sábado, 15 de octubre de 2011

"Psychosis"


Capítulo 1 – Falsos dementes

 “Solo será por un tiempo” había dicho mi madre por última vez. Le había visto el rostro deprimido y nervioso cuando se había sacado las gafas de sol, a pesar de que estuviese nublado. Su cabello castaño estaba desaliñado y lo llevaba sobre el rostro, para que no se lo viera. Lo había descubierto para darme una sonrisa reconfortadota, que funcionó de la peor forma.
 Mi padre había estado siendo cortante y rudo, pero al momento de despedirse soltó un gran suspiró y rindió.
 Temía que estuvieran asustados.
-Acompáñeme, Emily –dijo una señora con una amplia sonrisa y me guió a la entrada de una pequeña y acogedora sala.
 Quizás sea para que los padres estuviesen aquí –pensé mientras analizaba mis pensamientos, no sabía como reaccionar ante la curiosa mirada de consuelo de la que parecía ser una secretaria.
-Mi nombre es Clara Walker –habló nuevamente mientras reordenaba unas carpetas, buscando algo-. Te entregaré unos papeles para que puedas saber cual será tu habitación y tus salones de clases.
-Está bien –me acerqué a su escritorio con lentitud, ella había dado con lo que buscaba.
-No te preocupes –me dio una media sonrisa, como si supiera que no quería estar allí. Era más que obvio-. Este es un buen lugar.
-¿Tengo que ir a clases ahora? –pregunté mientras me entregaba la ficha con mis horarios.
-No, tus padres te han inscrito a comienzo de año, así que ahora todos estarán empezando nuevamente –me guiñó un ojo-. Son recién llegados.
-¿En verdad? –le miré impresionada-. Pensé que estarían años acá.
-No, no es así –negó con la cabeza mientras ponía una mano en mi hombro y abría una puerta, daba con un pasillo descubierto y relucía un patio grande y espacioso, el pasto estaba algo deteriorado en algunos sectores, pero era agradable-. Aquí están solo un par de años, no tantos… los suficientes como para finalizar sus semestres y poder seguir con sus estudios.
-¿Cómo cuantas personas hay acá?
-Bastantes –miró hacia el patio y luego las puertas de los costados, supuse o que sería oficinas, o salones de clases-. Observa, allá en el patio, podrás estar todo el tiempo que quieras, exceptuando los horarios de clases o reuniones. Estas puertas, son las salas de los profesores asignados para tus clases y oficinas de los rectores, directores y otros empleados.
 ¿Esto era una escuela de locos o una común y corriente?
-Te ayudarán si necesitas algo.
-¿Dónde están los demás?
-En el salón, está por comenzar el discurso de comienzo de año. Quizás debas apurarte.
-Bien –avancé con tranquilidad, dudando de mis pasos y mirando el plano que me había entregado la Sra. Walker en la oficina.
 Este era un gran mapa, estaba resaltado los dormitorios, la cafetería, el salón, las salas y las oficinas. Los lugares restantes como el patio o los sectores como la piscina y el gimnasio estaban aparte.
 ¿Era una broma?
-Hola –me sobresalté cuando vi de repente a una chica de cabello corto y oscuro, delgada y completamente de negro que sonreía de oreja a oreja-. Soy Christie. Tú debes ser nueva.
-Hola –coloqué mi cabello detrás de mi oreja, no me llegaba hasta la cintura, como solía ser solo hace un par de meses, ahora estaba a la altura de mis hombros. Mi madre me lo había cortado por las “reglas de la escuela”-. Si, soy Emily.
-Acompáñame –se dio la vuelta y me jaló con animo, apresurándome el paso-. Conocerás a muchos más, por cierto.
-¿Hacia donde me llevas?
-Al salón, si te dejo que te quedes allí parada, probablemente estarás media hora tratando de decidir que camino tomar.
-Tampoco es que hayan muchos pasillos.
-¿Por qué te trajeron hasta acá? ¿Eres pirómana o tienes algún tipo de enfermedad mental? –se detuvo en una puerta de color marrón rojizo, el linóleo estaba desgastado y parecía demostrar que alguien se había descuidado por bastante tiempo.
-No, nada de eso –Christie abrió la puerta con tranquilidad y me miró atenta-. Creí que esto ni siquiera podría ser un hospital psiquiátrico… veo que me equivoqué.
-Cualquiera piensa eso cuando viene hacia acá –rió-. Pero te darás cuenta de porqué es una escuela de locos.
-¿Tú estás loca?
