sábado, 8 de octubre de 2011

"Equinoccio"

“Equinoccio”

Capítulo 2 – Descubrimiento

-¿Así que irás a la Universidad de Londres? –la idea pareció agradarle, le sonrió a la ventana.
-Si, empiezo la otra semana –tomé un momento en darme cuenta-. ¿Estuviste escuchando mis conversaciones?
 Asintió mientras examinaba mis facciones.
-¿Por qué? –prendí la luz de la lámpara, mientras revisaba y guardaba las cosas dispersas en mi escritorio.
-Tenía curiosidad.
-Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas –le sonreí con una sonrisa maliciosa, el se echó a reír y alzó una ceja mientras miraba por última vez la ventana.
-Me fue inevitable –se encogió de hombros y se sentó en la punta de mi cama, me estremecí de la sorpresa.
-¿Qué hay de que entre a la universidad? –me apoyé en la madera de la cama mientras el se acercaba unos centímetros más, aguardando distancia.
 Negó con la cabeza. Dirigió una mirada a la puerta mientras pensaba y volvía a sacudir la cabeza, con aspecto enfadado.
-¿Ocurre algo? –dije, sentía como la curiosidad me consumía.
-¿Mentiste por mí?
 Enrojecí de inmediato.
-Si –oculté mi mirada de la de él.
 Rió en silencio.
-¿Dónde estuviste en todo este rato?
-La mayor parte del tiempo la pasé acá –apuntó a mi cama, le contemplé atónita.

 Steve dejó caer una lista con las cosas que debíamos de comprar, sacó su billetera e hizo rodar con su dedo las llaves de su auto. Terminé de comer mi desayuno mientras miraba hacia la ventana.
-Hola –sonrió-. Tu padre me dejó entrar.
-Si, lo sé –revolví con la cuchara los últimos restos de cereales.
-¿Qué cosas compraras? –se sentó en la silla del frente.
-Los útiles… ¿no lo recuerdas?
-Si, perfectamente.
-¿Compraremos lo que hay en la lista? –la apunté con una sonrisa en mi rostro.
-Oh, si. Supongo que tardaremos un poco en recolectar todo.
-Ni tanto –resoplé soltando una carcajada.
-Bueno, un poco.
-Si –sonreí.
-¿Nos iremos en mi auto? –volvió a girar las llaves.
-Si, claro.
-Tu padre fue a trabajar, ¿verdad?
-Si, tenía que irse. Le esperaban en la oficina, ya sabes –arqueé una ceja-. Asuntos de empresarios.
 Rió entre dientes.
-Vamos, se nos hará tarde –se dirigió a la puerta mientras la abría y caminaba por el pasto del jardín.
 La cerré después de haber salido y me subí en silencio al auto de Steve, era un día agradable, el sol iluminaba alto, pero no hacía calor.
-Lindo día ¿no? –entró y encendió el motor, una sonrisa se dibujó en su rostro.
 Steve era hermoso, su pelo negro algo largo ahora caía en a su frente, sus ojos verdes resaltaban con la luz. Notó que lo estaba mirando.
-¿Qué? –rió.
-Nada –me encogí de hombros.
-En ese caso –miró alegre hacia el frente-. Vamos.
 Miré fijamente hacia las calles, los árboles con un verde magnífico adornaban todo, hacían que todo se viera demasiado perfecto. No me arrepentía de venir a Inglaterra.
 Claro que extrañaba a mi madre, mi padre había decidido traerme a Inglaterra por mis estudios y por su trabajo. Mi madre después de haber desaparecido le había entristecido más que nunca. Por ello, después de más de dos años de no haber recibido noticias de ella, decidió que viviríamos acá, en Inglaterra. Conocí a Steve desde entonces, con quien había estado los últimos años del instituto –los que me faltaban-, y había sido mi compañía desde mi llegada.
-¿En qué piensas? –parecía preocupado, su mirada se tornó en verdad inquieta.
-Recordé lo de mi madre –suspiré.
