gusto… de hecho, creo que ni siquiera contratarán a alguien para la mantención.
 Asentí en silencio.
-¿Cómo vas con tu cabeza? –Sonrió-, ¿muchas murmuraciones?
-Creo que ya estoy comenzando a acostumbrarme –fruncí mis labios.
 Era verdad, quizás habría sido el miedo de escuchar voces en mi cabeza la primera vez lo que me había hecho casi gritar de pánico, o saltar de la cama, que quizás habría sido peor. Pero los murmullos no eran algo racional, completamente fuera de mundo, ¿así que ahora era una psíquica?, ¿qué tenía que esperar ahora de acá?, ¿qué pudiera respirar bajo el agua?
 Podría intentarlo algún día, para ver a cuanta estupidez soy capas de alcanzar.
-¿En qué piensas? –dijo él mientras abría con cuidado la cerradura.
 Intenté controlar mi expresión horrorizada cuando noté que el gimnasio era más grande de lo que esperaba, eso significaba que ahí adentro estaba un lugar muy amplio, donde estaría lleno de balones y seguramente yo en el único punto capaz de desafiar a la gravedad y la lógica.
 Sus ojos realzaban sus facciones y se volvieron un poco cálidas, estaba esperando aún mi respuesta.
 Dan había abierto la puerta de par en par mientras encendía la luz y estaba lo que me temía. La cancha de baloncesto era extensa y las dos cestas estaban al fondo y a unos metros de nosotros la más próxima. Dos graderías estaban en los costados del amplio gimnasio y eran altas, eran de fierro y estaban algo oxidadas por detrás, sus asientos de madera no daban mucha confianza, pero la suficiente como para que todos los alumnos subieran corriendo y saltando, sin temer que se viniera abajo.
 Me encontré con la mirada cautelosa de Dan, el ladeó la cabeza con los ojos empequeñecidos por la sospecha, estaba curioso.
 Pero no estaba emitiendo ningún pensamiento que pudiera oírle.
-No lo sé –respondí sin más.
 Dan sacudió la cabeza mientras desaparecía por una puerta, me quedé ahí quieta, mientras miraba el lugar, tenía un aspecto tan solitario, tan silencioso… el lugar ideal para que todas las sombras arremetieran contra mí.
 Pero ahora sabía que ellos podían controlarlas, que no tenía que tener miedo. En la oscuridad no somos más que unas simples sombras.
 ¿Dónde había ido Dan? Avancé unos pasos, vacilando en la posibilidad de irme tras él o de esperarle ahí sentada. Si hubiera sido algo importante, me lo habría dicho ¿qué aspecto tenía mi cara?
 Volvió a los segundos.
-Fui a buscar esto –me lanzó una cajita de cartón del tamaño de un cubo de rubik.
 La miré con curiosidad y levanté la mirada como para pedirle permiso. Asintió relajado.
 Abrí la caja con rapidez, cuidado de que no se rompiera y había una llave de bronce.
-¿Esto es…? –alcé la vista hacia él, el soltó una carcajada.
-Tenemos que ordenar ¿no? –se mordió el labio para ocultar una sonrisa.
 No entendía a donde quería llegar.
-Soy uno de las personas en las cuales los profesores no dudarían en soltar que tienen una llave como esta –la apuntó con un dedo y se cruzó de brazos-. Creo que ellos estaban seguros de que algún despistado la necesitaría y bueno… me han dicho su escondite.
-¿Para qué es? –pregunté mientras captaba de repente toda mi atención.
-La llave del cuarto de aseo –respondió.
 No podía leer la expresión de su rostro, así que comencé a descifrar sus ojos. Cálidos, feroces y entusiastas.
-¿Así? –Solté una sonrisa burlona-, ¿iremos por escobas y trapos?
 Rió a carcajadas.
<< ¿De qué estarán hablando? >>
 Giré levemente la cabeza para encontrarme con los ojos de Tom. Él pareció notar que le miré.