-Todos estamos locos –dijo como si estuviera contando historias de terror-. No como todo tipo de locos, más bien, aquí estamos las personas de las cuales el mundo les teme. Unos están más chiflados que otros –me susurró al oído con suspenso.
-¿Cómo lo sabes? –le interrogué con curiosidad.
-He estado aquí por mucho tiempo –se encogió de hombros, al parecer no le importaba-. Siempre vuelvo, pero me agrada, es el único lugar en el que puedo estar, y es mucho más acogedor.
 El gran salón era amplio y relucía cuadros y insignias de la escuela, las sillas estaban ordenadas a los lados y dejando una pasada en el medio. Al frente estaba parado un hombre con una sonrisa reluciente. Era de esos tipos de personas adineradas y que tenía gran poder.
-Él siempre viene para los comienzos de años y cuando hay eventos importantes –puso los ojos en blanco-. Solo lo vemos como dos veces al año.
-¿Es el director o algo por el estilo?
-Si, el dueño de todo esto.
-Oh, debe ser muy importante.
-Si, quizás, pero no le importa para nada esto. Es solo la imagen de esta “escuela”.
 Los alumnos estaban sentados, todos lucían trajes negros, como el mío. Mi madre había insistido que debía de usarlo, era una de las tantas reglas. ¿Tenían problemas con los colores de la ropa? No entendía la idea de estar de luto.
-Pienso que deberían de escoger otro uniforme –se miró el suéter negro y luego negó con la cabeza-. No, lo prefiero a tener colores chillones.
 Los ojos se fueron posando en mí mientras cruzaba y avanzaba buscando alguna silla desocupada, Christie me jaló del brazo y me sentó junto a ella en una de las hileras.
-Escucharás el patético discurso –rió en silencio.
-Si no le interesa la escuela… ¿por qué está acá?
-Como te lo acabo de decir, es solo la imagen –arqueó una ceja-. Prácticamente, dependemos de él.
-¿Asuntos del establecimiento? –deduje interesada en la historia.
-Si, el aporta con dinero, nosotros con presencia –evitó soltar una risita ruidosa y se tapó la boca-. Creo que Dan está teniendo un problema serio –se puso de pie y alzó una mano, haciendo señas con entusiasmo para que alguien se acercara.
-¿Quién es Dan? –me volteé a mirar.
-Un chico de acá, siempre me hace favores -se sentó y golpeó la silla del frente.
 La chica que estaba ubicada en ella se volteó y la miró con ira, Christie le sonrió con inocencia y ella gruñó.
-La próxima vez y te rompo la cara a golpes.
-Como tú digas, Harlot –rió.
 La chica ignoró la ignoró nuevamente y comenzó a hablar con su grupo de amigas. Miré a Christie como si quisiera que no lo repitiera nuevamente, se encogió de hombros.
 Tenía su cabello negro y algo largo, con rayas rojas y moradas, su cara estaba repleta de piercings y su chaqueta de cuero desgastada –con miles de objetos metálicos incrustados-, me daba poca confianza, sabía que no debería causar problemas con ella.
 Christie estaba mirando hacia el frente como si fuera a dormir una siesta. Esperé a que me mirara y una vez hecho, adivinó mi pensamiento.
-Te aconsejo que no te metas con ella, es una de las peores de acá. Toda una problemática –puso los ojos en blanco-. No le gusta que la gente sea superior a ella, Harlot es algo especial.
-¿Por qué le llaman Harlot?
-Que se yo –ocultó una risita, su voz era la de un susurro-. Lo que si, le viene a la perfección. Es una especie de chica punk, es capaz de hacer cualquier cosa para conseguir lo que quiere.
-¿Qué quieres, Christie? –preguntó alguien a mis espaldas.
-Al menos podrías saludar, Dan.
 Me volteé a mirarlo y me sorprendí cuando su mirada se topó con la mía. Era un chico alto y ligeramente delgado, sus ojos avellana estaban completamente relajados, sonrió con amabilidad.
-Hola –se sentó en la silla que estaba a mi lado, quedé en el medio de ambos-. Soy Dan Baker.
-Emily Right –dije con timidez.
-¿Eres nueva?
-Si, acabo de llegar.
-Si, jamás te había visto –miró a Christie-. Dime.
-¿Podrías traernos a mí y a Emily unas bebidas? –le hizo un gesto con la mano para que se marchara.
-Puedes perfectamente ir tú sola, no tendrías por qué llamarme a mí –arqueó una ceja, desafiándola.
-Oh vamos, es solo un favor.