-No te tortures con esos recuerdos, Rose –se aferró a mi mano, como si tratara de reconfortarme.
-Lo sé, es que se me vino a la mente, nada más –me encogí de hombros.
-Está bien –volvió a poner la mano al volante y miró el camino pensativo.
 Mi madre, la había visto por última vez cuando tenía quince años, la podía recordar perfectamente, sus ojos azules y su blanca sonrisa, su pelo rojizo que le llegaba hasta los hombros y su gran personalidad.
 Steve tenía la razón, no debía pensar en eso.
-Llegamos –sonrió mientras salía del auto y caminaba hacia mi puerta.
 La abrí cuidadosamente y él la afirmó con la mano para que saliera, extendió la que tenía libre y me sujetó para que no tropezara ni perdiera el equilibrio.
-Gracias –asentí agarrando mis llaves y guardándola en mi bolsillo.
-No es nada –rió.
-¿Qué compraremos primero?
-¿Qué te parecen los cuadernos y carpetas?
-Claro, pero si luego vamos a una librería.
-Por supuesto –avanzó unos pasos apuntando a un local.
 El letrero azul era una buena mezcla con las letras amarillas. La pintura brillante –que hacía notar perfectamente la atención de cualquier persona que estuviera cruzando la calle-, cumplía su objetivo de atraerlas.
 Prácticamente no demoramos nada en comprar todo, ya al cabo llegada la tarde hora teníamos todo listo y estaban las bolsas en el maletero del coche. Luego seguimos caminando en la busca de una librería donde pudiera encontrar los libros que andaba buscando.
-¿Qué libro comprarás?
-Estoy interesada en los mitos –vacilé-. Historias de terror, quizás.
-¿Qué? ¿Sobre vampiros o hombres lobo? –sonrió con malicia.
-Si –sentí como la respiración se me agitaba, recordé el pálido rostro de Anthony aquella noche, en la que nos habíamos visto por primera vez.
-¿Estás bien? –se detuvo para observarme por unos segundos.
-Estoy perfectamente –fruncí el ceño y entré a un local.
 La débil luz de la lámpara iluminaba las repisas repletas de libros, estaban ordenados delicadamente y cada estante de madera estaba a más de dos metros de distancias el uno con el otro. Podía haber más de mil libros en aquella librería –que parecía más biblioteca o algo por el estilo.
-¿Hablarás con la vendedora? –apuntó disimuladamente a una mujer que estaba concentrada en un ordenador.
-No, lo buscaré yo misma –le dí un empujoncito juguetón y el se rió en silencio.
-¿Te ayudo?
-Si, busca algo relacionado con leyendas y mitos. Yo me concentraré en las historias de terror.
-Estás comenzando a asustarme –parpadeó sorprendido.
-Bien, iré por allá –caminé con tranquilidad, Steve hizo exactamente lo mismo pero hacia el lado contrario.
 Ahora debía de buscar por orden alfabético, historias de terror, mitos y leyendas, leyendas urbanas, que se yo. Necesitaba algo relacionado con ello.
 Una mano pálida y dura como el hierro me atrajo hacia ella, iba a soltar un gemido pero una al taparme la boca me lo impidió. Me consumí por la curiosidad y volteé levemente mi rostro, buscando el de él. Una sonrisa encantadora me perturbó.
-¿Qué haces acá? –preguntó con inocencia.
-Me sorprende que no hayas escuchado mis conversaciones –reí mientras continuaba con mi búsqueda.
-Aún no me has respondido.
-Pudiste haberme matado de un infarto –con mis dedos recorrí cada título, ninguno se parecía a lo que andaba buscando.
-Precisamente tú no eres de las personas que se asustan con cualquier cosa.
-Es posible de que me asuste si alguien me agarra de la mano y me cubre la boca.
-Es bastante probable –rió entre dientes.
-Aquí está –sonreí con entusiasmo y aparté un libro rápidamente mientras le daba un hojeada buscando algún título que me indicara lo que deseaba.