-¿Puedo hablar contigo, Emily? –dijo él desde la puerta.
 No miré a Dan, pero podía notar como se tensaba.
-Deberías ir, Em… quizás se moleste si no vas hacia él.
 No me gustaba como sonaba la seriedad a través de su voz.
-¿Te molestaría si estuvieras en su lugar? –le pregunté ocultando una sonrisa.
 Negó con la cabeza para mi sorpresa.
-No, te arrastraría hasta mí –sonrió.
 Miró mis expresiones y comenzó a reír.
-¿Desde cuando me dices <<Em>>?
-¿Te molesta? –preguntó al instante, con voz dulce y cantora.
-No, para nada –exhalé mientras pensaba y apunté a mis espaldas-. Iré a ver que quiere.
 Tomó la cajita de entre mis manos y alzó la llave.
-Y yo iré a sacar lo que necesitaremos.
 Noté como forzaba una sonrisa, traté de aligerar la situación.
-Si no me regresa en cinco minutos, llama al 911 –abrí los ojos demostrando un falso terror.
 Funcionó. Explotó a carcajadas.
-Vale, vale –se alejó hacia la puerta de la que había salido anteriormente y la cerró mientras se iba por los costados del gimnasio, noté que además de la puerta de entrada, habían dos más en los lados, detrás de las graderías.
 Por mi parte, me fui hacia la entrada.
-Hola Emily –dijo Tom apenas me vio.
 Estaba con una polera negra y jeans, unas zapatillas sucias por el barro del patio y un jersey ceñido a su cuerpo. Sonrió bajo sus ojos claros y su pelo rubio caía alborotado bajo ellos, cubriéndolos con una débil sombra. Por alguna razón, se veía frío y peligroso.
-¿Qué hay? –volvió a abrir la boca, ahora más alegre.
 Y el peligro desapareció.
-Estoy castigada ¿no lo recuerdas? Creo que si, ya que la razón está frente a mí –le señalé con un dedo acusador, él me observó dudando de mis palabras-. De todos modos me castigarían, Harlot parece muy segura de si misma, no creo que quiera dejarme en paz durante un buen tiempo.
 Él asintió, comprendiendo.
-¿Y te tocó con Dan? –miró hacia la puerta desconfiando.
-Él me eligió a mí –le corregí.
Murmuró algo que no había podido escuchar con claridad, pero si en mi mente. <<Claro, de seguro que si, apuesto a que se aprovecha por su apellido. Baker, de seguro le es una ventaja por el orden de lista>> Arqueé una ceja.
 El me miró curioso.
-¿Qué? –preguntó al instante.
 Noté que había visto como le miré.
-Hum, nada, es solo que… tienes que verte el rostro, pareces enojado –solté tratando de ocultar algunas razones por la cual le podía mirar de ese modo.
 Como <<Oh, nada quizás se deba a que escuche tus pensamientos en mi mente, no te preocupes, ahora es común en mi>>, << ¿Qué estás diciendo? Creo que no entendí aquello que acabas de pensar>> Me reí de mi propio sarcasmo.
-Supongo que no me debería de extrañar tu raro comportamiento –lució una sonrisa torcida.
 Demoré en contestar.
-¿Raro comportamiento? –repetí algo molesta.
 La verdad es que me fastidiaba cuando alguien me trataba de rara o algo poco habitual, me consideraba una persona bastante normal, exceptuando el hecho de que ahora podía leer mentes y que sombras extrañas y oscuras me han estado siguiendo durante toda mi vida. Además de eso, soy alguien bastante común.
-Si, lo veo –dijo con sarcasmo, le fulminé con la mirada-. Eh, no te fastidies, en realidad estaba bromeando.
 Me crucé de brazos para oír sus disculpas, no aparecieron en ningún momento.