-¿Me acompañas? Así aprovechas de escoger qué quieres, me imagino que debes tener hambre.
-Pero, el discurso…
-No te preocupes –me empujó Christie para que me parara-. Todos los años dice lo mismo –se paró junto a mí.
 Dan era más o menos una o dos cabezas más alto que yo, y lucía un jersey negro con jeans del mismo color. Christie había entrelazado su brazo con el mío y me guiaba con Dan.
-Aún no puedo creer que te hayas conseguido una nueva esclava –le dijo Dan a esta, quien soltó una risita.
-Necesito, súbditos más eficientes que tú.
-No soy nada tuyo, puedes servirte tú sola –le apuntó un vaso vacío que había en una mesa repleta de paquetes de galletas y otro tipo de cosas-. Emily, no deberías hacerle caso –dijo mientras sacaba un vaso de una bandeja-, está más loca que cualquiera de acá.
-¿Acaso tú no lo estás? –Le apunté con el dedo-. Ha sido la única persona que me ha recibido.
-No, no es mi caso –rió.
-Yo no estoy loca, Dan –dijo con indiferencia.
 Dan la miró sorprendido y rió entre dientes, me miró y apuntó a las cosas que habían en la mesa.
-¿Qué deseas?
-Puedo hacerlo perfectamente yo misma, gracias –fruncí los labios mientras escogía una manzana que estaba junto con las demás frutas.
 Christie comenzó a reír a carcajadas, Dan le dirigió una seria mirada, negó con la cabeza y se sirvió un vaso de jugo mientras miraba hacia el frente, de repente se puso rígido y su rostro comenzó a asustarme.
 Me volteé para saber qué andaba mal, y habría deseado con toda mi vida, no hacerlo. La sombra se extendía y avanzaba lentamente en donde me encontraba, era oscura y espesa, y abarcaba más de dos metros, cerré los ojos y traté de no gritar. No quería que nada malo ocurriera, sobre todo si era con ellas.
 El grito desenfrenado de Phil me había roto el alma, no sabía como ayudarlo, era realmente horroroso ver como acababan con él, quizás le podría haber tomado de la mano y jalarlo con fuerza, pero en solo unos segundos, solo por unos segundos, el había desaparecido. El resto fue una terrible confusión entre ellas y la muerte, pude contemplar como ellas se acercaban a mí poco a poco, y todo habría desaparecido en la oscuridad.
 Mi padre me había encontrado tirada en el suelo, profundamente dormida. De Phil nadie nunca más había oído hablar, y me culparon de su desaparición. ¿Cómo iba a saber yo donde se encontraba él?
 Olvídalo, Emily –me supliqué a mi misma, y sentí como una fuerza externa a mis pensamientos me apartaba de ellos.
 La sombra estaba sobre mí y mi vista se desorbitó, lo único que pude ver era como trataba de introducirse en mí. Una mano me corrió de inmediato y me rodeó una figura, bloqueándola por completo.

-¿Qué crees que le haya pasado? –preguntó una voz familiar.
-No lo sé, es imposible que las haya visto… ¿viste su cara? –respondió alguien a mi costado.
-Tienes razón, es imposible.
-Dan, ¿y si fuera así? –dijo más nerviosa-. ¿Qué haremos?
-No Christie, ella no puede verlas.
-Pero Dan, su rostro… estoy segura de que las ha visto.
-No –gruñó, imaginé su rostro.
 Sus ojos semicerrados y una mueca de fastidio, como si algo le desesperara. Fruncí el ceño al sentir un agudo dolor en mi cuerpo y al comprender que estaba acostada.
-Despertó –le susurró a Christie, ella se puso rígida.
-¿Dónde estoy? –abrí los ojos lentamente y la luz fluorescente dilató estos.
-En la enfermería –se encogió de hombros, Christie.
 ¿Qué hacía allí? La última vez que había tenido conocimiento estaba en el salón, con Dan, ella… y las sombras.
-¿Qué me paso? –traté de levantarme, pero el dolor agudo volvió-. Ay -gemí en voz baja.
 Dan apretó los dientes que rechinaron por la fuerza con que los presionaba. Christie le lanzó una mirada.
-¿No recuerdas nada? –preguntó Christie mientras se inclinaba y me tomaba una mano, como si fuera una hermana mayor.
-Si, estábamos en el salón –le aseguré apenas volvían los recuerdos-. Mientras decían el discurso, estábamos en la mesa… y las sombras –me estremecí.
 Christie abrió los ojos más aún y contuvo lo que iba a decir, Dan no reaccionó.