 Anthony me miró sorprendido.
-¿Qué libro estás buscando?
-Ninguno en especial –admití nerviosa. Lo cerré y lo guardé lo más rápidamente que pude.
 Después lo vuelvo a buscar. Pensé mientras apartaba el pelo de mi cara.
-¿Estás con Steve? –preguntó algo más serio.
-Si, me acompañó a comprar las cosas para la universidad.
 Ahora podía notar en la forma que vestía… Llevaba puesta una chaqueta azul abierta que hacía notar su polera gris ceñida a su figura, ocultaba sus ojos con unos lentes oscuros y sus jeans comunes. Increíble, a pesar de ser una ropa completamente casual, le hacía ver elegante y superior a cualquier persona que quisiera ponerse lo mismo.
-Es de día… ¿cómo pudiste caminar sin que la gente notase lo que eres? –pregunté con cierta timidez.
-No notarán la diferencia si no fuera por mis ojos –sonrió-. Además de otros detalles.
-¿No te quemas? –abrí los ojos de par en par.
-No, son solo mitos, Rose.
-¿Si? –me apoyé en el estante.
-Si, al igual que no me hacen nada las estacas, o los collares de ajo –sonrió divertido.
 Sentí unos pasos aproximándose, Anthony se puso rígido.
-Rose –me llamó en un susurro Steve.
-Acá estoy –le respondí elevando la voz.
 Anthony no se movió, le dirigí una mirada cómplice, para que no se atreviera a moverse.
-He encontrado estos libros –alzó en sus brazos una pila alzada y las llevaba con poco esfuerzo-. Tú –gruñó alzando la voz.
-¿Ustedes se conocen? –miré a Anthony directamente a los ojos, el me miró con una mueca.
-Si, nos hemos visto antes.
-Entonces –vacilé-… Él sabe lo que eres tú.
-Si, lo sé perfectamente –rió con cinismo-. ¿Así que por eso quisiste venir? ¿Esto de la biblioteca era solo un engaño?
-Espera –le fulminé con la mirada-. Yo no tenía la menor idea de que estaría acá.
-Déjalo así, Steve –Anthony se aferró a mi mano y me corrió unos centímetros tras su espalda.
-Me impresiona lo estúpido que puedes llegar a ser por una humana –rió con fuerza.
-Basta –le ordenó Anthony secamente.
-Podrías irte y dejar las cosas como estaban.
-¿Y dejar que acabaras con su vida?
-Tú estás dispuesto a eso –negó con la cabeza.
-Ni siquiera le has dicho lo que eres.
-¿Qué? ¿Podrían explicarme al menos de qué se trata todo esto?
-Por supuesto, Rose –Steve puso una expresión entristecida-. Anthony quiere llevarte y matarte, ha estado planeando esto hace años… Pero yo estaré aquí para defenderte.
 La voz de Steve era completamente falsa. No le respondí mientras él alargaba la mano, Anthony hizo retroceder unos pasos más.
-Sabes que no es cierto, tú has planeado esto durante años, Steve –bramó Anthony.
-Entonces él es un… -le miré aterrada, no podía creerlo.
 Steve sonrió con una expresión extraña, llena de odio.
-Vete –le ordené mientras sentía como se me llenaban los ojos de lágrimas.
 Su rostro se volvió aterrador.
-No dejaré que él –le apuntó a Anthony con el dedo-, arruine esto.
-Tú mismo lo arruinaste, Steve –Anthony me aseguró tras su espalda, no podía verle el rostro.
-¿Ahora te las das de protector? –rió.
-Solo lárgate.
-Me impresiona, Anthony –se acercó un paso hacia nosotros, Anthony retrocedió instantáneamente, ocultándome de la vista de Steve.
-¡Suéltala! –gritó enojado.
 Steve se acercó aún más y sentí su mano fría en mi muñeca, me apretó con fuerza y tiró de ella. Anthony le sujetó del brazo apretándoselo.