-¿Estarás enojada conmigo durante todo este rato? –arqueó una ceja mientras adoptaba una pose atractiva y desafiante-. ¿Es que acaso hoy estás de mal humor?
 Negué con la cabeza, aún con los brazos entrelazados. Rió con fuerza.
-Al parecer –inquirió.
-No, te equivocas, estoy con un perfecto buen humor –mi voz sonó ruda y seca.
 Se apoyó en la pared de uno de los pasillos, al parecer le entretenía hablar conmigo.
 Estupendo, ahora le entretenía por el hecho de que me fastidiaba cuando alguien me molestaba.
-¡Que bah! ¿No piensas hablarme? –rió a carcajadas.
 Le miré seria. Él movió la cabeza con gesto de desaprobación y me levantó del suelo. Mis pies se elevaron unos cuantos centímetros del suelo mientras él avanzaba por el pasillo, me comenzó a sacudir cuando yo intentaba zafarme de su abrazo de oso. Tenía bastante fuerza.
-Necesitas una dosis de diversión –le escuché decir en voz alta mientras reía.
-¡Bájame! –le ordené entre risas.
-Oh, tendrás que convencerme, dame una buena razón.
 Me incitó de una manera extraordinaria. Yo me consideraba una persona bastante madura para solucionar mis asuntos y sabía cuando me convenía mejor cerrar la boca o comportarme como es debido, alejarme de los problemas, quizás. Pero estos venían a mí como una fuerte presión, como cuando frotas una regla con tu pelo durante unos breves segundos y las acercas a un montón de pequeños trozos de papel.
 Pero con Tom me sentía como una niña, y el era una persona bastante divertida. Exceptuando los recuerdos dolorosos de una noche de bosque, en la que ni el lago a nuestros pies eran posibles de ver. Donde sus ojos azules, fríos y desolados, miraban seriamente en nuestra dirección.
 Me estremecí ante el recuerdo.
-¿Estás bien? –preguntó repentinamente preocupado.
-Si –respondí, la voz se me quebró.
 Me bajó al instante y me observó con cuidado.
-No sonó muy convincente ¿sabes?
-Lo sé –suspiré-. Es solo que tengo malos recuerdos, nada de que preocuparse.
-Bueno, podemos dejar el pasado a un lado y vivir el presente ¿no crees? –me animó mientras me sacudía de los brazos, de manera alentadoramente tentadora.
 Como si fuera tan fácil.
-No lo creas –enarqué una ceja-. Tú no has tenido que vivir todo el tiempo escapando de sombras.
 De repente su mirada se volvió fría. Agh. Había metido la pata, o más bien ambas. Esta vez si la había embarrado.
-¿Qué dijiste? –preguntó alarmado.
 ¡Ah! ¿Dónde estaba Dan en estos momentos? Miré preocupada hacia el pasillo.
-Esto… no lo sé –vacilé con voz temblorosa.
-¿Es una broma? –prosiguió ahora con tono aterrador.
-No –me armé de valor-. Me han traído acá por eso.
-¿Enserio?
-Si, mis padres creen que estoy loca.
-Cualquiera lo creería ¿no? –ladeó la cabeza, considerando la posibilidad.
 ¡¿Qué?! Así que ahora todos me veían como una loca.
-Estupendo, Tom. Es realmente muy halagador que sea una loca de patio –bramé con fuerza.
-No estaba diciendo eso, Emily.
-No me importa –dije mientras me volteaba a la puerta.
 Se aferró a mi mano, deteniéndome en seco.
-Cuéntame más sobre esas sombras que tu vez –dijo como si no supiera absolutamente nada.
 Muy estúpido. ¿Es que acaso me matarías nuevamente si te contara de lo que fuiste y eres capaz de hacer?
 Bueno, no me mató, pero literalmente hablando, podríamos decir que sí. Él había acabado con la mayoría de mis recuerdos, con mi vida.
 Dan apareció de repente. Mi salvación personal.