-¿Viste unas sombras? –Christie no cabía en su asombro.
-Siempre las he visto –admití con algo de tristeza, no soportaba la idea de tener que vivir con ello.
 Pude ver con el rabillo del ojo como se le caía el rostro a Dan de la impresión. Christie pareció quedarse muda.
-No debí haberlo dicho –me encogí de hombros-. Por algo me tienen aquí.
-No estás loca –dijo ella y luego cerró la boca de golpe.
 Dan le miró enojado.
-¿Qué te hace pensar eso? –quise saber.
-No es nada, Emily –Dan me tomó de la mano mientras trataba de levantarme, me detuvo en pleno movimiento.
 Me quejé cuando otro intenso dolor agudo me recorrió la parte de mi abdomen.
-Me quiero ir –musité entre dientes-. ¿Por qué estoy acá?
-Al parecer, algo… -Dan entornó los ojos hacia el techo, la luz fluorescente parpadeó un par de veces-, te pasó.
-Quizás “algo” me dañó.
-Deberías descansar –ella se puso de pié y caminó hacia la puerta, Dan no se movió.
-¿Se irán?
-No, yo no… Christie irá a comer –ladeó la cabeza apuntando hacia el costado, donde ella se dirigía.
-Oh –apoyé la cabeza en la almohada.
 Tenía un vendaje en mi mano, la miré lentamente mientras me la quitaba poco a poco.
-No hagas eso.
-Explícame que pasó –le fulminé con la mirada.
 Alzó las cejas y lanzó un largo suspiro.
-No puedo.
-Habla claro –dije mientras me detenía a observarlo.
-Solo no puedo hacerlo, deja las cosas así, Emily –dijo mientras se levantaba de la silla y caminaba hacia la puerta del frente, se asomó y miró a ambos lados y la cerró rápidamente. Volvió a su lugar.
-No, debes contarme lo que sabes.
-No sé nada –negó con la cabeza.
-Bien –puse los ojos en blanco y le esquivé la mirada, mis ojos se centraron en unas hermosas flores que habían en un frasco de cristal, llenado con agua para que no se secasen.
 Sonreí mientras estiraba la mano y sacaba una de color violeta.
-¿Es tu color favorito? –sonrió mientras contemplaba mis movimientos.
-Si, aunque con este negro –apunté su uniforme-. No creo que sea fácil de inquirir.
-Bueno, creo que ya lo noté.
-Si –observé la flor nuevamente, y olí su aroma, sonreí nuevamente.
-¿Te gusta?
-¿Las enviaste tú? –dejé la flor a un lado, él las miró.
-Si, creí que esto te alegraría –sacudió la cabeza y se alborotó el cabello.
-Estaría mucho más feliz si me dijeras la verdad –cerré los ojos mientras el fruncía el ceño.
-No.
-Entonces no sé porqué estás acá.
-¿Quieres que me vaya?
-No, claro que no.
 Estaba apoyado en el final de la cama y miraba indeciso la puerta, luego se levantó y la abrió.
-¿Qué haces?
-Abrir la puerta.
-¿Por qué no me lo cuentas? Sería mucho mejor que negarlo, eres un pésimo mentiroso.
-No he estado mintiendo.
 Cerré los ojos por varios minutos y fingí estar dormida.
-Si te digo la verdad, probablemente jamás habrías querido oírla.
 Abrí lentamente los ojos y él estaba inmóvil.
-Quiero saberla, simplemente.
-No quieres saberla, estoy completamente seguro de que no será bueno.
-¿Es por mi bien? –dije con ironía, el se molestó.
-Todo lo que hago es por tu bien.
-Ni siquiera nos conocemos –le recordé.


-Quería ver tu rostro cuando veas tu nuevo cuarto, de seguro te encantará –puso los ojos en blanco y miró hacia las puertas enumeradas a los costados.
 Los número iban aumentando a medida que avanzábamos, al costado de cada puerta estaban grabados los nombres de cada uno quien las habitara y así sucesivamente.
-Hablas como si fuera lo peor del mundo –dí con mi nombre.
 La puerta número 86.
-El espacio es reducido, te aviso. Pero supongo que con tus cosas se verá mucho humor.
-No es un gran apoyo, creo que comienzas a asustarme –dije con ironía, mi risa le hizo sonreír aún más, después de todo… tenía que quedarme aquí por un largo tiempo y ya comenzaba a acostumbrarme a la idea.
-Para nada, supongo que son lo suficientemente agradables como para querer quedarse ahí escuchando música.