-No te atrevas a tocarla –le amenazó.
-¿Qué me harás, eh?
-Te dije que la soltaras –el rugido volvió a salir de su pecho y se le lanzó a Steve quien chocó con los estantes de la librería.
 Miles de libros se estamparon contra el suelo, haciendo un gran ruido, me pregunté si la vendedora vendría y vería a ambos golpeándose. No podía dejar que ocurriera, debía de parar esto.
-¡Basta! –les grité a ambos, Steve aprovechó el momento para agarrar a Anthony de las manos, quien me había mirado aterrado-. ¡Suéltalo Steve!
 Me miró con indiferencia y lanzó a Anthony al mismo estante. Las astillas comenzaban a salir y caer al suelo, los libros estaban abiertos, desordenados y dispersos por todo el suelo.
 Anthony había tomado ventaja, con una mano bloqueó los movimientos de Steve poniéndole las manos en la espalda, Steve se movía furibundo.
-¡No hagan esto! –les grité mientras miraba hacia todos, sin saber que hacer.
 Anthony lo soltó y lo miró con ira, Steve se paró enseguida y cuando iba a golpearlo, me coloqué en medio y le miré con aspecto enfadado.
-Vete, Steve –le ordené.
-No, no me iré –me miró directamente a los ojos-. No sin ti.
-No me iré contigo –forcejeé para que me soltara la mano, pero se rehusaba a hacerlo-. Suéltame.
-Vendrás conmigo –su rostro se volvió repentinamente espeluznante, su sonrisa provocativa solo me producía un miedo increíble.
 Su cara se crispó y cerró los ojos, me liberé con facilidad y vi como Anthony le apretaba de la muñeca y le volvía a lanzar al suelo.
-Solo vete, Steve –le amenazó con voz seria, no se notaba cansado ni exaltado-. Ahora.
 Los segundos siguientes –en los cuales se miraron el uno al otro-, fueron tensos, no reconocía la sensación de miedo, temor y locura. Sí podrían volver a pelear, o simplemente se trataba de un terror más allá de todas las cosas posibles, me refería al hecho de que Anthony pudiera resultar herido, o lo contrario. No, Steve no se lo merecía, no podía estar de buenas con él, ni tampoco quería estar de malas, pero no era un simple capricho.
 ¿Cuánto tiempo dura el dolor de una decepción?
-Adiós, Rose –dijo él mientras se giraba, su cara completamente intacta en su tez pálida, había adoptado un color más anormal esta vez. No parecía haber peleado, se fue tenso y sin emitir ruido alguno.
 ¿Era Anthony capaz de traer todas las verdades consigo?
 Sentí su fría mano recorriendo mi muñeca y la presionó con el cuidado suficiente mientras caminábamos por el pasillo, recorrí con la vista el pasillo después de haberme librado de mis pensamientos, los libros estaban ordenados en el estante.
 Le miré para que me diera una respuesta.
-No fue difícil… de hecho terminé lo bastante rápido como para que no te dieras cuenta. Parecías muy concentrada mientras mirabas el suelo. ¿Estás bien?
 Mis ojos se desorbitaron, no sabía donde mirar. Me abrazó rápidamente y respiró profundo.
-¿La vendedora? –fue lo único que se me ocurrió.
-No está -apuntó al lugar donde estaba la última vez, ahora la silla vacía frente a un ordenador hacía notar que no había pasado mucho tiempo antes de que Anthony y Steve pelearan-. Salió mientras tú estabas revisando los libros.
 Pero él no iba a rendirse así como así, conocía una parte de Steve que sabía que no era un engaño, no se daba por vencido con facilidad.

 La semana siguiente no había superado mis expectativas, había estado en casa lo suficiente como para sentirme sola, más sola de lo normal. No solía salir siempre con amigos, por lo que me quedaba estar conmigo misma, no era una regla de antisocialismo puro, lo veía más como mi propio espacio. Me agradaba mucho más de un modo u otro. Me daba la tranquilidad para pensar.