-Creo que deberíamos cumplir nuestro castigo –dijo resaltando la palabra más que las otras.
 Comprendí sus intenciones. Miré a Tom en modo de disculpa.
-Supongo que hablaremos luego –le dije.
 Me sorprendió que en su rostro abundara la expresión de ira y horror.
-¿Tom? –susurré con miedo, no por que él me lo provocara, sino temiendo de que fuera capaz de hacer algo, del cual ambos salieran dañados.
 Seguía mirando a Dan con una expresión sumida en odio, este le miraba con algo similar a la tranquilidad y la conformidad, como si para el estuviera bien sentir el odio de Tom.
 Una sombra comenzó a aparecer de a través de las paredes, silenciosa y amplia, oscura y traslúcida mientras se movía con sigilosa lentitud hacia Dan. Palidecí.
-¿Tom? ¡Tom! –le llamé aterrorizada.
 La sombra vino en compañía de otra y más seguidas, eran más espesas esta vez y más amplias, me volteé a mirar y supuse que el miedo se habría estampado en mi cara como el diseño de una polera. Una gran pared oscura había echo desaparecer el patio.
 Pero Tom y Dan seguían en silencio, odiándose con la mirada.
-¡Cielos! –Exclamé mientras trataba de zafarme de los brazos de Tom, algo imposible-. ¡Suéltame!
 Tom me miró con el ceño fruncido y un gruñido se escapó de Dan.
-¿Qué estás haciendo? –le grité enfadada, podría cubrir el pánico con enojo, sería fácil, a pesar de que no estaban tan molesta, excepto de que no se decidía a soltarme en ningún momento-. ¿Estás loco?
-Silencio –murmuró como una orden.
-¡No! –miré a Dan para que me ayudara.
 Este tenía una expresión de dolor en el rostro y luego miró hacia arriba, las sombras se movían conforme la rabia de Tom avanzaba, entre más se enojaba, todo se tornaba oscuro.
 Dan comenzó a mover la cabeza, en cualquier otra ocasión habría pensado que estaba pensado o muy concentrado mirando el techo, pero una a una, las sombras comenzaban a escabullirse y desaparecer, estallar y resonar como si estuvieran sacudiéndolas.
 Me estaba ayudando, entendí.
<<Una vez que las sombras desaparezcan, Em… tu solo corre hacia el gimnasio ¿vale?>> Sonó como si me estuviera mandando, me iba a negar, pero confiaba en él. Sabía que lo haría de todos modos.
 ¿Por qué? –ni siquiera hice ruido alguno, solo gesticulé con mis labios para que me los leyera y entendiera.
<<Tom está furioso, es algo… peligroso. No quiero que te veas implicada en uno de sus caprichos y menos si están involucradas las sombras. Se que les tienes miedo>>
 Solté una sonrisa, no porque estaba feliz, sino que estaba conciente de que él estaba preocupado por mi.
 Una capa de sombras ya habían desaparecido desde entonces a las espaldas de Dan, ya no estábamos encerrados en la capa de oscuridad, y me solté de los brazos de Tom, el me frunció nuevamente el ceño y le fulminé con la mirada.
-¿Qué haces? –me preguntó mientras me miraba.
 Le negué con la cabeza, no sabía que decirle. Por una parte, a pesar de ser una persona completamente amable y simpática conmigo y una dura y fría con Dan. No quería hacerle daño y tampoco podía negar que me agradara demasiado y que me atrajera.
 Una mano me atrajo hacia atrás y Dan me empujó con cuidado a través de su espalda.
-Corre –susurró con voz dulce, me hipnotizó con sus ojos profundos y quedé en shock.
 Las sombras volvían.
-Pero supongo que tú y Tom no pelearán esta vez –suspiré.
 Hizo una mueca de disgusto.
-No lo sé, trataré de calmarlo.
-¿Crees que puedas?
-Si, de todos modos lo hará.