 Antes de entrar a la escuela, me habrían quitado todo lo que se refería aparatos electrónicos, celulares, reproductores de música y habría sufrido bastante con la idea de no poder comunicarme con mis amigos.
 Deslicé la llave en la puerta que tenía el número de mi habitación, era de un color crema y las paredes eran anaranjadas, se veía bien, exceptuando la pintura desgastada.
 Abrí la puerta lentamente y fui directo a mi bolso, lo abrí rápidamente y observé las prendas –la mayoría negras, aunque mi madre había escogido mis mejores vestidos, blancos y colores claros, ninguno llamativo.
-Oh, veo que tomaron cuenta el día de la vestimenta libre –miró como revisaba mis cosas y fue hacia la ventana, la cual no había notado hasta el momento.
 Estaba con unos barrotes que no me impedían ver hacia el exterior, el patio y lo lejano a la escuela. Los árboles cubrían el horizonte y el sol había hecho que todo fuera más seco de lo habitual, imaginé como se vería en invierno.
-¿Ordenarás tu ropa?
-Tenemos clases ¿cierto?
-Si, en un rato más.
-Supongo que lo haré después –me encogí de hombros y caminé hacia mi bolso, saqué las cosas que mi madre me había comprado para escribir y estaba decidida a cambiarme la ropa que andaba trayendo puesta.
 Escogí un suéter negro y unos pantalones del mismo color. Me dirigí al baño y salí a los pocos minutos, Christie no se había movido de la ventana aún.
-Tengo una duda –se volvió hacia mí.
-¿Cuál es? –me senté en el borde del colchón y la contemplé paciente.
-No, no es nada –pestañeó y se centró en la vista nuevamente-. Me sorprende, eres realmente afortunada, tienes una de las mejores vistas de todo el edificio.
-Si, me agrada.
-Oh vamos, anímate –sonrió ampliamente y le dio la espalda a la ventana-. ¿Has hablado con Dan? –dijo de repente.
 Pensé en qué responderle, la verdad, yo no había visto a Dan desde el hospital y no sabía que había sido de él desde entonces.
-No ¿por qué preguntas?
-Lo he notado algo deprimido… pensé que podrías saber que le pasaba, a mí no me dice nada.
 ¿Deprimido? Le miré confundida… ¿estaba así por algo? ¿Qué le habría pasado?
-¿A qué hora tenemos que estar en las clases? –asomé la cabeza para ver si algunos aún se encontraban caminando hacia las salas.
-En unos minutos.
-Estoy lista, supongo que me acompañarás ¿no? –salí y esperé a que ella saliera para cerrar la puerta con rapidez.
-Por supuesto, a eso vine.
-Pensé que querías ver mi cara cuando viera mi cuarto.
-Me desilusionaste, la verdad… esperaba que se te cayera el rostro por el horror –rió.
-No está tan mal.
 Y era verdad, era una pieza sencilla y algo reducida, como había dicho ella, la cama estaba sin sabanas y debía de poner las mías, tenía un escritorio y una luz –que me iba a servir demasiado. Un closet para guardar mi ropa, y la ventana, que al parecer tenía una buena vista.
-Creí que serías ese tipo de chicas a las cuales les gusta tenerlo todo, veo que me equivoco.
-Si, y mucho –le dí un codazo amistoso, ella rió a carcajadas.
 Cruzamos el patio y llegamos a los salones, los estudiantes estaban ahí, parados sin hacer nada, habían parejas abrazadas y otros grupos hablando. Christie me impulsó a sentarme en una banca que había en el sector más alejado.
 No encontraba por ningún lado a Dan.
-Iré a ver si encuentro a Harlot, por algún lado.
-¿Quieres hablar con ella? –La observé mientras caminaba en reversa-. Pensé que no te agradaba.
-Así es, solo quiero que me cuente algo, es perfecta para conseguir información.
-Ajá –asentí mientras examinaba nuevamente con la vista.
 El sol apenas iluminaba, había amanecido hace solo unas horas y cerré los ojos mientras trataba de relajarme. No sabía que tal sería después de todo.
-No te muevas –me ordenó mientras desaparecía entre un grupo de personas.
 Suspiré y miré con desanimo a un grupo de chicos, vestidos con chaquetas de cuero y elementos metálicos incrustados en ella, sus cabellos estaban a la par con su estilo y parecían desinteresados con los demás que les rodeaban.
 Otro venía caminando desde un extremo del patio, estaba hablando con otro que era más bajo y de cabello castaño. El más alto lucía una chaqueta negra y andaba con su pelo negro alborotado en el rostro.