 Aunque ahora se volvía todo un problema, sentía como la ausencia de una parte importante de mi vida comenzaba a afectarme, nunca había estado así con Steve, nunca.
 Me di una vuelta en la cama mientras apoyaba la cabeza en la almohada, mirando hacia el techo, me deslicé por la cama y abrí la ventana de golpe, saqué la cabeza tratando de divisar alguna figura de entre los árboles.
 No está –suspiré y caminé hacia la puerta, bajé las escaleras sin ánimo y me serví un vaso de agua antes de irme a la universidad.
 Habíamos quedado en que Steve me iba a dejar, después de esto, los planes se esfumaron. Me iría en mi auto, lo más probable sería que mi padre me insistiera una vez más que hable con él. Siempre se han llevado bien, supongo que él era el sí de mi padre, nunca lo rechazaría.
 No puedo decirle la verdad, supongo que tendrá que conformarse con saber que no le hablaré. Hasta no se cuando –pensé mientras iba e busca de mis cosas antes de irme.
 Unos golpes en la puerta detuvieron mi destino, me giré con desanimo y cuando vi a mi padre que abría la puerta y su expresión fue de completo asombro, me quedé ahí tratando de mirar desde los escalones.
 No puede ser Steve, estaría más animado, o al menos le habría saludado.
-Vengo a buscar a Rose –alcancé a escuchar de la persona que estaba tras la puerta.
 Me congelé inmediatamente, y sentí la sensación de correr y cerrar la puerta, aunque sería algo estúpido, no serviría de nada. Mejor tendría que correr e irme, escapar, si, al menos era razonable.
-Esto… Rose –mi padre me miró confundido.
 Me mordí el labio, sin lograr entender. ¿Por qué no estaba asustado como lo veía en mi mente?
-¿Si, papá? –tartamudeé.
-Húm, un chico quiere verte –abrió completamente la puerta y vi como Anthony entraba a mi casa con completa naturalidad.
 Entonces creí haberme desvanecido en el suelo.
-Acordamos que te iría a dejar y a buscar ¿lo recuerdas? –me guiñó un ojo.
Asentí tratando de verme casual, como si lo estuviera esperando, tropecé con un escalón mientras subía, inspiré todo el aire que pude y corrí escaleras arriba y agarré mi mochila apenas entré a mi pieza. Una vez que estuve segura de que no olvidaba nada me giré y bajé apresuradamente.
 Mi padre me miraba atento. ¿Hoy tenía que fijarse en todas las cosas que hacia? ¿No podía elegir un día común y corriente? ¿Qué aspecto tendría a la vista de ellos?
-Rose –dijo mi padre mientras se acercaba a mí y me daba un abrazo-. Que tengas un buen día, y… esto es para tu almuerzo –me entregó un par de billetes, era suficiente y algo excesivo, yo podría haberlos pagado yo misma.
 No me gustaba que se molestara por mí.
-Gracias papá –le sonreí mientras cogía las llaves de mi auto.
 Ladeé la cabeza para observar el rostro de Anthony a hurtadillas, estaba con unos lentes oscuros y una polera blanca, sobre ella una chaqueta oscura completamente adecuada a su figura y su pelo desordenado y rebelde le daba un aspecto más juvenil e inalcanzable.
-Vamos –dijo con una radiante sonrisa y cruzó la puerta-. Adiós Sr. Anderson.
-Adiós, Anthony –dijo mientras se apoyaba en la puerta, su ceño fruncido y su voz cortante me incomodó, en cambió el solo sonrió cortésmente.
 ¿Se habían presentado? ¿Sabía su nombre ahora? ¿No habrá sospechado nada?
 Una vez lo más alejados de los oídos de mi padre, no pude evitar preguntarle cómo había logrado estar con él así como así.
 <<Lo he hecho un par de veces>> se limitó a decir con completa naturalidad.
 Le fulminé con la mirada. Escuché una pequeña carcajada que la combinó con un tosido.