 Christie apareció desde el pasillo, de la entrada del gimnasio. En su cara relampagueó la sorpresa.
-¡Em! –gritó mientras corría hacia mí-. ¡Demonios! ¿Es que no pueden dejar de meterse en problemas?
 Las sombras se esfumaron al instante. Miré a Christie agradecida.
-Christie –murmuró Tom enfadado.
-¡Cállate! –le retó-. ¿Es que no te das cuenta de que Emily está acá?
 Posó su mirada en mí mientras formaba las maños en puños.
-No le haría daño.
-¿No me digas? –le fulminó-. ¿Entonces por qué decidiste borrarle la memoria?
 Me temblaron las piernas, Christie no llegaba a esos extremos.
-Christie –susurró Dan, preocupado mientras me miraba.
 Tom me dirigió una mirada sigilosa.
-¿Ella lo sabe? –murmuró con voz temblorosa.
 En ese momento estallé:
-¡Claro que lo sé!
 Tom palideció.
-¡¿Se lo contaste?! –le gritó a Dan en la cara a momento en que se acercaba más para encararlo.
 Dan le miró serio.
-¡No se lo ha contado! –chilló Christie enfadada.
 Se veía como si fuera una pequeña niña gritándole a un adulto.
-¿Entonces? –dudó él.
-Al parecer lo recordó a tiempo, querido –dijo ella con un acento sureño proveniente de Tennessee.
-Esto… no –Tom negó con la cabeza mientras trataba de orientarse.
 Le miré con una expresión de dolor.
-¿Por qué lo hiciste? –le pregunté.
 Él me miró afligido.
-Porque no soportaba verte con… él –miró hacia Dan.
 Me tembló el labio inferior.
-Pero no tenía porqué hacer eso, Tom ¿querías matarme? –cerré los ojos mientras él hacía un gesto adolorido con el rostro.
-No iba a llegar a ese extremo.
-¿Y por qué no? –le recriminé.
-Bueno, las controlo y…
-¡Cállate! –Gritó Christie-. ¡Nada te justifica!
 Tom exhaló, como si alguien le hubiese apuñalado en el corazón. No supe que facciones habría tenido, pero Dan me miró y luego tuvo una vista ausente.

 FLASHBACK 

-Supongo que no tendrás prisa en irte –susurró Tom mientras me dejaba en mi casa, en Vancouver-. ¿Por qué no hablamos un rato más?
-Si quieres entra –le sugerí sonriente.
-¿Están tus padres? –preguntó curioso.
-Mi madre está en la cocina, ¿por qué?
-Quería saludarles –sonrió.
 Él era alegre y único, uno de mis amigos más cercanos en ese momento. Mi mejor amigo, para ser exactos, era con quien podía conversar horas y horas sin aburrirme y quizás aún más. Pero no teníamos secreto alguno.
-¿Mamá? –llamé al entrar a mi casa.
-¿Si? –pronunció ella desde el pasillo de la cocina.
-He llegado, vengo con Tom… supongo que no te molestará que se quede a cenar ¿no?
 Moví las manos, nerviosa.
-Claro que no, hija –apareció mi madre con una sonrisa muy amplia, las arrugas de su rostro eran amables y cariñosas-. Sabes que él es bienvenido en nuestra casa. Pasa, Tom.
 Tom avanzó desde la puerta y miró el lugar, a pesar de haber estado antes con anterioridad.
-¿Está preparando pasteles? –sonrió fascinado.
-Si –dijo mi madre con orgullo-. Me alegra que te gusten.
-Huele delicioso, creo que para ninguno de los dos sería posible resistirnos –me miró con dulzura.
-Por supuesto que no, a Emily le fascinan.
 Enrojecí con timidez. Tom era bienvenido en mi casa y siempre que podía, halagaba a mi madre con cumplidos sobre su maravillosa habilidad en el momento de cocinar.
 FIN FLASHBACK 


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