 Cuando lo vi más detenidamente, sentí un escalofrío que recorrió mi cuerpo ¿Era Dan?
-Así que ahí estabas –gritó alguien del grupo de punkis, Dan se volteó a mirarlo y le lanzó una sonrisa maliciosa-. Te estábamos esperando.
 Él me dirigió una mirada y se tensó… era fría y molesta.
 ¿Se había enojado conmigo? Caminó hacia ellos y entre todos se estrecharon las manos y luego de unos segundos se escuchaban carcajadas.
 Recordé su mirada, estaba inquieto, algo molesto… ¿en verdad era el mismo?
 “Es ella la nueva” escuché los cuchicheos del grupo de punkis. Me levanté de la banca y caminé en dirección al baño, quería refrescarme la cara antes de entrar, necesitaba un lugar más apartado en donde me permitiera a mi misma pensar, al menos solo unos segundos.
-Que hago acá –me lamenté a mi misma una vez que había entrado en el baño, abrí la llave y observé como corría el agua y mojé mi rostro en unos segundos, para luego secarme con la manga de mi suéter.
-¿Te ocurre algo? –preguntó una chica que entró por la puerta.
 Miré a Harlot sin demostrar ninguna expresión en mi rostro ¿debía ser simpática o cortante?
-No me ocurre nada –dije mientras cruzaba la puerta, con una media sonrisa, siendo cortés. Ella arqueó una ceja cuando me fui.
 Christie estaba esperándome en la banca con el ceño fruncido, apenas me vio hizo un gesto con su rostro, como preguntándome donde estaba.
-Eso no importa –recorrí con un dedo mi muñeca, ausente a todos los demás.
-Dan se acercó a hablarme, está muy raro.
-¿Te habló? –le miré de reojo, ella se encogió de hombros.
-Si, pero dice que no le ocurre, nada… se que no es así.
 Miré nuevamente al grupo de punkis, me encontré con la mirada de la mayoría de ellos. Me miraban en la forma de la cual uno desearía estar bajo tierra y jamás salir, como si fuera una tonta niñita en un lugar donde todos te van a excluir. Por primera vez, sentí que no quería estar en ese lugar, en cualquier otro, que no fuera este.
-Tranquila –Christie me rodeó con su hombro y me abrazó-. Ellos son así con todo el mundo.
-¿Lo notaste? –suspiré mientras le miraba.
-Si –sonrió-, son punkis y demuestran ser malhumorados y algo agresivos... son más simpáticos de lo que crees.
-Creo que son algo presumidos –dije más alegre.
 Al menos ella sabía distinguir lo que pensaba y se echó a reír.
-Seremos unas muy buenas amigas ¿sabes? Creí que me ibas a servir para que me hicieras favores, pero resultaste todo lo contrario.
-¿Acaso ya no lo somos? –dije con sarcasmo.
 Me uní a sus risas.
-Ahora tengo que explicarte algo… las clases son un horror –se levantó y me aferró a su brazo-. Dura cuatro horas cada una, y no querrás escuchar las materias, te lo aseguro.
-¿Estás bromeando? De donde vengo esas son dos clases en una…
-Lo sé, pasaremos la mayor parte del tiempo acá –apuntó a la entrada, todos comenzaban a avanzar-. Te mandaré mensajes, porque te sentarás en el pupitre vació, a dos mesas de la mía… no me los devuelvas, creo que aún no practicas con tu puntería y Harlot… supongo que estará vigilando.
-Esto no parece ser una escuela de locos.
-No lo es, la mayoría no lo está… mira –caminó hacia un chico-. Hola Phillipe –un chico se volteó a mirarla.
-Hola, Christie –sonrió.
-¿Has incendiado algo últimamente? –le dio un codazo.
 ¿Un pirómano?
-No, pero podemos hacer una broma un día de estos –sonrieron ambos.
-Excelente idea –gritó Christie y me apuntó-. Ella es Emily, mi nueva mejor amiga –se miraron ambos-. Invitémosla esta vez, de seguro querrá ir… ¿o no Emily?
-Si, claro –fruncí los labios, sin saber como reaccionar.
 ¿Hacer una broma? ¿Irían a quemar algo?
-No te preocupes, no provocamos incendios como los que crees –rió.
-¿Eres un pirómano? –me dirigí al chico.
 Tenía el pelo castaño y era unos centímetros más alto que yo, una cara un poco pálida y ojos azules. Era el chico con el que estaba hablando Dan.
-Phillipe Harris –relució sus dientes.
 Guau, un pirómano… ¿sería capaz de provocar incendios?