-No será necesario que conduzcas tu auto –cruzó la calle cuando yo iba a introducir las llaves en la puerta.
-¿De qué estás hablando?
-Iremos en mi auto.
-Espera –me aproximé a él-. ¿Tienes auto?
-Por supuesto, no creas que nosotros nos trasladamos corriendo por todos lados –se apoyó en un Audi convertible plateado, le miré sorprendida.
-Si quieres pasar desapercibido –arqueé una ceja-. Pues, déjame decirte que este no es un buen paso.
-Me gusta este auto –me abrió la puerta y sacó del asiento del copiloto una caja pequeña y forrada con terciopelo.
-A quien no –me senté mirándolo hasta que entró por el otro extremo.
-Me refiero a que me agrada conducir rápido –aclaró con calma.

 La llegada a la universidad fue algo maravilloso, la decoración de esta era algo tan magnífico, especial… Era como si lo que hubiese hecho con todo mi esfuerzo durante mi vida, al fin abría obtenido su recompensa.
 Los alumnos entraban a ella y sonreían mientras pasaban por la cafetería o el hecho de llegar al gran parque que tenía un sector dedicados a aquellos que le gustase el deporte. Las bancas estaban seleccionadas en la parte del pasto, y ahí fue al primer lugar que caminé con agrado.
 Un chico con una mochila ligera caminó con vivacidad hacia mí, entrecerré los ojos, ya que el sol me llegaba directo y no podía verle el rostro a contra luz.
-Hola ¿cómo te llamas? –dijo sentándose a mi lado.
 Ahora que podía verle mejor, me dediqué a sonreírle. Su pelo castaño lucía unos reflejos más claros con el sol, un mechón bajaba por su frente, su camisa cuadrilles con sus vaqueros negros le daban un aspecto único y relajado. Lo mismo parecía demostrar su postura.
-Rose Anderson –dije con amabilidad-. ¿Y tú?
-Francis Miller –golpeteó con su pie el suelo y sacudió la cabeza apartándose el pelo de la cara.
-¿Eres nuevo acá? –me apoyé en el respaldo de la banca mientras dejaba que los débiles rayos del sol me acariciaran el rostro.
-Si –imitó mi movimiento-. He llegado hace solo unos minutos.
-¿Qué planeas estudiar?
-Cualquier cosa –parecía concentrado en algo cuando abrí los ojos para observarlo-. Supongo que tendrá que ver más con algo que me guste, veré mis opciones.
-Es una buena decisión, no debes precipitarte, supongo.
-¿Y tu?
-Psicología –le miré por el rabillo del ojo, el sonrió complacido.
-Estaremos juntos en clases, entonces.
-¿De qué hablas?
-Me especializaré en psicología, es una de las cosas que me agradan ¿sabes?
-Lo tendré en cuenta –le aseguré.
-¿No irás a inscribirte? –apuntó a una puerta de donde salía una extensa fila.
-Pensaba hacerlo ahora –me enderecé.
-¿Te acompaño?
-¿No te has inscrito?
-Acabo de llegar.
-Oh, si… lo olvidé.
-No te preocupes, no es algo que importe mucho.
 Me acompañó y juntos estuvimos en la fila por un par de minutos hasta que tocó nuestro turno, una señora de edad media y pelo hasta los hombros anotaba nuestros nombres y nuestras respectivas clases, luego pasó los datos a un ordenador y nos entregó unos ficheros a ambos.
-¿Qué te parece si nos vamos juntos a nuestras salas? –propuso con entusiasmo, le sonreí.
 Era agradable, sus ojos avellana eran realmente acogedores, como si uno quisiera verlos y sonreír. Él parecía una buena compañía durante las clases.
-Rose –dijo alguien a mis espaldas, me volteé rápidamente, sin limitarme a respirar, cuando le vi el rostro solté un leve suspiro, supuse que el lo habría notado, Francis en cambio, no se habría dado cuenta.
-¿Qué haces acá? –me acerqué instintivamente a él.
-Tengo clases –rió entre dientes.
-¿Qué? ¿Tú vas a tener…? ¿En verdad? –llevé mi mano a mi pelo mientras lo corría hacia atrás, era una de las cuantas cosas que siempre hacía, inconcientemente.
-Si –miró a Francis a través de las gafas de sol-. No creas que iba a vivir sin estudios.
-Oh, claro –disimulé mi impresión.
 Francis estaba impresionado, pero no hacía más que demostrar que estaba ahí, sin embargo, parecía distraído observando los árboles de la plaza.
-Francis –capté su atención, él me miró con una sonrisa torcida y alzó las cejas-. Él es Anthony Hawkins –lo miré apenas pronuncié su nombre, él se sacó los lentes.
 Sentí un estremecimiento por todo mi cuerpo y lo miré con ojos como platos, el escalofrío se expandía y veía todo en cámara lenta, mi visión de terror se transformó a desconcierto cuando unos ojos oscuros y negros aparecieron. ¿Dónde estaban sus tonos carmesíes?
-Hola –saludó Francis informalmente, asintió la cabeza con líos labios fruncidos y miró nuevamente a los árboles.
 En cambio a Anthony no pareció importarle en absoluto, seguía entretenido con mi reacción.
-Son lentes de contacto –me susurró la oído mientras se reía en silencio.
-¿Es posible?
-Si, tengo que renovarlos por una cierta cantidad de tiempo, ya sabrás por que.
 Levantó la vista y miró a Francis con un atisbo de amargura, frunció el ceño y luego con una media sonrisa, volvió a dirigirse a mí.
-¿Qué te parece si te acompaño a tus clases?
Francis se volteó apenas lo escuchó.
-Esto, ella y yo ya habíamos quedado en que la iba a acompañar…
 Anthony frunció el ceño.
-Si, lo sé. Pero en este momento ella no podrá acompañarte.
-¿Qué? –pareció confundido-. Está bien, te veo luego.
 Colgó su mochila por el hombro y se marchó con tranquilidad.
-No deberías hacer eso –le reclamé, el se sacó las gafas y alzó las cejas, confundido-. Aturdir de ese modo a la gente, no es bueno.
-¿Aturdo a la gente?
-Todo el tiempo.
-¿Te he aturdido a ti alguna vez? –me miró directamente a los ojos, contemplé como hipnotizada su rostro.
 Cerré los ojos con fuerza, escuché como se reía entre dientes.
-Explícame lo de tus ojos –suspiré.
-Puedo usar lentes de contacto, es la única forma con la que puedo interactuar con los… humano. Siempre y cuando no se deshagan.
-¿Deshagan?
-Si.
-¿Es posible?
-Prácticamente tengo que cambiarlos cada vez que los uso.
-Pero nunca te he visto llevarlos
-Es porque no me ha sido necesario utilizarlos.
-Hasta ahora.
-Exacto.
-¿Qué vienes a hacer acá, en verdad?
-Ya te lo he dicho –sonrió con malicia.
-No, es una broma. ¿Qué haría un…? ¿Alguien como tú estudiando en una universidad?
-Rose, que yo sea como soy, no me impide tener una vida más humana –me agarró de la mano, las contemplé juntas al igual que él y me acompañó a mis asignaturas.
-¿Entonces, estás inscrito?
-Si –miró hacia el frente con sus ojos oscuros.
 ¿Él estaría en la universidad? No me cabía en la cabeza… ¿cómo podía un vampiro, con toda la libertad del mundo, estudiar?
-¿En qué clases?
-Medicina –sonrió-. Además de psicología –me guiñó un ojo.
-¿Estás bromeando?
-Para nada –me agarró de la otra mano y me miró a los ojos-. No podía ser capaz de pasar todo el tiempos in verte.
 Me dejé llevar por sus ojos y al instante sentí como se me iba la respiración.
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~Javy'Pattz~Stew*-*

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