-No te asustes –rió-, no te quemaré.
-No estoy asustada –le corregí, me reí entre dientes.
 Sentí una brisa helada a mi espalda y me estremecí, me volví hacia atrás y vi como Dan se sentaba en su pupitre, hablando con el grupo de punkis.
-Te veo luego, Phillipe –se despidió Christie.
-Por supuesto, a ti igual… adiós Emily –se retiró.
-Adiós.
 Dan me miró y luego me esquivó nuevamente.
-Está raro ¿no? –Christie miró a mi misma dirección-, a mi no me hablará… anda tú.
-¿Qué? –Abrí los ojos por la impresión-. Ya viste como me mira, no creo que ni siquiera me dirija la palabra.
-Se que sí… anda tú.
-Está con el grupo de punkis –traté de convencerla.
-Ellos no muerden.
-Estoy segura de que si lo hicieran ya me habrían matado –bufé mientras ella me empujaba hacia Dan.
-Te acompañaré –sonrió.
 Me dirigió hacia él, y todos menos él alzaron la vista. Sentí como los nervios comenzaban a hacerme una mala jugada… ¿Porqué me respondería a mi? Éramos solo conocidos, ¿para qué me hablaría?
-Ahora –me susurró al oído.
 Ellos seguían hablando y riendo, escuché más de una vez la mención de la “nueva”.
-Dan –le llamé, el alzó la vista y apretó los dientes.
-Vuelvo en un rato –les avisó a los otros.
 Christie se dio la media vuelta y se fue. Dan se levantó de su asiento y caminó dos pasos más adelante que yo, se detuvo en el puesto que seguramente sería el mío.
-Dime –dijo secamente.
-¿Te ocurre algo?
-Nada.
-Te noto extraño… Christie me dijo que no le querías decir nada, quiero saber porqué.
-No me sucede nada, te lo aseguro. Además, me conociste solo por unos minutos.
-Pero en esos minutos no te comportabas de esa forma ¿lo recuerdas?
-Perfectamente.
-¿Así que te juntas con tipos como ellos?
-¿Algún problema? –alzó una ceja.
-Ninguno –suspiré-. ¿Acaso tienes algún lío conmigo?
-No… ¿por qué todo se tendría que relacionar contigo?
 Alcé la vista para no mirarle, una silueta comenzaba a aparecer desde la puerta, la miré con odio. Durante todos los años desde que las había visto, desde entonces ninguna me había echo daño, por ello estaba tan desconcertada como asustada… ¿acaso este lugar fuera capaz de provocar todo eso?
 Dan miró a la puerta y se volteó rápidamente.
-Ahora no puedes negarlo, las ves –le acusé.
-Ahí no hay nada –me aseguró casi gruñendo.
-Sé que no estoy loca.
-Entonces ¿para qué discutes esto conmigo?
-Porque creí que podrías ayudarme.
-¿Yo? –dio unos pasos hacia atrás-. Porque debería ayudarte.
-Porque no sé que hacer… me siguen a todos lados, y se que las ves –coloqué mis manos en forma de puño mientras trataba de ignorar a la sombra.
-No sé de qué hablas –dijo y se sentó en el puesto que estaba al lado del mío.
-Si quieres puedes irte, no es necesario que estés acá –me senté sin mirarle-. Puedes volver con el grupito de punkis.
 No se movió.
-Lo siento, Emily –murmuró en voz baja.
-¿Por qué?
 Se irguió y caminó hacia donde le había llamado.
-¿Qué pasó? –Christie me miró sorprendida-, ¿de qué hablaron? Parecía enojado…
-Ni idea.
-Vamos, dímelo.
-Se que ustedes dos ven lo que yo veo –dije molesta.
 Ella contuvo la respiración por unos segundos.
-Te refieres a las sombras que según tú ves… ¿verdad?
-No son solo sombras –suspiré-. También suelen ser personas.
 Pestañeó rápidamente y miró hacia Dan.
-¿Dan te dijo algo?
-Entonces es cierto –asentí-. ¿Por qué no me dijiste nada en la enfermería?
-No se nada, Emily.
-Por favor –bufé.
 Christie frunció el ceño, frustrada.
-Está bien, supongo que solo estoy loca, como todos acá –sacudí la cabeza y apoyé la cabeza en el escritorio.
 La puerta se cerró detrás de todos y una señora de aspecto joven y pelo recogido con un peinado extraño, sonrió.
-Bueno chicos, siéntense en sus respectivos asientos… les doy la bienvenida a los nuevos –me dirigió una cálida mirada-, y para los demás, supongo que esta vez si pondrán atención ¿no?
-Claro, si fuera más interesante –dijo alguien en voz alta.
-No voy a soportar insultos, Phillipe.
 Me volteé a mirarlo, el se reía a carcajadas. Un papel me dio en la cabeza y se cayó en mi escritorio. Lo abrí con cuidado de que no me descubrieran y salía garabateado con letra desordenada y delgada.
 Esta es la profesora Adeline Moore de Matemáticas, supongo que ya la irás odiando de ahora en adelante, sus clases son una pesadilla, lo digo enserio.
 Si te das cuenta, los demás no la escuchamos en absoluto, ya verás porque.
 Christie.
 Arrugué el papel y lo guardé en mi bolsillo, miré a la profesora y ella estaba con el entrecejo fruncido y desparramaba unas guías de su escritorio, extraía algunas y repartió otras. Cada una tenía tres hojas para completar más unas cuatro que entregaba aparte.
-Srta. Moore ¿no encuentra que es mucho para ser el primer día? –preguntó uno de los punkis.
-Para nada, de hecho, son fáciles de completar –se sentó y comenzó a hojear un gran libro.
 Miré abrumada las páginas y la luz fluorescente no ayudaba del todo, traté de concentrarme al menos y logré hacerlo por unos segundos, aproveché de completar las primeras y luego comencé a tener problemas. Por más que hiciera los ejercicios una y otra vez, no lo lograba.
 Otra nota cayó en mi escritorio, miré hacia todos lados y Christie me guiñó un ojo.
 Está loca ¿te diste cuenta? Nadie en el mundo pondría todas estas páginas el primer día de clases… definitivamente nos quiere hacer la vida imposible.
 Por cierto, respecto a lo que dijiste, eso de las sombras… supongo que hablaremos un día de estos, pero no ahora. Tengo cosas que hacer, como la fiesta de Phillipe, estás invitada. Será el día viernes a las ocho, tendrás que ir sin que nadie se de cuenta. Los <<aguafiestas>> siempre andan merodeando por ahí.
Christie.
 La miré y asentí mientras guardaba la nota, recogí mi pelo y completé los demás ejercicios. Pasado más de media hora y había completado al menos dos páginas, los demás no estaban tan animados, era realmente aburrido y era el método de castigo perfecto para quien se habría culpado de algo.
 Christie quería hablar sobre las sombras, entonces ¿las veía? Un papel me llegó del otro lado de la sala, miré hacia todos lados, pero nadie mostraba signos de haberlo enviado. Lo abrí lentamente sin llamar la atención de la Srta. Moore.
 Te veo luego ¿vale? En la cafetería, después de esta clase.
Dan.
 La hora de los mensajes… ¿Qué quería hablar conmigo? Le miré a hurtadillas, estaba complicado en resolver unos problemas, al estar unos segundos contemplándolo, el levantó la vista, y me saludó con la mano.
 ¿Sufría de personalidades múltiples? ¿Por qué razón alguien estaría cambiando constantemente de ánimo? Estoy en una escuela de chiflados –recordé.
 Otro papel cayó en mi escritorio.
 ¿Qué fue eso? ¿Me lo explicarás? Si, tienes que hacerlo. Olvida lo de la nota anterior, excepto lo de la fiesta de Phillipe, hablaremos luego de un rato, pasaré a tu cuarto alrededor de las diez de la noche.
Christie.
 Me reí en silencio mientras guardaba los mensajes. La Srta. Moore miró a hurtadillas y fingí estar aproblemada con la guía.
 Al cabo de más tres horas, todos comenzaban a mirar la hora o estaban recostados sobre sus mesas, otros trataban de resolver lo que les quedaba de guía –que eran como unas dos o tres hojas-. Y algunos, resoplaban o se lanzaban papeles.
 La campana sonó y me sobresalté mientras completaba un ejercicio. Los demás sonrieron y la Srta. Moore los fulminó con la mirada.
-Espero que hayan terminado todos, era una guía simple –se levantó y cerró el libro que estaba en la mesa-. Queda de tarea, no olviden completarla… el que no lo haga, será sancionado con un castigo ¿está bien? Supongo que no querrán pasar la tarde limpiando la escuela.
 La miré sorprendida. Me levanté junto a todos y caminé hacia la puerta, luego de recoger mis cosas y me dirigí a ella sin perder de vista a Dan –quien caminó por el lado contrario y desapareció al instante.
 “Te veo luego ¿vale? En la cafetería, después de esta clase”.
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